miércoles, 11 de agosto de 2010

LOS MINEROS Y EL DERRUMBE


Tal como después del terremoto de febrero de este año, todos los medios de que dispone la clase dominante para generar opinión, conformismo y hegemonía se ponen ahora a disposición ahora de lo que debiera ser una misión imposible: mostrar la “tragedia” de los 33 mineros atrapados bajo tierra por el derrumbe de una mina como una “catástrofe natural”, no social.

Pero no hay nada de natural en los hechos que están tras esa noticia: el que una cierta cantidad de personas humanas tengan que estar gran parte del día en condiciones de enorme inseguridad entremedio de capas subterráneas extrayendo porciones de minerales que el sistema social que rige bajo el sol ha calificado como mercancías, el que la humanidad entera haya sido puesta a funcionar al servicio de la acumulación eterna de valor, de dinero, no sólo no es natural sino que es una de las formas en que se manifiesta el dominio histórico de una clase social en particular, la capitalista, que existe en base a someter y explotar a todos los demás, desde la sala cuna hasta la muerte lenta de los jubilados, en la ciudad y el campo, el centro y la periferia.

Peor que la Teletón. Pero parecido. Una coyuntura trágica termina siendo usada por la burguesía para generar más apoyo a su Estado, a sus medios de información, y su circo. Todo Chile unido olvida que quienes están bajo tierra son los proletarios, y que una suma de negligencias y acciones criminales de quienes lucran con nuestras vidas son los responsables de esto que se nos vende como “accidente”. No se sabe, de hecho se silencia, que el trabajo asalariado causa cada año en cada país más muertes que la llamada “delincuencia común”. Decir que “el trabajo mata” no es un eslogan típico de punks y aficionados al humor negro, es la acusación más lúcida contra la vida administrada por pulpos.

La incapacidad e inoperancia del Estado en lo que se refiere a garantizar la vida de sus ciudadanos salta a la vista en estos momentos. El plan A fracasa pero no tienen todavía forma de explicar en qué consistiría exactamente un plan B o C o D. Instalan sondas y quieren que los demás crucemos los dedos.

Mientras celebran el Día del Niño haciendo regalos a los hijos de las víctimas, los periodistas al servicio de la burguesía cometen lapsus tales como decir que “en su inocencia ellos esperan que sus familiares saldrán con vida de esto”. El capitalismo es un sistema de muerte. El dominio del capital es el dominio de lo muerto sobre lo vivo, de la cantidad sobre la cualidad. Los proletarios estamos todos condenados a vivir al servicio de la muerte. Moriremos todos, antes o después, cumpliendo el deber que nos ha impuesto: hacer de cada uno de nuestros gestos una forma de valorización del capital.

Estas catástrofes no son “naturales”: en ellas se revela lo irracional, mortífero y absurdo de la dominación capitalista en bloque. Contra la dominación total, contestación total. Contra la muerte lenta del capital, afirmar la vida, negando lo que nos destruye.

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