Noticias sobran respecto a Steven Wilson. Y buenas. A su importante trabajo junto a Porcupine Tree –que ha permitido a muchos reencantarse con el denostado rock progresivo, por su capacidad de expandirlo hacia otros territorios-, se suma su labor de remezcla de clásicos del estilo como Jethro Tull y King Crimson, su aventura junto a Mikael Akerfeldt de Opeth en Storm Corrosion, y su inspirado trabajo solista.
A principios de este año impresionó con la serenidad variopinta de “The Raven that Refused to Sing (And Other Stories)”, con colaboración de connotados músicos de sesión, un disco conceptual donde enfrentó con mayor énfasis en lo vocal la labor de “storyteller”. Y hoy se despacha un CD/DVD –un EP en estricto rigor- que complementa dicho trabajo, entregando nuevas versiones, versiones en vivo y alguna composición inédita.
En concreto, “Drive Home” contiene siete canciones, la mayoría ligada a su LP de este año. La canción que da el título al disco es una edición que, a pesar de tener tres minutos menos que la original, conserva perfectamente la dulce amargura de una historia que habla sobre los fantasmas de un hombre que enfrenta la muerte de su esposa.
‘Birthday Party’ es un tema inédito con influencias progresivas claras donde las cascadas de notas que salen de las guitarras dialogan con baterías precisas y entrecortadas, aún cuando haya momentos de tensa calma y cortes típicos en el estilo. ‘Insurgentes’ es otro de los temas no relacionados con su última entrega (es de su primer disco solista de 2008), aquí recogido de un concierto en Frankfurt. Si bien conserva los rasgos intimistas de la versión de estudio, su voz resulta más profunda, lo que es coronado con una explosión instrumental hacia el final que incluso así no resta al expresivismo minimalista del inglés.
‘The Watchmaker’, también tomada del mismo concierto, en casi doce minutos evoca al Genesis primigenio, narrando la estremecedora historia de un hombre que vivió cincuenta años con una mujer a la que no amaba. Igualmente intimista y casi folk al inicio, el momento de clímax instrumental parece querer exorcizar la frustración, a punta de un saxo libre, desarrollos vocales, un piano tornasol y sutiles guiños melódicos al ‘Shine On You Crazy Diamond’ de Pink Floyd.
Aunque pueda parecer prescindible editar un disco en vivo, en este caso se justifica debido a la elegancia, potencia y carácter orgánico con que resuenan las canciones, ideas quizás contradictorias, pero que en una personalidad como Wilson se funden de manera perfecta. En el caso de ‘The Holy Drinker’, la versión en vivo conserva la tensión de la original, de mano de los riffs de guitarra que dan el pie a las diferentes partes (saxo y teclados soleando) y de una expresividad vocal riquísima.
‘The Raven….’ aparece en dos versiones. La primera suavemente orquestada con cuerdas, que aportan mayor épica a una interpretación que recuerda los buenos momentos de Mark Hollis. La segunda, recogida en vivo, pone énfasis en la atmósfera y en la interpretación de Wilson y su final es acorazado a medida que los diferentes instrumentos van aglutinándose. Un final irresistible, que recuerda que Wilson tiene la increíble capacidad de elevarnos y dejarnos caer. Quizás tristes, su directa emocionalidad interpela de tal manera que volvemos a creer en las directrices esencialmente “artísticas” aplicadas al rock.
Por Cristóbal Cornejo.
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