viernes, 4 de febrero de 2011

LOS ESCLAVOS VOLUNTARIOS


¡Oh! El noble ciudadano. Qué éxito tiene y qué riquezas acumula. Tiene familia y una sólida rutina. Ahí camina por la ciudad, va en el metro, la micro y en su automóvil. Experto en consumir información liviana y fácil de digerir, es el primero en interesarse en asuntos que no le antañen en lo absoluto: los problemas de pobres diablos convertidos en semidioses por el hecho de salir en TV y en revistas de poca monta, los problemas de la economía y los deportes... y es el primero en defender su patria de quién sabe qué invasiones e ideologías que puedan corromperla.

De todas las especies vivientes, la del ciudadano es la única que se dirige voluntariamente hacia su muerte, hacia su extinción. Todo ser vivo tiende a autodefenderse en caso de ser amenazada su existencia. Ya sea m i g r a n d o , con técnicas de hábil camuflaje o con una ferocidad temible, los seres vivos tienden a conservarse y no esperan lentamente su muerte, aunque ésta sea inevitable.

El ciudadano hace todo lo contrario: rechaza la vida como quien rechaza ingerir veneno, caminando de la mano de guardias y policías a la faena en donde será descuartizado y arrojado al olvido. Pero eso no es todo: repele con golpes y denuncias a quienes sí abrazan la vida y no se conforman con «vegetar y transportar una masa uniforme de carne y huesos» (Di Giovanni). No es de extrañar que esta despreciable especie ejerza el rol de milico, soplón y policía sin recibir un centavo a cambio. El ciudadano no se basta a si mismo, necesita de instituciones que le protejan y lo exploten al mismo tiempo (El Estado y sus burocracias, sindicatos y ONGs). Instituciones que tomarán sus ojos y nunca le mostrarán lo que realmente pasa, aunque en muy pocas ocasiones esta especie quiera ver la realidad. Si éstas no funcionan habrá quienes quieran asistirlo, pero bajo ropajes radicales.

El ciudadano es el sinónimo del esclavo voluntario, es el prototipo de quien se deja engañar por seres nocivos que hablan en su nombre y el del pueblo. Es lo contrario al proletario, al revolucionario. Es quien acepta su propia decadencia y recibe ilusiones a cambio. Es quien es capaz de donar su vida y la de otros a cambio de un auto o un televisor, cultiva su espíritu con literatura barata, todos productos que acabarán destruyendo el planeta y la humanidad. ¿Qué deben hacer frente a ellos los revolucionarios, los comuni s t a s - anarquistas? En los combates que se nos vienen no sólo atacaremos la gran propiedad y las instituciones visibles del Estado. Nos veremos obligados a atacar aquellas ilusiones que hacen que el proletario quede encerrado en esa vegetativa especie que es el ciudadano. Ya nos muestran las revueltas que se suceden frente a nuestros ojos que no sólo deben arder los carros policiales y los grandes comercios, sino que también deben arder ilusiones tan aparentemente inofensivas como los carros ciudadanos.

«Con su duro pan, deberán comerse su duro desengaño». (Manuel Rojas)

No hay comentarios: