“Sale de la escuela para seguir su ambición. Sabe lo que quiere, ser un político. ¡No debería haber hecho eso!” Esta línea, que fácilmente podría estar en “Spirit”, el nuevo registro de los británicos Depeche Mode, proviene, sin embargo, de su segunda placa, “A Broken Frame” (1982). Aquél, el primer disco sin Vince Clarke, el mago de los sintes detrás de Yazoo y Erasure, seguía los vaivenes pop del debut “Speak & Spell” (1981), pero mostraba a Martin Lee Gore puliendo su pluma a la fuerza, haciéndose cargo de todo el material del disco.
Entre la melancolía de ‘See You’ y ‘The Meaning of Love’, la portada de Brian Griffin, con alusiones al realismo socialista, era el envoltorio perfecto para ‘The Sun And the Rainfall’, ‘Shouldn’t Have Done That’, ‘Leave In Silence’, y ‘Monument’, canciones que anunciaban ya las preocupaciones sociales y ecológicas que estarían presentes en el industrial “Construction Time Again” (1983), una obra cargada de significado político, desde ‘Love In Itself’ y su pregunta por si el amor es suficiente, pasando por ‘Everything Counts’ y su cuestionamiento a las corporaciones, ‘2 Minute Warning’ y la amenaza atómica, ‘The Landscape Is Changing’ sobre el medioambiente y -más importante aún- ‘And Then’, un cierre donde el único final posible a un mundo convulsionado es comenzar todo de nuevo. “Todos los chicos y chicas, verán lo fácil que es”, dice la letra.
Hoy, la misma pregunta se reitera en ‘Where's the Revolution’, el single de batalla de “Spirit”, el décimocuarto álbum de los de Basildon. La veta más agresiva de la banda, aquella que tuvo sus orígenes en tracks de antología como ‘More Than a Party’, ‘Work Hard’, ‘Something To Do’, ‘Fly On the Windscreen’, y que llevó a la banda a la fama con singles posteriores como ‘Behind the Wheel’, ‘Personal Jesus’ y ‘I Feel You’, quedó relegada a un segundo plano luego de “Ultra” (1997) y “Exciter” (2001), los primeros dos álbumes sin el miembro fundador Alan Wilder. El minimalismo y las texturas más sutiles ayudaron a forjar discos más alejados de la música para las masas, y más íntimos, como "Playing the Angel" (2005) o el más reciente "Delta Machine" (2013).
En esta nueva placa, el clásico interés de la banda por “el mundo en que vivimos, y la vida en general” (una frase tomada de su single ‘Somebody’, y que aparecía en la carátula del magistral “Black Celebration”, de 1986), que parecía haberse extraviado luego del hedonista y culposo “Songs Of Faith And Devotion” (1993), reaparece en sincronía con el entorno. No se trata de un regreso al sonido clásico de la banda, sino más bien de una depuración de intenciones. ‘Going Backwards’, canaliza la sensación de tragedia que va de la mano del progreso, aquella que Devo encapsuló genialmente en su visión de la involución. “No estamos ahí aún, no hemos evolucionado”, canta Gahan, condenando a los tiempos. La voz del vocalista, un hombre que alguna vez bajó a su infierno personal y regresó para contarlo, sabe lo difícil que puede ser cambiar los malos hábitos. “Hey, basura, aprieta el gatillo”, escupe Gahan en los vocales distorsionados de la furiosa y oscura ‘Scum’, y en la nitzerebbiana ‘You Move’, el bajo sintetizado recuerda ‘Sign ‘o’ The Times’, de Prince. ‘Cover Me’, cautiva por su intro soul y su cierre arpegiado, una bicéfala composición de Gahan junto a los miembros en vivo de la banda, Peter Gordeno y Christian Eisner.
‘Eternal’, por su parte, pertenece a la histórica camada de baladas apesadumbradas cantadas por Gore desde los comienzos (‘The Things You Said’, ‘Sometimes’, ‘Judas’), el blues de animal mecánico de ‘Poison Heart’, escrita también por Gahan junto a Gordeno y Eigner es todo un acierto, la urgencia de ‘So Much Love’ atrae al fantasma de la clásica ‘A Question Of Time’, y las pulsaciones de ‘Poorman’, recordando a ‘Halo’ del gran “Violator”, son una hazaña de rabia contenida. ‘No More (This Is the Last Time)’ -un track más perecible- antecede a la sublime ‘Fail’, un cierre en clave de teclados neón sobre beats metálicos, con la voz quebradiza y emotiva característica de Gore sentenciando: “no tenemos caso, olvídate de negarlo. Nuestras mentes están corruptas, nuestras almas están arruinadas, nuestras conciencias están en bancarrota. Oh, estamos jodidos.”
Indudablemente un disco inspirado, “Spirit” evoca la tradición misma de Depeche Mode, aquella que parecía perdida. “Tiempos duros demandan palabras duras, demandan corazones fuertes, demandan canciones duras”, cantaba Rush hace 30 años, y así, la convulsión del panorama político actual, tanto en Reino Unido como en Estados Unidos es la responsable de reactivar en Depeche Mode uno de sus sellos clásicos, la crudeza -aquella de ‘Blasphemous Rumours’- y el repudio por las aberraciones políticas y la desigualdad -tal como lo hicieron en ‘New Dress’. En medio de la putrefacción, siempre habrá resistencia, y Alexander Fleming lo comprobó científicamente. Producido por James Ford (Simian Mobile Disco, The Last Shadow Puppets), “Spirit” es una sólida razón para celebrar que hayan vuelto los días negros.
Por Nuno Veloso.
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