Ha muerto Nicolasa Quintreman Kalpan, mujer mapuche, dirigenta y lideresa del territorio mapuche pehuenche. Por todo el Wallmapu (país mapuche) se escuchan cantos, pifilkas y trutrukas ancestrales. Ha partido en viaje con las abuelas y los abuelos, una gran mujer pequeña que ha dejado una senda inmensa.
Que Nicolasa sea mujer mapuche no es coincidencia. Las mujeres mapuches tienen una fortaleza sin igual, curtida en la piel a fuerza de trabajo, mucha alegría y por sobre todo rebeldía. Bien lo sabemos quienes hemos sido criados/as por madres y abuelas mapuches, derechitos/as como pellin (firme como roble) y para nada apilguados/as (sin fuerza) a la sombra de mujeres cálidas, amables y de muy buen humor, pero tremendas cuando se enojan. Se nubla el cielo y sentimos pasar su mirada como un relámpago por nuestra columna vertebral: “la abuela se enojó”. Muy pocas cosas hacen enojar a las abuelas mapuches, pero cuando esto ocurre ¡por el wenumapu (cielo mapuche/tierra de arriba) que tienen razón! Nicolasa Quintreman, la dirigenta de Ralko Lepoy, se había enojado, estaba dolida y enrabiada, porque nuestro azmapu (cosmos mapuche) peligraba. El rio Biobío, ya no era la última frontera libertaria protectora.
Nicolasa, mujer mapuche, junto a otras mujeres mapuches, levantaron su voz, su cuerpo, sus entrañas, su todo, contra el megaproyecto que pretendía constreñir el Biobío. Este alzamiento rebelde femenino fue un ícono contra el sistema capitalista patriarcal winka (no mapuche), que todavía no logra entender cómo un par de mujeres de baja estatura, lograron retrasar la construcción de la mega represa y que, además, marcaron a toda una generación de jóvenes mapuches, que vemos en ellas el caudal ancestral que nos mantiene vivos/as, con más fuerza que nunca y proyectándolas en nuestros/as hijos/as.
Nicolasa, desafiando las reglas del género winka femenino, que mandata a ser mujeres sumisas, pasivas y femeninas, emprendió con todo contra las cinco reglas del mercado, la oferta y la demanda, el bien superior de un país, capitales extranjeros, estudios de impacto ambiental, y todos aquellos conceptos masculinizados provenientes de una hegemónica economía anacrónica winka, con todo el newen (fuerza) de las mujeres mapuches de todos los tiempos.
El alzamiento rebelde femenino de Nicolasa es notable. Su ruka junto al gran río, fue una matriz primigenia de mucha sabiduría, un útero en que se escuchaba, se dialogaba, se compartía en nutram (conversación) la resistencia. Aunque muchos gustaron de recordar la caricatura de las abuelas “quiebra platos en la cabeza del director de CONADI”. Este acto, mirado desde una perspectiva de género, fue utilizado como una bomba racista y machista en contra de ellas, puesto que buscó desacreditar a las hermanas Quintreman zambulléndolas en la histeria y la violencia, que sólo dos mujeres solas, viejas y más encima mapuches eran capaces de perpetrar. Irracionalidad pura ante tanta promesa de progreso nacional, mujeres indias tenían que ser.
Para la dirigencia masculina mapuche tradicional, Nicolasa y las demás también emergieron de forma sorpresiva, no acostumbrados a que las mujeres mapuches ejercieran en la arena política del espacio público fuera de sus rukas (casas). A más de alguno le hicieron fruncir el ceño y su buen retorcijón de apoy (estómago) le dieron. Al inicio, pensaron en ellas como unas ñañas esencialistas, que reaccionaban al igual que la ñuke mapu (madre tierra) a tanto atropello winka (no mapuche). Claro está, ante tamaño descalabro de la naturaleza, las mujeres tenían que irrumpir, para defender su esencia. Pero no, Nicolasa y las demás no sólo se alzaron rebeldemente, sino que hicieron política, ejercieron poder político femenino y dieron cátedra de cómo se hace, al más alto y puro estilo de la diplomacia mapuche, alejadas del mito del joven weichafe (guerrero) mártir.
Luego de las hermanas Quintreman, la clase política chilena y la mapuche no fueron la misma, no somos los mismos/as. Nicolasa y las demás, sembraron un camino que estamos recorriendo, un sendero que no tiene retorno, que entiende un Chile nunca más sin nosotras, en el cual los pewmas (sueños) de los ancestros/as están más vivos y presentes que nunca, rumbo a recuperar nuestra autonomía y libre determinación.
Nicolasa, sigues viva, más viva que nunca, caminas entre los cuentos y sueños reales de nuestras hijas, protagonizando el relato más bello y potente, el del newen (fuerza) de las mujeres mapuches.
Bello y hermoso viaje. Nicolasa, en esta mapu (tierra) nos quedamos muchas luchadoras de tu casta.
Marrichiweu (diez veces venceremos).
Por Carola Naranjo Inostroza-Igaiman
Antropologa social.
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