sábado, 24 de noviembre de 2012
ISRAEL, EL EXTERMINIO CAPITALISTA EN PALESTINA
Si bien la crudeza de las imágenes difundidas últimamente por la prensa occidental social-demócrata sobre los “horrores” de la masacre cometida por los judíos israelitas contra los palestinos de la franja de Gaza nos insta a pronunciarnos al respecto, pretendiendo que bajo los criterios estéticos cristianos liberales denunciemos la “crudeza” e “inhumanidad” del cómo se llevan a cabo las acciones bélicas principalmente desde Israel hacia la franja de Gaza (dominada políticamente por el movimiento islamista Hamás), y que pidamos el cumplimiento de la normativa internacional burguesa sobre las causas de guerra (causa belli) y el cómo es correcto llevar a cabo tales guerras imperialistas (modus belli), es que nos vemos en la necesidad de manifestarnos desde una perspectiva ajena a cualquier ideología, liberal, social-demócrata, cristiana o islamista, y abordar tal conflicto desde una perspectiva de clase, la cual no reconoce fronteras y es por lo mismo internacionalista.
Desde el lado israelita se busca la justificación de los ataques armados llevados a cabo por las fuerzas armadas de Israel contra la franja de Gaza como una presunta respuesta a los supuestos ataques con cohetes desde territorio palestino, realizados por el semi-Estado de Hamás, hasta el interior de Israel, alcanzando uno de ellos, según argumentaron las ratas judías, a la ciudad de Tel-Aviv. De esta manera, y claramente en una maniobra que reivindica la pretendida justicia de este nuevo intento de invasión sionista contra territorios palestinos, es que Israel busca legitimar ante los ojos morales cristianos su exterminio contra los palestinos en Gaza, buscando muchas veces infructuosamente quedar ellos como víctimas de la “injustificada” agresión palestina. Por supuesto, quienes maquinan con el estado judío para expandir la influencia imperialista estadounidense en la región buscan, por medio de un discurso declaradamente racista anti-árabe colonizar los territorios resistentes a la ocupación sionista, buscando así aplastar el contrapeso de la moral social-demócrata que, controlando en gran medida la prensa occidental, busca “detener los ataques contra la población inocente”, sin condenar con ello la violencia que la sola existencia de un Estado en tierras usurpadas (doble violencia) presenta, pretendiendo hacer pasar por alto que el grueso del poder de la social-democracia mundial reside en el monopolio imperialista de las empresas y el tráfico de armas entre uno y otro de los estados que batallan por conquistar hegemonía y explotación proletaria, pero a nombre de los derechos humanos (que no son sino códigos burgueses para el tratamiento de mercancías humanas).
Así es que, por el lado pro-palestino, en su discurso dominante, defiende al pueblo palestino como “víctima inocente” del genocidio provocado por la inmundicia judía imperialista, defendiendo a su vez la “paz” en la región y condenando, con ello y así mismo, los ataques contra la ocupación imperialista judía de los grupos armados palestinos (sean de la tendencia que sean), lo cual no propone nada sino el puro cinismo de la sana convivencia entre dos “Estados” que, además de explotar a sus pueblos, hacen que ellos se olviden de su condición proletaria para afiliarse a las cruzadas nacionales y religiosas contra sus enemigos.
Pero tras mencionar la lógica argumental que busca legitimar las armas de un “pueblo” contra otro, nos queda una pregunta: ¿cuál es la auténtica naturaleza del conflicto? Los medios, convencidos y enclaustrados en el cadáver posmoderno que tienen por ideología, nos quieren hacer creer (no pensar) que lo que se vive en esa realidad “humanamente otra” de los lejanos conflictos de medio oriente es una especie de guerra entre un Estado que quiere defenderse de terroristas fanáticos religiosos que se esconden bajo supuestas reivindicaciones territoriales que ya casi se han desvanecido por la acción del tiempo, los cuales usan como herramienta de apoyo el rechazo a la brutalidad con que Israel realiza sus ataques. Pero de la misma manera que bajo la pretendida defensa israelita de su estado no es sino el puro imperialismo estadounidense ejecutado por su “perkin” sionista, es que los pretendidos ataques islamistas de Hamás contra lo poco que alcanzan a tocar de Israel no es otra cosa que la apropiación, por parte del monopolio político que tal organización posee y ejecuta en la franja de Gaza, de una lucha que, por fuera de toda religión y nacionalidad, es por definición una lucha anti-imperialista, y por consiguiente, es por lo mismo una lucha anticapitalista. Con ello no decimos que los palestinos que se encuentran por fuera de Hamás y que defendiendo su derecho a vivir reivindiquen la revolución social y la destrucción del estado como slogan revolucionario, puesto que son tan creyentes de su religión como cooperadores de las relaciones de poder impuestas por las clases dominantes en su mayoría, sino que de lo que se trata es del reconocimiento que un pueblo oprimido y subyugado por el imperialismo racista, religioso, y económico del Capital, debe tener de su propia condición; ello implica no simplemente ir y decir “es una guerra entre israelitas y palestinos”, lo cual sería desentenderse por completo de la raíz histórica y estructural de aquella simple realización puntual de un conflicto de intereses que tiene a esta guerra por una manifestación meramente puntual, sino saber que lo que viven (o más bien dejan de vivir) los palestinos es una guerra de exterminio provocada por la colonización capitalista de todo residuo territorial, productivo y de consumo proclive de generar acumulación para los dueños del capital multinacional, y el hecho de que los palestinos no reconozcan que la lucha contra el sionismo israelita debe ser por definición una lucha anticapitalista, es no reconocer la propia naturaleza del conflicto que los aniquila.
