El anuncio tentaba. “Delta Machine” sería, según el comunicado oficial de Depeche Mode, una mezcla de “Songs of Faith and Devotion” y “Violator”, dos de sus obras definitivas. La realidad, sin embargo, dijo otra cosa. ‘Heaven’, el primer adelanto del álbum, no tenía el magnetismo necesario para engrosar la lista de grandes singles del trío inglés. Así que la
espera se hizo tensa. Casi dos meses después, respiramos con
tranquilidad: obviamente, el paralelo con las viejas glorias noventeras
era un bluff publicitario, pero “Delta Machine” supera lo hecho en
“Playing the Angel” y “Sounds of the Universe”, es decir, toda su
producción de la última década. Y ése es un buen inicio.
A propósito del título escogido para el disco, Depeche Mode alimentó la espera soltando otro señuelo: que el blues había sido la fuerza motriz de sus nuevas canciones. La verdad es que no destaca tanto como inspiración sonora, aunque es audible en ‘Slow’ y ‘Goodbye’, sino como método de composición. Un giro al minimalismo que recrudece el temperamento sombrío y apesadumbrado del grupo. La repetición de patrones, consecuencia directa de ese viraje, alcanza su clímax en la parpadeante ‘My Little Universe’, un tema que parece sacado de las fantasías húmedas de Thom Yorke.
Las fijaciones históricas de la banda, el sexo y la religión, se desatan con una sordidez que sus anteriores discos daban por perdida, en lo que supone un regreso completo a lo básico. Dave Gahan ya es un experto en asuntos carnales y divinos: a sus 50 años, puede ser un playboy que avasalla con su agresiva energía sexual en ‘Angel’, y después vestir traje de predicador retorcido a lo Nick Cave en la escalofriante ‘Alone’. El experimento Soulsavers le vino de maravillas al vocalista para recuperar el veneno que, hasta “Ultra” de 1997, podía escupir a distancia.
Martin Gore también trajo lo aprendido afuera de la nave madre. El eco de VCMG, la dupla que formó junto a Vince Clarke, retumba en ‘Secret to the End’. Como de costumbre, el mateo del trío canta solo, en ‘The Child Inside’, y su voz adusta, de crooner en decadencia, detiene el tiempo que con Gahan se acelera en la efectiva ‘Soft Touch/Raw Nerve’, donde el cantante casi sobreactúa su personaje de fanfarrón descarado. Pero el entendimiento entre el cerebro y la entrepierna de Depeche Mode es absoluto. El contraste de Gahan y Gore, el barítono y el tenor, la superficie y lo profundo, hace ganar puntos a ‘Broken’.
La coherencia de “Delta Machine” es tal, que hasta ‘Heaven’, el sencillo inexplicable, luce bien dentro del austero contexto que crea el disco. Se perdona que ‘Soothe my Soul’ sea ‘Personal Jesus’ de nuevo. Una banda con estadios por llenar necesita mostrarse exuberante de vez en cuando, aunque los pasajes en que la producción se torna rala, y cada elemento que conforma su música toma distancia uno de otro, son los mejores de este modelo 2013 de Depeche Mode. Por suerte, ésa es la norma del álbum. Gore, Gahan y Fletcher son unos sabios. La fe y la devoción siguen ahí, intocables.
Por Andrés Panes.
Si deseas escuchar su nuevo disco, haz click aquí:
http://bitshare.com/files/k4edgivb/depeche_mode_-_delta_machine_2013_bajatodo.net_.rar.html
A propósito del título escogido para el disco, Depeche Mode alimentó la espera soltando otro señuelo: que el blues había sido la fuerza motriz de sus nuevas canciones. La verdad es que no destaca tanto como inspiración sonora, aunque es audible en ‘Slow’ y ‘Goodbye’, sino como método de composición. Un giro al minimalismo que recrudece el temperamento sombrío y apesadumbrado del grupo. La repetición de patrones, consecuencia directa de ese viraje, alcanza su clímax en la parpadeante ‘My Little Universe’, un tema que parece sacado de las fantasías húmedas de Thom Yorke.
Las fijaciones históricas de la banda, el sexo y la religión, se desatan con una sordidez que sus anteriores discos daban por perdida, en lo que supone un regreso completo a lo básico. Dave Gahan ya es un experto en asuntos carnales y divinos: a sus 50 años, puede ser un playboy que avasalla con su agresiva energía sexual en ‘Angel’, y después vestir traje de predicador retorcido a lo Nick Cave en la escalofriante ‘Alone’. El experimento Soulsavers le vino de maravillas al vocalista para recuperar el veneno que, hasta “Ultra” de 1997, podía escupir a distancia.
Martin Gore también trajo lo aprendido afuera de la nave madre. El eco de VCMG, la dupla que formó junto a Vince Clarke, retumba en ‘Secret to the End’. Como de costumbre, el mateo del trío canta solo, en ‘The Child Inside’, y su voz adusta, de crooner en decadencia, detiene el tiempo que con Gahan se acelera en la efectiva ‘Soft Touch/Raw Nerve’, donde el cantante casi sobreactúa su personaje de fanfarrón descarado. Pero el entendimiento entre el cerebro y la entrepierna de Depeche Mode es absoluto. El contraste de Gahan y Gore, el barítono y el tenor, la superficie y lo profundo, hace ganar puntos a ‘Broken’.
La coherencia de “Delta Machine” es tal, que hasta ‘Heaven’, el sencillo inexplicable, luce bien dentro del austero contexto que crea el disco. Se perdona que ‘Soothe my Soul’ sea ‘Personal Jesus’ de nuevo. Una banda con estadios por llenar necesita mostrarse exuberante de vez en cuando, aunque los pasajes en que la producción se torna rala, y cada elemento que conforma su música toma distancia uno de otro, son los mejores de este modelo 2013 de Depeche Mode. Por suerte, ésa es la norma del álbum. Gore, Gahan y Fletcher son unos sabios. La fe y la devoción siguen ahí, intocables.
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