domingo, 10 de octubre de 2010

A THOUSAND SUNS


El cuarto disco de Linkin Park debería haber llegado antes, más específicamente a principios de este año. Olvídense del proyecto paralelo de Chester Bennington, Death By Sunrise, que editó su debut en 2009. La razón principal del retraso es que el perfeccionista Mike Shinoda sintió que las canciones de “A Thousand Suns” necesitaban más trabajo, por lo que debían tomarse todo el tiempo que fuese necesario para cumplir con sus estándares.

Las exigencias de Linkin Park son altas. Tal como lo hicieron en “Minutes to Midnight” hace tres años, reclutaron a Rick Rubin para ayudarlos a llegar al nivel que deseaban sin caer en la repetición. Este trabajo es la continuación lógica de aquel disco. El nivel de la banda aquí es sobreproducido y tratan temas bastante serios en sus letras. Por esa misma razón es tentador escuchar el resultado final de “A Thousand Suns”.

Tras un prometedor e intrigante comienzo con las canciones gemelas en clave ambiental ‘The Requiem’ (voz femenina incluida) y ‘The Radiance’, la cual usa una cita del científico Robert Oppenheimer sobre la bomba atómica, la electrónica toma protagonismo sólo con delicados toques de guitarra en ‘Burning in the Skies’, un tema algo plano que promete pero que nunca cumple del todo.

El drama sigue con ‘Empty Spaces’ y sus 18 segundos en un campo de batalla que dan paso a ‘When They Come For Me’ donde se escucha por primera vez el fraseo rap de Mike Shinoda sobre sonidos que recuerdan a ‘Earth Intruders’ de Björk mezclado con aires hindúes.

‘Robot Boy’ es una especie de gospel electrónico seguido por ‘Jornada del Muerto’, la cual toma un poco de Pink Floyd para construir una pieza que bien podría haber sido compuesta en los ochenta. Bennington usa toda la fuerza de su garganta para gritar por primera vez en el disco en ‘Blackout’, de pulso más acelerado e inspirada en los teclados de Nine Inch Nails.

La política se instala en ‘Wretches and Kings’, que usa a su antojo un extracto de un discurso del activista norteamericano Mario Savio en donde habla de aquella “máquina” contra la que hay que rebelarse y ‘Wisdom, Justice and Love’ le pide prestado a Martin Luther King de gran forma, con un piano de fondo y distorsionando su voz. Este tema se une a la calma de ‘Iridescent’ que posee guitarras más pop y un coro para ser cantando en estadios a lo U2.

Al terminar, ‘The Messenger’ llega en forma de balada acústica, cerrando el disco con tono melancólico y separándola inmediatamente de la complejidad del resto de los temas. Es que “A Thousand Suns” es esquivo, bastante melodramático y toma prestado de varios artistas para construir su discurso, siendo el más lógico Public Enemy. Al ser más electrónico y más experimental puede seguir alienando a los fans que atesoran “Hybrid Theory”. Como sea, es definitivamente un gusto adquirido.




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