domingo, 3 de agosto de 2014

CRÓNICA DE UNA MUERTE OLVIDADA: EVARISTO MONTT

Una de las animitas más grandes de Chile está en Antofagasta, en la calle Pedro de Valdivia muy cerca de Montevideo. Por sus características, guarda bastantes semejanzas con la célebre animita de Romualdito en la Estación Central de Santiago: ambas pertenecen a un ex funcionario ferrocarrilero fallecido trágicamente y se encuentran adyacentes a instalaciones relacionadas con el servicio de trenes, además de estar conformadas por varias "casuchas" en un tramo de muro antiguo que se conserva especialmente por la presencia del culto popular allí destacado, mismo que las mantiene fulgurantes de llamas de velas durante cada noche. Salta a la vista, además, que la de Antofagasta incluso es más grande que la famosa animita santiaguina.

Este caso antofagastino, muy conocido en la región, es el de Evaristo Montt. A pesar de los abolengos políticos del apellido en su época, este personaje era un sencillo cuidador y sereno del servicio de trenes que todavía existe allí, pues las historias dicen que trabajaba en las instalaciones de la Estación Norte del histórico Ferrocarril Antofagasta-Bolivia (FCAB) en el turno de noche, vigilando el lugar y haciendo labores de rondín. Sin embargo, otras referencias dicen que su labor de sereno o farolero no era en este punto exacto del recinto donde tuvo lugar su muerte, sino que justo se encontraba transitando por este sector cuando sucedió la tragedia, para su desgracia final.

Sucedió que, en una de aquellas jornadas de trabajo, el día 15 de julio de 1924 según reporta un artículo de "El Mercurio de Antofagasta" en 2001, se hallaba allí en la estación un tren que iba hacia las oficinas salitreras que todavía operaban en aquellos días, aunque otra versión asegura que el convoy justo estaba saliendo rumbo a Calama. Algunos agregan que el tren iba cargado con petróleo.

Inesperadamente, estalló la caldera de la máquina a vapor. El accidente provocó una terrible explosión que causó la muerte de cuatro trabajadores allí presentes, entre ellos el infortunado Evaristo, cuyos restos volaron por sobre las instalaciones y fueron a parar afuera del recinto, cayendo junto al murallón donde está su animita, precisamente. La explosión se escuchó por toda la ciudad y los vecinos del barrio ferroviario corrieron a mirar la dantesca escena que allí quedó a la vista. Algunos fragmentos de la locomotora incluso fueron a parar a dos kilómetros del lugar de la tragedia.

Por alguna razón, la dramática muerte del funcionario Montt causó más consternación general que los otros fallecidos, el maquinista Juan Cáceres Gutiérrez, el fogonero Eulicio Ramírez Donoso y el empleado Claudio Chacana, este último muerto no instantáneamente sino tras una horrible agonía. Aunque el sereno fue sepultado en un nicho del camposanto local (y no en el Mausoleo de los Empleados del Ferrocarril, como algunos creen) junto a la tumba de otros funcionarios de ferrocarriles fallecidos en los años setenta, fue el sitio de su drama final el que se convertiría en punto de fe.

Así ocurriría que, en el lugar donde cayó su cuerpo destruido por el reventón de las calderas, la gente instaló un pequeño altar con ofrendas que fue creciendo rápidamente hasta convertirse en el verdadero santuario popular que es ahora, con peticiones de favores, pagos de mandas y toda la fama de "milagroso" que conserva hasta hoy en ese muro ennegrecido por décadas de hollines de cirios y velas.

Tengo la impresión de que la especie de cubículo grande y con marco-contorno en que está instalada la animita, fue adicionado en la muralla en tiempos posteriores. La mayoría de las placas allí colocadas agradecen al ánima desconocidos favores concedidos, pero puede intuirse que varios de ellos se relacionan con cuestiones de salud o bienestar familiar, aunque me parece que esta animita fue la preferida de los trabajadores del servicio ferrocarrilero y otros obreros.

No cabe duda de la fama de milagroso, por cierto, dada la cantidad de estas placas. Destaca, sin embargo, una cruz de piedra colocada en lo alto y al centro del conjunto, con una inscripción de agradecimiento a Evaristo Montt de parte de "C. Robres y familia", con fecha del 7 de mayo de 1960. Hay algunas fotografías en algunos cuadros de ofrenda que podrían pertenecer al fallecido Evaristo, pero como no tengo seguridad de este dato, las obviaré por ahora.

En otra curiosa analogía con la historia de la animita de Romualdito en la capital chilena, la de Evaristo Montt quiso ser retirada una vez por las autoridades municipales, aduciendo razones estéticas como motivación. Mas, como hubo un gran descontento ciudadano contra la sola idea de destruir la animita, se propuso a continuación trasladarla completa hasta algún lugar menos vistoso, propuesta que también naufragó: a diferencia de los capataces de turno en la administración municipal, los antofagastinos querían a su animita; y aún la querían allí. La gran cantidad de visitas diarias que recibe, así lo confirma.

Sin embargo, Evaristo tiene también una gran diferencia con Romualdito: mientras la tumba de este último se ha convertido en objeto de peregrinación y devoción por el "santito" popular en el Cementerio General de Recoleta, el humilde nicho de Evaristo Montt en el Patio B Norte del Cementerio de Antofagasta está casi olvidado y sin visitas, como constató un reportero del diario "La Estrella del Loa" en abril de 2009.

Así, junto a la tumba milagrosa de Elvirita Guillén y la animita de Juanita Guajardo, el altar de Evaristo Montt está entre las más famosas animitas de Antofagasta y las más conocidas de todo el país, próxima ya a cumplir 90 años desde la tragedia que le diera origen y con un gran culto alrededor de sus innumerables pretendidos milagros y favores concedidos.

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