lunes, 22 de julio de 2013

SE CAIGA EL CIELO

Hace nueve años, Carlos Cabezas preguntaba qué había pasado con el niño Dios. Lo hacía en ‘Hey Dad!’, una de las canciones de “La nueva canción chilena”, el disco que traía de regreso a Electrodomésticos, la –con justa razón- banda chilena más endiosada de los ochenta. Después de separarse nuevamente, y de que los trabajos en solitario de Cabezas y Paredes corrieran suertes disímiles (la sobrevaloración de los boleros versus la indiferencia hacia el laudable “Kau”), la tercera encarnación del grupo firma un álbum que sigue planteando dudas, recurriendo sistemáticamente un stock de imágenes religiosas.

“¿Qué sabe Dios del corazón?”, se cuestiona el trío en ‘Besar adiós’, dedicada a una musa de atributos fantásticos (“fina elongación”, “risa rocanrol”). Pese a que los separa una distancia temporal considerable, la relación entre "La nueva canción chilena" y "Se caiga el cielo" es similar a la que había entre los primeros lanzamientos del grupo, "¡Viva Chile!" y "Carreras de éxitos". Existe un nexo que hermana a los dos discos, principalmente en intención. El terreno común es amplio: comparten inquietudes líricas, tintes industriales, episodios de agresividad y un indisimulado apego a las enseñanzas de Trent Reznor y Martin Gore.

Cualquier tentación de adjetivar a Electrodomésticos como innovadores o vanguardistas debe ser evitada. “Se caiga el cielo” ofrece muy pocas novedades respecto a trabajos previos; más bien, repite trucos sin pudor. Aunque esta vez con un nivel de prolijidad que invita a las definiciones llenas de superlativos. Nunca antes el grupo había sonado así, detallista hasta la crispación. La reiterada exposición al disco va revelando, capa por capa, estructuras armadas con suma paciencia. Placer dionisíaco para quienes navegan contra la corriente y todavía invierten su tiempo en desmenuzar sonidos.

El bajo punzante de Silvio Paredes en ‘Corazón’, los golpes de corriente en ‘Se caiga el cielo’, los guiños a ‘Home’ de Depeche Mode al comienzo de ‘Donde sueñas’, el giro drástico que ocurre en ‘La muerte que te vio nacer’. En ese tipo de detalles radica la fortaleza del cuarto disco de Electrodomésticos, compuesto de canciones que se toman su tiempo en aflorar, pero que justifican y premian la espera. Incluso las letras dispersas de Cabezas, enfrascadas en un diálogo libidinoso con la divinidad, cobran sentido de vez en cuando. A cuentagotas. “Quiero saber de dónde vengo”, clama. En su voz, que sale despedida como si tuviese una caverna en el pecho, hasta la duda existencial más básica suena preocupante y honda.



Por Andrés Panes.



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