sábado, 11 de febrero de 2012

EL ANARQUISMO EN ANTOFAGASTA


El anarquismo está estrechamente relacionado con el movimiento proletario de la región antofagastina. Desde principios del siglo XX, inmigrantes de Valparaíso, Santiago y de diferentes latitudes del mundo entero, arribaron a Antofagasta con la intención de sembrar la semilla de la idea en esta región, cosa que lograron con mucho éxito. Ya en la huelga de 1906 se evidenciaba una clara orientación libertaria, en todos los gremios de la ciudad se notaba algún rastro de la idea en sus postulados, y ya en la década del 10’, la propaganda ácrata había adquirido ribetes inesperados, con la fundación de centros de estudios sociales, ateneos y periódicos, todos con el objetivo de la redención social. En el interior de la provincia, en Chuquicamata, hubo presencia anarquista, pero en menor medida, y alga tardía en comparación a sus compañeros de la costa, pero no por eso es menos destacable la labor de estos compañeros, la de enfrentarse a la autoridad en pleno desierto.


Esta reseña busca revivir todas esas historias, algo olvidadas por nosotros, pero que sin dudas influyeron de manera decisiva en la organización popular de la región antofagastina.

LA SEMILLA COMIENZA A GERMINAR

Los primeros frutos de toda esta propaganda se dieron en la huelga de 1906 convocada por el gremio de los trabajadores del ferrocarril de Antofagasta a Bolivia. Las demandas eran un reajuste de sueldo en un 20% y media hora más para almorzar. El paro avanzó con los días e iba adquiriendo mayor apoyo popular, y debido a la indiferencia de la patronal inglesa dueña del ferrocarril, se convoco a una manifestación para el día 6 de febrero en la Plaza Colón. El meeting se inicio a las 4 de la tarde con 4000 asistentes, donde luego de las arengas de los dirigentes obreros, la Guardia Civil apareció a un costado de la plaza, y sin provocación alguna, procedió a descargar sus infernales balas entre la multitud. La policía rodeó la plaza, por la calle Washington disparaban a diestra y siniestra hacia la multitud. Un pelotón de fusileros se apostó en los balcones del edificio del club de la Unión, con el objetivo de dispararles a mujeres y niños que corrían desesperadamente. La masacre culminó con 48 muertos y cientos de heridos, aunque nunca se podrá saber con certeza cuantas victimas fueron realmente. Al respecto de estos hechos, El Marítimo publicaría en sus páginas que el “¡6 de febrero de 1906! Marcará una fecha, en lo sucesivo, de glorioso sacrificio para el proletariado antofagastino, i cubrirá de negro baldón la faz de la torpe burguesía”.
Este hecho será recodado por el proletariado como la matanza de la Plaza Colón, plaza en la cual muchos antofagastinos hoy en día gozan de sus instalaciones, caminan sobre ella y disfrutan de su decoración, sin saber que en ella hace más de 100 años masacraron a sus antepasados.
Al siguiente día de la masacre, se registraron incendios y saqueos de locales comerciales en la Avenida Angamos y en distintos puntos de la ciudad, las instalaciones del periódico El Industrial sucumbieron ante la sed de venganza del pueblo antofagastino, ante lo cual, los comerciantes y la burguesía de Antofagasta pidió a la policía reprimir estos hechos, acabándose el vandalismo a punta de bayonetazos, producto de esto se constataron numerosos obreros muertos por la represión posterior.
Pasados los días, el comité de huelga decide suspender definitivamente la huelga el día 8 de febrero, debido a la matanza, la represión y a que se anunciaba el desembarco de refuerzos militares para contener la paralización. Finalmente el día 10 ya se encontraban reanudadas las faenas, sin conseguir ninguna demanda.
Cabe destacar la gran presencia anarquista en esta huelga lo que se evidencia en la dirección que tuvo, en la radicalidad de las formas de lucha, inesperadas para una provincia sin ninguna movilización obrera anterior, y en las proclamas que se hacían desde el periódico El Marítimo, el cual no se definía como libertario, pero que sin embargo simpatizaba abiertamente con los anarquistas. La huelga de 1906 fue el primer gran movimiento de masas de la región antofagastina, y a pesar de que no se lograron los objetivos, se sacaron múltiples lecciones que servirían en la organización popular en el futuro.
Pasado el tiempo la idea se arraigaba cada día más entre el pueblo antofagastino. El año 1908, el grupo anarquista Luz y Vida fundo un periódico del mismo nombre, el que se publico hasta 1916, se crearon múltiples centros de estudios sociales, dentro de los cuales, los más importantes fueron el centro de estudios sociales “Francisco Ferrer”, y el “Fuerza Consiente”, lugares en los que se generaban variadas charlas, exposiciones en donde los obreros podían ser escuchados y encontrar un acceso hacia las nuevas ideas. Estos centros también influyeron en gremios como los panaderos, estucadores, trabajadores de la maestranza y de ferrocarriles, zapateros, jornaleros y tantos más, en general entre la gente más desposeída.

