domingo, 26 de marzo de 2017

CHARLY GARCÍA - RANDOM

Algo sucede con Charly en este milenio. Después de “El Aguante”, su disco de 1998, Carlos Alberto García solamente ha editado cuatro placas: “Influencia” (2002), “Rock And Roll Yo” (2003), “Kill Gil” (2010), y su más reciente trabajo, “Random”. La alusión al azar como operación matemática, tal como se representa algorítmicamente en cualquier dispositivo electrónico, es el orígen del título del álbum. “Random no es cualquier cosa”, dice.

Operando en modo aleatorio, como en asociación libre -donde cada palabra, no es cualquier cosa- la mente de Charly integra hitos de su propia historia en cada una de estas placas post Y2K, y “Random”, no es la excepción. Los guiños a los Beatles, a los Stones, a Led Zeppelin e incluso Dylan, se confunden. Las versiones -dentro de los discos-  de canciones recién estrenadas, e incluso las auto citas (en ‘Influencia’, por ejemplo, el músico intercalaba segmentos de ‘Transatlántico Art-Decó’, de su soundtrack para “Pubis Angelical”), son parte de un gran puzzle. El se aburrió de hacer canciones lineales y se vendió al azar.

Hace veinte años, en “Say No More” (1996), le dijo adiós a la realidad circundante, y nosotros nos adentramos en su cabeza. Hoy, la ley del capricho es la ley del random, y el random es así. La intención, en Charly, hay que desenterrarla. El disco, comienza con notas del 'Nocturno Opus 9, número 2' de Chopin, en un guiño directo a la niñez del autor, y a su pasar por el Conservatorio Thibaud Piazzini, a la edad de cinco años. 'La máquina de ser feliz', el single, se sostiene en la voz quejumbrosa - al igual que Dylan, Charly ha mutado su voz decenas de veces, y esta vez, el óxido la hace casi ininteligible - apoyada en Rosario Ortega, la batería de Fernando Samalea, y su guitarrista desde el 2001, el chileno Kiuge Hayashida (Redolés, Joe Vasconcellos). “La máquina de ser feliz, la tiene el Papa, la tengo yo”, señala, en otra de sus -a estas alturas, entrañables- afirmaciones narcisistas.

La conmovedora entrada abre paso al rock desaliñado de ‘Ella es tan Kubrick’ -sin duda uno de los puntos débiles- para entregar luego las más certeras ‘Primavera’ (“y seremos más jóvenes que ayer”, citando ‘My Back Pages’, de Bob), ‘Rivalidad’ (“cámbiame, baby”, pide el desgarbado), o ese remedo del Pink Floyd watersiano que es ‘Otro’. En ‘Lluvia’, retoma su costado emocional, el Lennon interno, antes de caer en el capricho prescindible de ‘Believe’, y posteriormente lanzar sus obligados descargos del año, esta vez contra la Iglesia Universal de Dios (‘Amigos De Dios’).

Tras ‘Spector’ - cuya atracción pende del sample de la clásica ‘Be My Baby’ y la voz tanguera de Charly - llega ‘Mundo B’, un final notable, que partiendo de un blues decadente y furioso, remite a ‘Parte de la Religión’ (“el es un hombre que hizo bien”), despotricando con mesura, para entrar en un segmento plagado de citas a los Beatles (“I want to hold your hand”, canta) y rematar con la atmósfera cautivante de la magnífica ‘Total Interferencia’, el sublime final de ‘Piano Bar’, una de sus más excelsas obras, publicada hace 30 años. En medio de los pulsos cinemáticos de Charly, es difícil no recordar “Adaptation”, el film de Spike Jonze estrenado en 2002, y aquél célebre momento en que el guionista Charlie Kaufman es aconsejado por el gurú Robert McKee: “Ganatelos al final, y será un éxito”. He aquí la trampa del bicolor. “Random” no es cualquier cosa, es parte de ese gran paseo por los jardines de su mente. Aunque hay estatuas que él debe pulir, hay que bancarse ese defecto. El superhéroe siempre seguirá siendo un raro.



No hay comentarios: