domingo, 29 de julio de 2012

ACUARIO


La tendencia en Chile ha sido más bien cortoplacista y conservadora. Pegarle el palo al gato y repetir la fórmula cuantas veces sea necesario, hasta, si se tiene algo de suerte, dar un último batatazo antes del retiro. Por eso un disco como “Acuario” es una verdadera excepción para el rock local. Como en su tiempo fue “Corazones” (1990), de Los Prisioneros, o “Viaje por la cresta del mundo” (1981), de Congreso, este es uno de esos álbumes corajudos y que rompen con el pasado inmediato de sus autores y, de paso, con la histórica inercia que ha marcado el derrotero de un buen número de grupos y solistas nacidos en esta tierra: cada uno en su parcela, sin molestar al de al lado.

Ahora claro, entrando en materia, el cambio no es un mérito en sí mismo. La música popular chilena también está llena de vuelcos, al menos sorprendentes, como el que emprendió Lucybell, una vez convertido en trío. Pero la gracia es que aquí Manuel García no sólo cambia de ropas y de género formal, sino que también evoluciona y lo hace sin perder su esencia.

Hablando claro, “Acuario” es un disco de pop convencional. Con baterías programadas, sintetizadores, coros radiables y un estilo notoriamente lejano a la trova y la cantautoría formal que se escuchó, con más o menos matices, en sus tres primeros esfuerzos en solitario. Pero también es un disco de canciones redondas como ‘Carcelero’ y ‘Madera’ y frases notables como las que se oyen en “Acuario” (“Frío y soledad de un hombre que está cubierto con diarios / esta es la ciudad que marcó San Juan en su calendario / violencia inmoral de peces que están en el mismo acuario”).

Esta canción no sólo revela la inspiración conceptual del álbum (nada menos que las “Crónicas Marcianas”, del fallecido Ray Bradbury). También habla de un músico explorando en nuevas coordenadas: el ahorro lírico de canciones que no superan los tres minutos, en promedio, y un nuevo estilo de canto caracterizado por las notas graves y la precisión melódica como la que se oye en ‘Cáprica’, suerte de homenaje a Depeche Mode y al synth pop ochentero, en general, y, sobre todo, ‘El miedo’, el exclusivo guiño progresivo de “Acuario”.

Manuel García se ha atrevido como pocos a cruzar el charco, pero el salto deja planteadas algunas dudas razonables: si esta mudanza de estilo será permanente o si este será el primero de varios títulos rupturistas en su catálogo. Como sea que lo resuelva (también habrá que ver cómo logra articular un show coherente con estas canciones y sus melodías antiguas), “Acuario” habla de uno que no quiso descansar en los laureles. Al contrario, cambió gloria por riesgo, algo que muchos de su generación nunca se atrevieron a hacer.


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