La reunión de Suede no fue una gran sorpresa. Brett Anderson, desde un comienzo, planteó que la disolución del grupo sólo era temporal, y que habría nuevo material de la banda en algún instante.
La mediocridad de su carrera solista alentaba el pronóstico de ese
regreso, confirmado a comienzos de 2010, y a la postre, un éxito
comercial con gusto a merecida reivindicación para un grupo que pasó
demasiado rápido del aplauso al ninguneo. Que los conciertos del
retornado quinteto fuesen sólidos, como esa inolvidable presentación el
año pasado en el Teatro Caupolicán, tampoco era digno de extrañeza.
Hablamos de un empalme que, glamour y melodramatismo mediante, siempre
aumentaba tallas en vivo.
Pero lo que sí asombra es “Bloodsports”. El sexto disco de los ingleses recupera lo mejor de su cosecha noventera con científica precisión. Si el dúo The KLF, después de lograr un número uno, lanzó un manual para fabricar hits, Suede le haría un favor a la humanidad describiendo cómo aisló los mejores componentes de la mezcla que los lanzó al estrellato. Su nuevo álbum es la conclusión de un diagnóstico que requirió autoobservación, inteligencia para reconocer los errores cometidos en “Head music” y “A new morning”, y una buena cuota de coraje para atreverse a enmendarlos.
Sacar un disco, en vez de quedarse pegado en el viejo repertorio, fue el único riesgo que corrió el grupo. El resto es una irrefutable prueba de seguridad traducida en canciones tan eficaces, que hacen posible ver los contoneos espasmódicos de Brett Anderson a través de los parlantes. La imagen del cantante se vuelve nítida en ‘Snowblind’ y ‘Hit me’, sacadas del sombrero de mago que la banda usó en “Coming up”, cuando nadie daba un peso por ella tras la salida de Bernard Butler. De esa placa, la de ‘Trash’ y ‘Beautiful ones’, desciende esta decena de temas divididos en dos partes.
El primer segmento de “Bloodsports” captura la electrizante arrogancia del quinteto, conserva el garbo y abandona la pose autodestructiva que estaba bien para los veinteañeros de “Dog man star”, pero que no funcionaría con un cuarentón rehabilitado a la cabeza. ‘Barriers’, el adelanto estrenado en enero y el tema encargado de abrir el disco, efectivamente es una muestra representativa del conjunto. Cualquiera de estas canciones podría colarse en los 90. ‘It starts and ends with you’ reescribe la génesis del britpop, la sentimental ‘For the strangers’ es lo que Marion quiso componer toda su carrera, y ‘Sabotage’ causa nostalgia como si fuese un viejo tema que no se escucha hace años.
‘Sometimes I feel I’ll float’ arranca la segunda fracción, donde los esfuerzos de Suede se vuelcan a una teatralidad que va creciendo conforme se acerca el final del álbum. A la sentida ‘What are you not telling me?’, le siguen ‘Always’, promesa de momento solemne en próximos recitales de la banda, y el ceremonioso cierre de telón con ‘Faultliness’. No hay desperdicio alguno en “Bloodsports”, un retorno que merece descorchar botellas, llenar copas y brindar por la redención de estos discípulos de Bowie que ahora hacen escuela rescatando su propia cosecha. ¿Dónde hay que firmar para que vuelvan a Chile?
Por Andrés Panes.
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