Los dardos en contra de quien acuñó un hit inmenso como ‘I love rock ‘n’ roll’, cosecha fans de la talla de Dave Grohl, se hacen películas de sus inicios –la biopic de The Runaways-, y encarna el género con una facha que sigue inspirando la moda –las vidrieras neoyorquinas de otoño lucen su estilo-, son difíciles de lanzar en apariencia. Joan Jett está hecha a imagen y semejanza del rock.
Su estampa podría aparecer perfectamente en enciclopedias ilustradas; sin embargo es uno de esos extraños casos de sobrevaloración. En esa categoría el debate nunca acabará (Joy Division va a la cabeza según algunos). Pero la guitarrista y cantante de Pennsylvania junto a su banda de hace 30 años The Blackhearts, acumula méritos.
Ya con The Runaways el mito supera la sustancia. Más allá de la gracia de encarnar una alineación estrictamente femenina con cara de venir saliendo de una fiesta no apta para señoritas, se trataba apenas de una apuesta a medias entre un primitivo heavy metal mal tocado y un punk rock recocido en glam. Como solista, Jett rápidamente se refugió a la estela de The Sex Pistols (en 1979 grabó con Steve Jones y Paul Cook), y asumió dogmas hasta hoy posibles de leer como consecuencia o comodidad. El saldo de su obra semeja a un vinilo que gira en la tornamesa con el brazo pegado al final de los surcos. No avanza ni retrocede, no cruza ningún límite. Avanzó por una cara –la rockera de expresión desafiante y cachonda-, y eso es todo.
"Unvarnished" implica un refrito de clichés tallados para una clase. Abre ‘Any weather (606 version)’ con gritos de ¡hey! y palmas; tambores tipo Gary Glitter protagonizan TMI; la fragancia ramoniana impregna ‘Soulmates to strangers’; el rock clásico empuja ‘Hard to grow up’ (con un coro candidato al más sonso del año), y la balada de bar en hora de cierre ‘Everybody needs a hero’ enchufa unos arreglos de cuerda y vientos que lastimosamente pretenden majestuosidad. ‘Fragile’ es la eventual contraparte a ese material con aire prefabricado: el bajo dibuja dinámico, las guitarras son más densas, y el decorado con violines lo pensaron dos veces.
El conjunto de canciones y energías no consigue distraer de falencias no solo son evidentes acá, sino en pasajes completos de la historia de Joan Jett & The Blackhearts: es una artista limitada en más de un aspecto. Jett tiene menos ideas que Ozzy para moldear melodías. A lo sumo delinea un par de fraseos que sostienen el estribillo, y remata apretando la garganta en el coro. El grupo tampoco se esfuerza demasiado y, por cierto, fue evidente cuando tocaron en Lollapalooza 2012 en el parque O’Higgins. Imbuidos del personaje rockero punk, suenan como principiantes aunque peinen canas, planos y repetitivos. En los panteones de la música también caben gatos por liebres. Aquí tienen un caso.
Por Marcelo Contreras.
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