miércoles, 16 de abril de 2014

BLACK LIPS - UNDERNEATH THE RAINBOW

Séptimo disco de Black Lips. Otro paso en el camino circular que recorren los de Atlanta, Georgia, doctores en revival garagero. 

"Underneath the rainbow" tira por la borda la sofisticación insinuada junto a Mark Ronson, el productor de Amy Winehouse, en el domesticado "Arabia Mountain" de 2011. Las ambiciones exhibidas en su acercamiento al método Spector, pasado por el colador "Pet Sounds", se evaporaron sin dejar mayor rastro. El grupo opta por quedarse en su zona de comodidad: ese pastiche alborotador y pendenciero que aborda con la convicción de Daniel Day-Lewis cuando asume un reto actoral.

Detrás del vidrio, Patrick Carney. Su mano acarrea los estilemas de Black Keys, el dúo en el que toca batería, y fortalece el carácter profundamente norteamericano de un blues desafiante (‘Boys in the wood’) o un rocanrol vieja escuela (‘Drive by buddy’), aunque eventualmente se vuelve pesada y en exceso notoria: ‘Dandelion trust’ es casi una canción de Black Keys. Carney sufre el mal de Timbaland, la enfermedad de los productores que no desean pasar desapercibidos. Quizás compensa acá su falta de protagonismo respecto a Dan Auerbach, quien sí ha podido adaptarse al rol de asesor. Lo demostró grabando al guitarrista sahariano Bombino sin occidentalizar su rock desértico.

Ajenos a cualquier pugna subrepticia, los Black Lips conservan la personalidad disparatada que desde su primer día obliga a comparar a Cole Alexander, su vocalista, con Jonathan Richman de Modern Lovers. Si Lady Gaga conmociona al mundo con su show lleno de vómito es porque la memoria es frágil: Black Lips hacían lo mismo (¡y más!) hace un par de años. Sus ocurrencias escatológicas eran comparadas con las del peor de todos, el desaparecido y peligroso GG Allin. Que Alexander grite "¡Ven a chupar la leche de mis tetas!" en 'Funny', o que 'Do the vibrate' sugiera que los celulares sirven para masturbarse, cae en el marco de lo esperable.

Peculiaridades a un lado, en "Underneath the rainbow" se manifiesta la habilidad de Black Lips para hacer malabarismo con las influencias de siempre: Link Wray, Norman Greenbaum, Ramones. Cierto clima de ilegalidad, como si intentaran musicalizar la huida de un fugitivo cinematográfico que vive entre carreteras polvorientas y bares malolientes, inunda el disco cuando invocan al punk primitivo ('Dorner party') o tiñen de fuzz lo campirano ('Justice after all'). Y se intensifica en 'Smiling', que engaña con sus aires playeros, pero trata sobre problemas con la policía. Donde no hay peligro, los temerarios Black Lips tampoco encuentran diversión. El cielo puede esperar.





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