El súper grupo del Hard Rock del momento en sin duda The Winery Dogs. Compuesto por tres legendarios y talentosos músicos como lo son Richie Kotzen (Poison, Mr. Big) en guitarra y voz, Billy Sheehan (Talas, David Lee Roth, Mr. Big) en bajo y coros, y Mike Portnoy (Dream Theater, Adrenaline Mob) en batería y coros, nos entregan su disco debut homónimo, que sin duda hará las delicias de los fans de estos tres virtuosos, con un disco que no tiene desperdicio y que contrariamente a cualquier idea pre concebida que se pueda tener, esta placa no es un ejercicio de auto indulgencia estéril buscando el virtuosismo individual, todo lo contrario, la base musical de la banda es un groove infeccioso, que fluye libremente gracias la gran química lograda por el power trío, que como conjunto, brilla a gran altura en todo el disco.
Lo que tenemos aquí es una sólida base de Hard Rock aderezada con blues, funk, soul y algún toque más modernoso o alternativo, pero que metido en el mezclador de TWD, suena realmente único y personal. Quizás la única crítica que se pueda deslizar, y esto hilando demasiado fino, es la extensión del disco, trece cortes que a veces se pueden hacer algo extensos, quizás con 10 ó 11 canciones hubiera sido un disco redondo y perfecto, pero aquí ya entra a jugar el criterio personal. Por otra parte, Mike Portnoy se apresuró en dejar en claro que el disco contiene sólo canciones originales compuestas por el trío y que nada hay aquí del material que durante un tiempo estuvieron trabajando Sheehan y Portnoy junto al gran guitarrista John Sykes (Thin Lizzy, Whitesnake), proyecto que no llegó a buen puerto y que abrió la puerta a The Winery Dogs quienes sumaron a Kotzen por recomendación de Eddie Trunk de That Metal Show y la KNAC, aunque Sheehan y Kotzen ya habían trabajado juntos antes en Mr. Big con muy buenos resultados.
En ese contexto, ‘Elevate’ abre la placa de gran forma, enunciando lo que será todo el álbum, un trabajo lleno de onda, ritmos infecciosos y exquisiteces en los detalles, donde cada músico aporta su talento en función de una libre expresión musical. Kotzen, además de ser un gran guitarrista, tiene una gran voz llena de soul y hace un gran trabajo como cantante. Sheehan como siempre, bombea alucinantes líneas de bajo, con ese sonido inmediatamente reconocible y distintivo que tiene, y con un Portnoy acoplándose muy bien a estos nuevos colores musicales, muy lejos del estilo progresivo, y todo eso se puede apreciar con grandes destellos de genialidad en ‘The other side’ que galopa sobre una alucinante base musical que remata con una gran jam final.
El disco fluye desde los grandes temas hard rockeros de aire festivo, que pueden recordar a Mr. Big como ‘Desire’ (y su genial canon central), ‘Not hopeless’ y ‘Six feet deeper’, pasando por sentidas baladas llenas de sentimiento blues como ‘I’m no angel’, ‘You saved me’, ‘Damaged’ y ‘The Dying’ (estas dos últimas en plan Audioslave/Soundgarden), a cortes más clásicos como ‘Criminal’, ‘One more time’ o ‘We are one’, donde se puede sentir un olorcillo a Zeppelin, Cream o Grand Funk o incluso a ese soul/góspel con el piano de ‘Regret’ que puede recordar a Lenny Kravitz o a un Marvin Gaye más rockero.
Otro aspecto a destacar en la gran calidad de sonido de la placa, producida por los propios músicos y con un sonido orgánico y natural, donde todo está perfectamente balanceado y mezclado entre los instrumentos y la voz, lo que permite disfrutar y descubrir los numerosos detalles llenos de magia que hay en la interpretación. Y lo mejor de todo, es que casi coincidiendo con el lanzamiento del disco, inmediatamente se tendrá la posibilidad de ver a la banda en acción el próximo 30 de julio en el Teatro Nescafé de las Artes, un sitio ideal para disfrutar de una de las más agradables sorpresas de la temporada, por lo que no queda más que desearle una larga vida a The Winery Dogs.
Por Cristián Pavez.
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