lunes, 15 de octubre de 2012

MONSTER

Confirmada la participación de Kiss como headliner del primer día del próximo Festival Maquinaría 2012 en los faldeos pre-cordilleranos de Las Vizcachas, lo único que faltaba ahora era por fin tener a “Monster” en las manos. El lanzamiento de su primer single, ‘Hell or Hallelujah’, el 2 de julio pasado, había generado bastante polémica, más que nada por una muy mala mezcla. La canción tenía un horrible sonido de batería, que literalmente se escuchaba como si Eric Singer estaba aporreando un tarro de basura con sus baquetas.

Pero todo eso se corrigió. En la edición final del disco, todo suena como debe ser: potente pero ajustado, con instrumentos y voces en su sitio. El citado single cantado por Paul Stanley gana muchos enteros en relación a su primera versión conocida. Por ello, tras una portada bastante simple donde no se quebraron la cabeza buscando algo llamativo (la portada de “Sonic Boom” fue un auténtico pastelazo), lo que de verdad interesaba era escuchar los otros 11 nuevos temas.

Comenzando por ‘Wall of Sound’, una canción potente con Gene Simmons en la voz, que augura de entrada que nos encontraremos con el “core” del sonido Kiss, ése germinado en los ’70, y con algunas pinceladas de sus trabajos más duros de los ’80, llegando hasta “Revenge” (1992), el último trabajo realmente grandioso de los (en ese momento) ex enmascarados. Aquí hay rock n’ roll, hard rock y algunas pinceladas de heavy metal, sin baladas, teclados ni compositores externos. Y lo más relevante: con un Stanley bastante mejor luego de su operación de cuerdas vocales, un Simmons que (gracias a la magia de estudio, quizás) suena mucho más rejuvenecido vocalmente que su eterno compañero; y con Singer y Thayer tocando como Singer y Thayer, dejando de emular de forma constante los licks habituales de Peter Criss y Ace Frehley (aunque Thayer en un par de solos ciertamente invoca al gran Space Ace).

En esencia, “Monster” es un trabajo cohesionado. Un todo que no destaca por una colección de singles radiales o por buscar un hit ganador. Mas bien es un trabajo revisionario de las raíces del rock, con guiños a los Stones, a los Beatles, a The Who, a Zeppelin, a Aerosmith y a esa esencia de banda que ya lo dijo todo en su carrera. Que no tiene nada que demostrar y que en cada nuevo lanzamiento más bien celebra su longevidad junto a sus fans. En ese contexto, canciones como ‘Freak’ funcionan a las mil maravillas, con su aire hímnico y jovial. Con un Paul Stanley que camufla muy bien sus limitaciones, lo mismo que en ‘Back on the Stone Age’, que es pura joda, un aquellarre de rock n’ roll. Ya más serios, ‘Shout Mercy’ es un combo ganador, un gran tema que en “Revenge” no desentonaría para nada; y ‘Long Way Down’ podría emerger sin problemas de “Creatures of the Night” (1982), ambas cantadas por Stanley y con un groove notable aportado por Singer y Thayer.

‘Eat Your Heart Out’ viaja en la máquina del tiempo los primeros ’70, con esa entrada coral tan característica y el prominente uso del cencerro marcando los tiempos de la batería por parte de Eric Singer. En cambio ‘The Devil Is Me’ tiene un groove más heavy, muy “zeppeliano” en su percusión. Tommy Thayer toma el micrófono en ‘Outta This World’ y lo cierto es que funciona bastante bien en la canción más larga del disco (poco más de cuatro minutos de extensión), de su exclusiva autoría. Y en ‘All for the Love of Rock & Roll’ el que canta es Singer, quien siempre ha sido un muy buen corista, por lo cual no sorprende lo bien y natural que se le da un tema que podría haber estado en “Love Gun” (1977). En ‘Take Me Down Below’ encontramos otro monstruo del disco: cantado a dúo por Simmons y Stanley, un track inmenso que cabalga sobre gruesas líneas de bajo, con ese claro aire revisionista que lo hace brillar fulgurante. El disco (en su edición regular) se cierra con ‘Last Chance’, que sigue la tónica general de la placa sin bajar los decibeles ni la intensidad.

Sin duda, “Monster” corrige todo lo perfectible de “Sonic Boom” y de paso supera las expectativas de muchos por el hecho de ser un disco sin compromisos. Una placa simple, pero con muchas bolas y actitud, con el único objetivo de decir “seguimos vivos y más fuertes que nunca”. Y eso es exactamente lo que se espera de una banda de la trayectoria de Kiss. Ni más ni menos.






Por Cristián Pavez


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