domingo, 28 de octubre de 2012

GP


Gepe nunca le hizo ascos al pop masivo. Como cantautor, ha versionado temas de Pet Shop Boys y La Ley. Cuando estuvo como DJ en la fiesta del año nuevo 2009 del Centro Arte Alameda, pinchó Britney Spears sin miedo a represalias. Tiempo después, en las páginas de la desaparecida Extravaganza!, comenzando el ciclo de “Audiovisión”, reivindicaba a Mazapán y Juan Luis Guerra entre sus favoritos. Y en julio de este año, entrevistado por The Clinic, declaró que “me gusta caleta la bachata”, citando al grupo Aventura.

Con esos antecedentes, era de esperarse el mestizaje entre Puerto Rico y La Tirana del single ‘En la naturaleza (4-3-2-1-0)’. Más sorprendente resultaba el primer adelanto oficial de “GP”, ‘Campos magnéticos’ (estrenado el 1 de enero mediante un video en vivo subido a YouTube), demasiado cabizbajo y opaco en relación al colorista “Audiovisión”. En su versión de estudio, esa canción termina convertida en pariente de la neoclásica ‘Sol de invierno’, marcando un paso triste, pero sereno y no tan apesadumbrado como sonaba en verano.

La prensa que ha cubierto la salida de “GP” insiste en que su autor escribe canciones más alegres que antes. No es tan así: hace tiempo que Gepe viene mostrando su faceta sonriente (‘Por la ventana’ es el mejor ejemplo), y en esta cuarta entrega el sanmiguelino continúa esa senda. La gran diferencia con sus anteriores trabajos es que ahora se nota con absoluta claridad la vocación popular de Daniel Riveros y su personaje cantautor.

‘En la naturaleza (4-3-2-1-0)’, es sólo el primer aviso de que la mano se viene distinta. Entre evocaciones al baile nortino, su beat reggaetonero teje el discurso de un solista que desea ser escuchado por la mayor cantidad posible de personas, y que, eventualmente, podría lograrlo. Sus canciones tienen lo que se requiere: toda la franqueza y la sensibilidad proletarias que parecían desaparecidas del pop local exportable hacen su aparición al comienzo de “GP” en el reggae ‘Fruta y té’ (“tengo el té calentito / fruta, pan y café / pa’ tomar desayunito / cuando te despiertes”) y ‘Con un solo zapato no se puede caminar’ (“jugamos los mismos juegos que todos querían jugar, disfrutamos de las cosas que nuestros papás nos podían dar”).

‘Bacán tu casa’ levita como una hermana de ‘Salón nacional de tecnologías’, pero con pinceladas brasileñas en vez de retoques cibernéticos. ‘Libre’ es carnavalesca y tiene palmas flamencas. Ambas, junto a ‘Campos magnéticos’, forman un trío de canciones que se explaya sobre las distancias que separan, las relaciones que cambian, el tiempo que pasa y la incertidumbre del porvenir. Pero el breve y críptico interludio ‘Lluvia diente lluvia’ pisa el freno y nos recuerda dos cosas: que, por mucha apertura que muestre, Gepe no siempre entrega sus mensajes en bandeja, y que en este disco los vientos son personajes fundamentales de la trama.

A dúo con la cantante mexicana Carla Morrison, la cadenciosa ‘Bailar bien bailar mal’ retoma la candidez hasta un extremo que podría considerarse infantil si no fuera por el desprendimiento casi budista de versos tipo “tengo lo que quiero y nunca pedí nada más”. El altiplano vuelve a la mira en ‘Platina’ y ‘Bomba chaya’, la clase de fantasías de pop vital y saltimbanqui que sólo podrían ser engendradas en este punto del mapa. Dos temas acústicos, ‘Un gran vacío’ y el track escondido ‘En el bolsillo’, apagan la luz y cierran la puerta de un disco resuelto con fluidez, sin complicaciones de más. Gepe lo explica mejor que nadie, cantando “traigo lo que gané en la lucha / lo que perdí lo dejé atrás”.


Por Andrés Panes.


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