Sónicamente, el álbum mantiene la inconfundible identidad que el combo estadounidense-puertorriqueño ha patentado, con instrumentaciones que a ratos se tornan abrumadoras, tonalidades menores, y complejas, indescifrables métricas. Sin embargo, esta vez la banda se da la libertad de experimentar con densos tonos de corte industrial, empleando sintetizadores y recurriendo a elementos de electrónica. Aún así, el carácter experimental del disco no se manifiesta en llevar la estética de la banda al extremo, sino retrotrayendo la propuesta y simplificado su sonido, hasta a ratos alcanzar un carácter que se torna sorprendentemente amigable. Eso manteniendo las proporciones, y sabiendo que es The Mars Volta de quien se está hablando.
La placa abre con 'The Whip Hand', corte que ejemplifica la densidad antes referida, con baterías sincopadas, angustiosas melodías vocales e una instrumentación sumamente recargada. La tendencia se repite en canciones como 'Dyslexicon' y 'Molochwalker', imbuidas de un frenesí a ratos abismante, con incontables secciones y con tonalidades y arreglos que bien podrían ser parte de un disco de Trent Reznor.
En la vereda del frente, hay temas como 'Aegis', 'Empty Vessels Make the Loudest Noise', o 'Lapochka', que ganan en profundidad al prescindir de tales excesos y dejar espacios que logran oxigenar la composición. Denominador común a todas ellas es la melancolía y tonos menores que Rodríguez-López tan elocuentemente ha retratado en sus lanzamientos paralelos, con matices que recuerdan a las ya lejanas 'Televators' o 'The Widow'.
Es precisamente en canciones como éstas, las más pausadas, donde se hace más patente la emotividad que pueden alcanzar la voz de Cedric Bixler y los arreglos en las cuerdas del compositor y guitarrista. Otros cortes como el single 'The Malkin Jewel' e 'Imago', reducen la ornamentación al mínimo haciendo que predomine el orden y una sencillez que TMV pocas veces se ha atrevido a mostrar.
La sección final del disco refuerza esa tendencia, con 'Trinkets Pale of Moon' y 'Vedamalady', dos canciones con sonoridades inquietantes y melodías sombrías para luego clausurar con la homónima 'Noctourniquet' y 'Zed and Two Nights', tracks donde convergen la potencia, el frenesí y la melodía que son transversales a todo el álbum.
La sensación que deja 'Noctourniquet' es la de un disco que, sin alejarse demasiado del camino que la banda ya ha recorrido, es un paso hacia delante, un movimiento que bajo ningún concepto suena como la segunda parte de un álbum anterior. The Mars Volta logra salir airoso una vez más y nos confirma que con ya casi dos décadas de vida, la sociedad Rodríguez-López/Bixler Zavala está muy lejos de desgastarse.
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