Cuando estuvieron en el festival de Viña en 2006, vivieron escenas dignas de la beatlemanía. Lo contaron con asombro en más de una entrevista, a la vez saboreando el lugar conquistado hasta ese momento.
En esos días, con sólo un par de discos, Franz Ferdinand era la resurrección de la misma fórmula bendita de Blondie: conjugar a una banda rock de actitud chic con la pista de baile. En un arrebato canchero, se impusieron algunas restricciones para que el truco luciera más. Por ejemplo, trabajar el sonido en plan de baja fidelidad, a contrapelo de los sofisticados mandamientos de la música disco, una de sus referencias y ambiciones. El acento lo-fi funciona como una máquina del tiempo para el cuarteto escocés. Franz Ferdinand encarna retro-modernidad. La voz de Alex Kapranos es tan siglo XXI, como perfecta para un cantante de orquesta de los años 20.
Muy susceptibles a la crítica y las ventas menores reportadas por el tercer título “Tonight: Franz Ferdinand” (2009), hoy citan aquella pasada en el estudio como si se refirieran a una fiesta de mal remate, con más culpas que buenos recuerdos. Paradojal, porque fue un buen intento por ampliar su vocabulario estilístico, y sumar alternativas con toques de electrónica de costado orgánico. Así, Right Toughts, Right Words, Right Action, título que suena a cántico de instrucción militar, a mantra de concentración y obediencia, representa un abierto intento por coger el mapa, retroceder un poco, ubicarse, y volver a las ecuaciones más directas de guitarra, bajo y batería.
Entonces el disco arranca con ‘Right Action’ precisamente en un ritmo que asocia funk con un tiempo marcial, junto a esporádicos gritos de pequeño batallón. Las estacas del sonido siguen en el mismo sitio. No hay brillos sino la sensación de que la música pasa por un rodillo gigante de frecuencia AM. Corren temas que podrían figurar en sus primeros discos como ‘Evil Eye’, con su aroma de melodía central de serie de dibujos animados que investigan misterios, y ‘Stand On The Horizon’ junto a ‘Fresh Strawberries’, de armazones ligeros, chispeantes y delicadamente nostálgicos.
En el último tercio surgen pistas hacia la supuesta dispersión de “Tonight…”, más experimentales en ritmos y alternancia de instrumentos, cediendo terreno a los sintetizadores y a la creación de ambientes elaborados y suscritos a cierta oscuridad.
Esta vez la sensación final con Franz Ferdinand tiene resabio bíblico, como el siervo de la parábola de los talentos enterrando la pieza, temeroso de asumir riesgos. Los escoceses hacen un disco funcional, grato, respetuoso de sus propias normas. Si sumaran décadas en el ruedo, lo de volver a los inicios se entiende. Pero usar los bastones del pasado tan pronto, inquieta.
Por Bernardo Devia.
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