LA IDEA SE ARRAIGA EN PLENO DESIERTO

En la provincia El Loa la actividad libertaria se inicia a mediados de 1914, cuando un puñado de obreros decide fundar el grupo “El Pampino” con la consigna de difundir el anarquismo entre la clase obrera de Chuquicamata. Este grupo mantuvo cierto contacto con el grupo santiaguino que publicaba La Batalla, distribuyéndolo entre los mineros y también aportando económicamente para su sostenimiento. Este grupo participo en la huelga de 1915, sin embargo no lograron encauzarla en un sentido más combativo, quedando al descubierto la poquísima influencia entre los obreros chuquicamatinos.
Para entender la huelga de 1915, hay que estudiar la paralización de 1914 en el mismo mineral. Aquel paro se inicia el 29 de agosto de 1914, como consigna El Mercurio de Antofagasta, y las demandas eran mejoras salariales y la jornada de 8 horas. Con motivo de esto, y para frenar la huelga, las compañías estadounidenses dueñas del mineral deciden despedir a 200 trabajadores, remplazándolos con operarios de las oficinas salitreras cercanas. Este hecho provoco el fin de la corta pero intensa huelga.
La paralización de 1915 se inicia el 1 de julio con el deseo de reponer a los 200 compañeros despedidos en año anterior, además de presentar un pliego de peticiones ante la patronal, donde se toman peticiones del año pasado tales como las ocho horas de trabajo y el aumento de sueldo en un 25%, y también se sumaron nuevas demandas: Hora y media para almorzar, clases nocturnas a los obreros en la escuela, libre comercio en el campamento para los productos de tienda y alimenticios, rebaja en los precios de la Pulpería, rebaja en la contribución que dan los obreros en el hospital, mejoramiento de las habitaciones y que todas posean luz eléctrica. El paro tuvo una adhesión de mas de tres mil trabajadores, sin embargo luego de una semana, los trabajadores se encontraban en sus labores, fracasando totalmente la huelga.
En este hecho se evidencia principalmente la poca influencia de este grupo libertario en Chuquicamata, ya que no se registro ninguna acción combativa y no se dirigió la huelga desde el punto de vista ácrata, razón por la cual a la más mínima presión de la patronal, se volvía al trabajo y con la cabeza gacha, esto es explicable, según mi opinión por dos cosas: Primero por la nula cultura revolucionaria de los obreros chuquicamatinos de aquel tiempo, solo un par de años antes los mineros se habían enterado de que era realmente el movimiento obrero, y segundo, porque la población chuquicamatina estaba acostumbrada a variados vicios, gastaban el dinero del trabajo en prostitutas y en alcohol, el mismo Recabarren lo constata en un viaje echo al mineral.

ANTES QUE ESCLAVO, PREFIERO MORIR

El anarquismo jamás alcanzó la importancia en Chuquicamata, que la que tenía en Antofagasta, esto debido a lo expuesto anteriormente, pero sin embargo, hay que destacar la labor de esos compañeros, que sin tener el suficiente apoyo entre sus pares, se atrevieron y sembraron la semilla en pleno desierto, a pesar de las amenazas de la burguesía estadounidense instalada en El Loa, jamás tuvieron miedo, por eso, donde sea que estén esos compañeros, siempre los recordaremos y admiraremos su labor, ya que ellos son nuestro antecedente directo en la lucha, ellos son nuestros hermanos, los antepasados que convencidos de que es posible un mundo nuevo, lucharon por el y entregaron todas sus fuerzas con ese objetivo. Todos ellos, lograron que la burguesía temblara en miedo y se refugiara en sus palacios, tapándose sus oídos, sin querer escuchar ese himno que tanto nos caracteriza a los anarquistas y al pueblo entero, sin querer escuchar el himno de la esperanza: “Hijo del pueblo te oprimen cadenas..”

¡Viva la Anarquía!

Escrito por Cristian Mardones M.
Para el periódico anarquista de Calama, Sol Ácrata, Febrero de 2012.

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