Ampliamente difundida, la nomenclatura de los sesenta sirve para explicar lo siguiente: si Tame Impala ocupan el lugar de los Beatles sicodélicos, entonces los debutantes ingleses Temples deben ser algo así como los Monkees.
Un grupo de aspiraciones artísticas menos profundas, habitante pasivo del espacio diseñado por otros, pero con un alto índice de aciertos a su favor. En “Sun Structures”, Temples debuta con los ojos puestos en la masividad. El pop es su destino; la lisergia, sólo un vehículo.
Grabado en una casa en condiciones precarias y con un presupuesto mínimo, asegura -y se jacta- su líder James Edwards Bagshaw, el primer disco del grupo es una experiencia que no sorprenderá a ningún conocedor de Pink Floyd, los Byrds o los Zombies. Obedece a un libreto familiar, el de “Revolver” (bendito seas, Geoff Emerick), como una novela policíaca que atribuye la culpa al mayordomo. Pero no molesta repetirse una historia cuando está bien contada. En ese aspecto, es el equivalente sicodélico del chiste del taxista que contaba Sandy.
Manual en mano, Temples imita trucos ajenos con asombrosa soltura de cuerpo y sorprende su acabado entendimiento de un género desarrollado hace medio siglo. Aunque también da pena la comodidad con la que prácticamente asumen desde un comienzo, con la típicamente británica 'Shelter Song', que no queda nada por inventar. No hay un solo rasgo, apenas uno, que distinga al cuarteto del resto de sus contemporáneos y lo eleve a la categoría de artistas con personalidad que integran filas similares como Foxygen o los ya -inevitablemente- mencionados Tame Impala.
Aun así, “Sun Structures” recrea con innegable gracia, salvo en su carátula inspirada en “Who's Next” de los Who, pero sin orina y con retoque digital. Hay tantos ganchos en sus canciones que pronto se vuelve inevitable la invasión de los gusanos cerebrales contenidos en 'Mesmerise' o 'Sun Structures'. El encanto es fugaz: Temples, como Kasabian (a los que prácticamente citan en la batería de 'The Golden Throne'), es la clase de banda portal que permite a los interesados adentrarse en la música de otros, pero, después de conocer las fuentes que saquea, su debut carece del magnetismo necesario para quedarse entre los discos de cabecera por mucho tiempo.
Por Andrés Panes.
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