martes, 14 de septiembre de 2010

POR EL MISMO CAMINO


Desde el 24 de marzo de 2004, las Madres rosarinas tienen su propia revista: “Alapalabra”, escrita con precisión, altísima sensibilidad y gran calidad literaria por periodistas militantes como Carina Barbuscia, Jorge Cadús, Pablo Alvarez y Facundo Toscanini, entre otros.

En sus contratapas, cualquier rosarino puede encontrarse con fragmentos de la vida de estas mujeres que simbolizan la dignidad de los que en medio del dolor más profundo siguen peleando por la justicia y el amor.

“En su casa de barrio Rucci, entre diarios e imágenes, libros y recortes, Noemí de Devicenzo nos cuenta su vida, entre mate y mate. Un 27 de septiembre de 1976, es cuando desaparece su hijo, Roberto Devicenzo, y su nuera, Miriam Moro. Ellos se habían conocido en la escuela secundaria, donde juntos militaron, se enamoraron y soñaron con un país y un mundo muy diferente”, relatan sobre una de las Madres de la Plaza 25 de Mayo de Rosario.

“Noemí nos cuenta de aquellos primeros años, cuando no iba a la Plaza pero se hacía fuerte con los afectos, y desandaba el dolor encontrando refugio en los nacimientos, en los nietos que llegaban para dar otro color al mundo. Sobre la mesa se mezclan las épocas y los recuerdos y Noemí nos habla del presente... "Al final estamos pagando una deuda que inventaron los que mataron a nuestros hijos...". Noemí nos habla de Dios y nos dice que todavía cree en la justicia, también nos dice que espera encontrarse con sus hijos cuando le toque partir a ese misterioso viaje final”, apuntan los cronistas y regalan una imprescindible historia que alguna vez deberá enseñarse en las escuelas rosarinas.

Norma Vermeulen es otra de las Madres rosarinas. Ella les dijo a los hacedores de “Alapalabra” de su hijo Osvaldo Mario, de su militancia, del silencio que nunca le ganó, y de cómo cada jueves vuelve a la plaza para encontrarse con él. Norma nos habla de la importancia de seguir nombrando a Osvaldo y nos regala unas palabras que encontró y guardó para nunca dejar de pronunciarlas... “Hay que regar los recuerdos como a las flores, y para regarlos hay que mantener regularmente el contacto con los testigos del pasado, es decir, con los amigos. Son nuestro espejo, nuestra memoria”.

En la revista de las Madres asoman las peripecias de mujeres como Esperanza Labrador.

Un día permaneció horas dentro del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército hasta que alguien salga a dar respuestas.

“Señora, si su hijo es un montonero”, respondía Leopoldo Fortunato Galtieri, desde la soberbia de quien decide la vida y la muerte.

Palmiro Labrador, su hijo, había desaparecido el 10 de septiembre de 1976, tiempo después sería asesinado su marido y otros dos hijos, y la casa despojada.

“Si los montoneros son todos como mi hijo, Pues que vivan los montoneros!”

La voz en cuello de Esperanza paralizaba a los verdugos, que solo podían echarla a los empujones... “Saca esa mano de ahí, hijo de puta, que esa mano esta llena de sangre de mis pobres hijos”

Junto a su hija, Manolí, junto a las Madres mantuvo la lucha inclaudicable, consiguió que Galtieri y otros represores sean citados por el Juez español Baltazar Garzón y sean por siempre llamados asesinos de lesa humanidad.

“Yo muchas veces pienso cómo estaremos vivas las madres. Cómo estaremos vivas con todo lo que hemos hecho, cómo hemos jugado con la muerte...”. Esperanza se pregunta y Manolí nos dice que los asesinos nunca contaron con las Madres, nunca habrían podido imaginarlo, el movimiento de las Madres no se terminará nunca, es para toda la vida”, apunta la revista y tiene razón.



El video lo puedes ver aquí:

http://www.revolutionvideo.org/agoratv/secciones/memoria/por_el_mismo_camino.html

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