domingo, 6 de noviembre de 2011

LULU


Lo asumo. Cuando Metallica anunció la colaboración con Lou Reed el mero comunicado me produjo una inexplicable confusión, simplemente porque era algo que no juntaba ni pegaba, y si no fue desesperación por tener que ser testigo de un desperdicio de tiempo y talento tan grandes, luego terminó siendo una certeza de que ese proyecto resultaría en algo absolutamente estéril. En la labor de un crítico, a veces uno se ve aterrado de ocupar palabras como "malo" o "aburrido", pero en esta ocasión son adjetivos enormemente tentadores, incluso para abusar de ellos. Nada de eufemismos, sino palabras claras para describir una producción mediocre, y aunque toda esta divagación se produce antes de haber escuchado "Lulu" (lo que va acontecer en un para de minutos más -o un par de líneas más abajo) esto lo veía venir.

Me da lo mismo si el tema que engloba "Lulu" es uno de alta cultura y sofisticación. Ni porque esté basado en obras transgresoras de un dramaturgo alemán, ni por la familiaridad de Reed con el concepto Berlín, ni por nada podríamos llegar a perdonar tanta cursilería distorsionada. Esto es de plano poco inspirado y, de hecho, una gran cantidad de canciones nos muestran al ex Velvet lidiando gráficamente con citas a violentas depravaciones sexuales, narradas desde la perspectiva de la protagonista. Impudicias femeninas, nada más lejos del mundo de Metallica que alguna vez conocimos. Ojo que no estoy escuchando el disco, solo leyendo las letras del sobrevalorado poeta este, el culpable de todo... Lou Reed.

Mientras existían algunas similitudes superficiales que pudieron proporcionarle a Metallica alguna razón para conversar la posibilidad de colaborar con Reed, hay que aceptar que frente a la sola evidencia de tocar (o arruinar) Sweet Jane -original de la Velvet Underground- en una ceremonia del Rock N Roll Hall of Fame, los implicados deberían haberse detenido, o al menos no embarcarse en un disco doble (!!!). No sé si es una muestra del desprecio habitual de estos artistas o de su pura y franca obstinación, la cosa es que Lou Reed y Metallica hicieron "Lulu" de todos modos.

Hasta aquí no he dicho nada nuevo, así que ahora voy a escuchar el disco.

¿Y qué estaba supuesto a ser "Lulu"? Supongo que una curiosidad media avant-garde, un álbum de spoken word (hablado o semi cantado) sobre una base de rock metal alternativo. Eso es, nada menos. Obviamente al escuchar el primer single, 'The View' se nos vino a la cabeza lo que hacía la Rollins Band en los '90 pero eso era mucho, mucho mejor que esto. Honestamente al tiempo que arranca 'Brandeburg Gate' ya me queda claro que esto es una de las cosas más raras que ha hecho Lou Reed, por no decir poco afortunadas. Que haya dicho que Metallica lo ha traído de vuelta a su mejor performance en mucho tiempo es una brutalidad sin nombre, una charada patética que hace que el sólo arribar a 'Pumping Blood' sea doloroso. Dolor como el de las sensaciones que Lou quiere expresar a través de algo tan poético como el corazón que bombea sangre.

Valorando lo que son nuevas propuestas y alternativas sonoras, a mí jamás se me hizo interesante ni innovador lo de esta alianza. El vanguardismo decadente del que Reed siempre se ha ufanado no le viene a Metallica, un disco conceptual de tan sórdida temática sólo podía resultar en un trabajo inconexo, denso y exageradamente personal. Y peor aún, sin ninguna onda ni groove. Podemos aplaudir la audacia de atreverse, pero no podemos perdonar la lata a la que nos han expuesto en nuestra genuina intención de querer disfrutar de algo que conjuga a músicos tan grandes como ellos. Tanta autoindulgencia debería ser penalizada.

Cuando arranca 'Mistress Dread' escuchamos a Metallica con una potencia inusual, aunque en rigor sin nada de dinámica, lo que acaba en un fracaso frustrante al escuchar a Lou armado de sus quejas y delirios. Casi todas las canciones hasta aquí son excesivamente repetitivas, y sólo evocan algo si es que puedes entender lo que Reed está recitando. 'Mistress Dread' es, como mucho, otro tema malo que se enmarca en medio de una serie de excentricidades que jamás podrán funcionar y tras las cuales cuesta seguir con el hilo del disco.

El siempre caprichoso líder de the Velvet Underground, con su atonalidad lírica, su poesía críptica y su prestigio de "post moderno vanguardista" prueba ser totalmente incompatible con los riffs sabáticos de Metallica. Y cuando te has movido, como lo han hecho ellos, en los márgenes del rock metálico popular, dinamitar las bases de lo establecido con un disco así de vacío puede tener nefastas consecuencias. Lou Reed y Metallica suenan como si estuvieran en mundo distintos. Ni como una banda sonora para una narrativa impresionista este Lulu podría funcionar bien.

Es cierto que Reed es quien se roba la película pero asimismo -para nuestro pesar- es en realidad Hetfield, quien suena fuera de lugar aquí. Más allá de su auto parodia durante 'The View', hace unos coros de apoyo horribles y gratuitos en 'Iced Honey'. Y para qué hablar de la exasperante repetición de 'Cheat on Me' como si fuera el perro faldero de Lou. La primera se puede salvar mínimamente porque ¿tendrá más coherencia? Triste, porque luego de un tema mediocre como éste llega el segundo, uno de casi 12 minutos que en toda su extensión no va a ninguna parte y hasta el mismo James es arrastrado a la vergüenza. Intrascendencia sería la palabra.

Y no es un disco, ¡son dos! Dos discos donde todo se ensambla con una incoherencia y desdén hacia la composición que llega a dar miedo. 'Junior Dad', la que cierra el disco dos es ya el sumo de la experimentación. ¿Un shoegazing? ¿Con Metallica como cómplices?... olvídenlo. Pero así y todo me detengo aquí, con casi 20 minutos y a pesar de su título ridículo esta composición tiene mucho de lo que Lulu carece: una melodía inspirada, que te puede calar hondo, un ordenamiento lógico, una línea de guitarra bonita y un narrador que se pone en el lugar del oyente. Como una tabla de salvavidas que se niega a hundirse, al menos una porción de este tema es una verdadera síntesis de cada uno de los puntos fuerte de esta unión infernal, el himno callejero, la sabiduría de Reed en torno a esos códigos y la distorsión del tamaño de un estadio de Metallica.

Solo por un momento (ocho minutos) dentro de una hora y media de tortura -exagerando la nota- y sólo por ese momentáneo lapso de cordura se escucha la colaboración de Lou Reed / Metallica como un concepto plausible y sin embargo, su aparición en los minutos de descuentos del match (porque esto no es una asociación constructiva más bien es una pelea destructiva de perros grandes) nos sirve para NO olvidar cuán desastroso era todo lo que venía antes. Ah, y el tema que abre el disco dosc, 'Frustration', es capaz de sonar algo "ondero" por 1 minuto y medio. Frustrante. Esa es la palabra, "frustración". Quisieron con todas las ganas pero no les resultó para nada. Si bien Metallica se había equivocado antes, ahora lo han hecho "con todo" (the Metallica Way) en una elección arriesgada y de nula vocación masiva, una placa que no les va a reportar ningún tipo de beneficio, sino todo lo contrario. Se convierten en un mal chiste, y mientras más hablen de lo vanguardista que pueda ser todo esto, Lulu se convertirá en algo más hilarante y penoso cada vez.


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