De tal manera, el hecho de que la prensa atribuya los ataques palestinos contra los territorios reivindicados por los judíos como suyos a la causa islamista y nacionalista árabe se debe, ante todo, a una serie de factores que nada tiene que ver con la condición puramente proletaria de la lucha palestina, y sí con todo el entramado farandulero de amistades y enemistades entre las coaliciones capitalistas que buscan repartirse el planeta. Primero que todo, el hecho de que la lucha de Hamás sea más visible que la lucha más proletaria por la liberación de palestina (hay que recordar que Hamás como autoridad política sólo controla la franja de Gaza, y no el resto de territorios palestinos controlados por la socialdemócrata Al Fatah) se debería principalmente a todo el apoyo militar y político que facilitarían los gobiernos islamistas de “oriente medio” hacia Hamás, dotándola de recursos de todo tipo para convertir a tal territorio en otra sucursal del imperialismo anti-gringo; también influye en ello la fuerza moralizante que tiene el aparataje religioso para dotar de sentido moral a las “cruzadas” realizadas por masas desesperadas de individuos que aguardan una muerte casi por inanición; como a su vez la invisibilidad aparente de la lucha revolucionaria en palestina se debería precisamente a la casi total carencia de medios materiales para llevarla a cabo. Todo ello, a pesar de las aparentes dificultades que se nos manifiestan para poder hacernos conscientes de aquello, no significa en lo más mínimo que no haya, bajo ese cúmulo de intereses, poderes y manipulaciones, una lucha revolucionaria que sí se reconoce como parte de aquella lucha general contra el Capital, por ser ellos mismos el objeto directo de su explotación, de la misma manera que en medio de las revueltas de los dos años anteriores en el Magreb, entre la tergiversación liberal de las luchas “a favor de la democracia”, surgían grupos que reconocían que las luchas contra sus dictaduras eran meras luchas contra las manifestaciones personificadas de un mismo régimen capitalista a destruir; de esa manera, el pueblo palestino (cuidado con la palabra pueblo, que no es más que una ficción romántica para unir a la ciudadanía burguesa) es estructural e históricamente, en el imperio del Capital, un grupo humano cada vez más proletario, faltando con ello el reconocimiento de sí mismo como tal y por tanto la reivindicación del real carácter de su lucha. No se trata, por tanto, de que, al igual que la ideología leninista, veamos en el anti-imperialismo la panacea y clímax de la lucha revolucionaria (que por lo demás es cotidiana, y más aun cuando es tu sobrevivencia la que está en juego), pues caer en esa ficción sólo nos llevaría al reformismo de intentar paliar las manifestaciones más magnificadas y naturales por lo demás de los conflictos de intereses de los estados capitalistas mundiales; sino que muy por el contrario, el anti-imperialismo no es otra cosa que uno de los tantos “frentes” a unificar en la lucha anticapitalista para hacer de ella una sola y única lucha que incorpore todas sus manifestaciones particulares y las dote de real sentido, tanto histórico como proletario.
Lo que se sigue de ello es que, de la misma manera que el palestino que lucha contra el avance sionista es cada vez más proletario y por tanto, quiéralo o no, manifestación de una lucha anticapitalista, quien se diga hoy por hoy judío (al menos a secas), no ya como un código racial o religioso, sino por pura filiación identitaria política, es cómplice de una de las tantas masacres que el Capital, en su afán por expandirse, produce contra quien resiste su explotación, siendo (al menos para el autor) iguales sionista y judío, pues hacerse cargo de tal apellido (a veces nombre) es hacerse cargo de una identificación política que no encarna otra cosa que el afán cultural del judío moderno; la acumulación y la defensa de su bolsillo, y su pretendida superioridad racista contra el resto de grupos humanos a explotar, quienes, al no tener nada más que sus vidas, pues ya todo les ha sido quitado, no les queda nada más sino la resistencia contra el imperialismo, o lo que es lo mismo, contra la explotación o el imperio del Capital.
De tal manera, y para ir finalizando, la lucha palestina no es sólo estructuralmente una lucha proletaria en potencia, por estar situada en una posición definida contra los poderes inmediatos del Capital mundial, sino que es, en su cotidianeidad, una lucha por la reivindicación de la vida misma, pues la exigencia de destruir el poder de la ocupación capitalista israelí no es simplemente, a diferencia de como lo hacen ver los medios burgueses, un simple capricho nacionalista árabe, sino que es la condición misma para la supervivencia de un grupo humano que, ante la miseria, las enfermedades, la explotación, y las invasiones y colonizaciones judías, debe luchar diariamente cada proletario para conseguir un pedazo de pan bajo riesgo de morir de hambre o a manos de un F-16 judío. En resumen, lo que se juegan los palestinos no es su religión ni su identidad nacional, es su supervivencia, y cada acto de reivindicación de la misma vida contra los poderes capitalistas (también sionistas) que la amenazan es un acto de subversión contra el avance natural del Capital y un acto de recuperación de la propia vida contra ellos; ante lo cual sólo nos resta dotar tales actos de sentido real, y por tanto, proletario, contra las heridas que los estados, el imperio del valor, y las ficciones religiosas le infringen.
Por Leoncio Almeida.
¡Proletari@s de todos los países, unid@s!
¡Solidaridad con el proletariado palestino!
¡Muerte a Israel, a los estados y a sus religiones!
¡Muerte a las lacras sionistas!
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