lunes, 18 de agosto de 2014

LOS FANTASMAS DEL CASO BOMBA

Cuando finalizó el “caso bombas” nos encontramos con algo mas que un montaje que se caía. Nos encontramos con el fracaso de un ataque jurídico por parte del Estado hacia quienes forman parte del movimiento que expresa las contradicciones del capitalismo y las materializa en diversos actos que intervienen en la realidad de la mercancía para alterarla, despojarla de su normalidad, de su constante reproducción y observación de un mundo que no controlamos y en el cual simplemente somos un engranaje que actúa acorde a ciertas racionalidades que nos han sido impuestas como propias. Es el presente perpetuo que circula ante nuestros ojos y se muestra como una realidad petrificada, sin grietas, naturalizada como la única forma de entablar relaciones y vivir.

Para nosotros eso fue el caso bombas. Y viéndolo de esa forma, el fracaso no era un mero montaje contra inocentes. Era un golpe para fortalecer al Estado en su función disuasiva y preventiva, en su control y fuerza. Era un modo de conformar una opinión publica que le ofreciera mayores garantías para descargar toda su fuerza contra lo que atenta al orden capitalista. Y aquello fallo. Lo que quedo visible fue la incapacidad del Estado en castigar a sus enemigos. Pero por lógica era claro que “la cobrarían”. Y así parece.

Remontándonos al intento de expropiación en el cual es asesinado el compañero Oversluij, la prensa curiosamente no armo revuelo respecto a aquella acción…se hablo de delincuentes que eran cercanos al anarquismo. Esperábamos que la prensa pusiera el grito en el cielo, pero sabíamos que si no lo hacían era porque la inteligencia policial empezaría a trabajar subterráneamente.. Sabíamos que si no hablaban era porque se armaría un nuevo puzle. Cuando este esta listo, cuando el pan esta en la puerta del horno, empieza de nuevo el proceso de conformar esa opinión publica que legitime la nueva puesta en escena de un enemigo que debe ser liquidado, pues si bien pueden hacerlo cuando quieran, de todas formas necesitan una movilización de la población para colaborar en aquella “cruzada” contra los subversivos. Y la necesitan para poder recomponer su fracaso, la debilidad que fue expuesta.

La cosa es simple: hace tiempo que han ocurrido acciones directas pero apenas ocuparon paginas en la prensa. No se alarmo como otras veces. Ocurrió lo del metro los dominicos y el guion estaba escrito, las conclusiones fueron inmediatas: los anarquistas ahora quieren atentar contra la población. La mesa estaba servida. El silencio de la prensa y su modificación radical en su agenda nos hace evidenciar que requerían de un momento de cierta “tranquilidad” mediática, instalar esa tranquilidad en tanto representación de la mercancía como realidad para dar una vuelta radical en aquella: de un momento a otro aparecen en escena los subversivos que, esta vez si, quieren generar terror en la población y así propiciar el terreno no solo para instalar en lo público la necesidad de cambiar la ley antiterrorista (para poder dotarse de mejores armas en esta guerra) pero mas importante aun es que podrían recuperar el “caso bombas” y dotarlo de otro significado.

Y es que lo vital para el Estado no es encontrar culpables, sino demostrar que siempre tuvieron la razón, que los absueltos por el caso bombas, o quizás el circulo cercano a aquellos, siempre fueron los responsables. (Este discurso que se ha instalado viene de parte de nuestro viejo conocido y cocainómano, jalandro peña quien lo aseguro en La Tercera.)

Y no se trata de victimizar a nadie, no se trata de alegar inocencia. Se trata de recomponer el fracaso, de volver a aquello que no funciono y demostrar que estaban en lo cierto, que no perdonan. Es ahí donde esta cuestión tiene que ver con la recomposición del Estado, de suturar aquel momento en que se develo su fragilidad. Es ese fracaso el que el poder suele verbalizarlo como “la absolución de los acusados provoco que se sintiera un aire de impunidad”. Es decir, el golpe debía atacar a las convicciones de que el Estado es vulnerable.

Es la detallada construcción de una pseudorealidad en donde nos quieren poner en un lugar de incapacidad de actuar y de un sin sentido del mimo. Es aquello lo que quieren demostrarnos al proclamar la invencibilidad el Estado, del dominio total del Capital, Eso es lo que buscan los golpes.

Pero sabemos que no es así: el capital tiene condiciones materiales que lo hacen posible, cuestiones que son posibles de abolir por una fuerza que existe, que esta ahí, que es parte de un movimiento informal del cual formamos parte todos los que identificamos las contradicciones y vemos que es posible acabar con esta vida reducida a una mercancía. El enemigo hemos sido siempre aquellos que apostamos por acabar con la determinación de nuestras vidas por el valor que se valoriza. Ese objetivo es lo que nos reúne como movimiento, con diversas tácticas que actúan de manera aislada, difusa, colectiva; que expresan las capacidades de muchos en alterar la normalidad del capital desde la precariedad proletaria.

En este caso apuntan a lo más visible. El daño a las estructuras del mundo de las mercancías, como una táctica, es una fuerza potencial cuando se recuperan aquellas acciones y potencian la convicción y capacidad del movimiento. Ante otras tácticas (la creatividad del proletariado es algo que no pueden eliminar cuando sabemos como se reproduce esta mierda) que resquebrajan las representaciones mistificadas del capital y que constituyen la pseudorealidad del espectáculo, existen técnicas mas sutiles para controlarlas, no tan mediáticas aun cuando su peligrosidad para el poder puede ser hasta mayor que un bombazo. Pero la importancia de estas últimas radica en que exponen más abiertamente su debilidad. Por lo mismo el haber apuntado a una organización que seria responsable y haber fracaso en ese intento se vuelve una obsesión para el Estado. Una obsesión en tanto la precariedad de ese actuar no puede ser derrotado y por tanto el fortalecimiento de este proletariado pondría en mayor riesgo al Estado.

El caso bombas se volvió entonces una vieja herida para el Estado, para el Capital. Requieren restablecerlo, ponerlo en escena y recomponer su fragilidad. No nos criminalizan, simplemente buscan reforzar las condiciones en las cuales lo inmediato aparece como un presente perpetuo, en donde se interioriza que este mundo de las mercancías es la condición de la propia existencia y por tanto, aquel que se le opone, es una amenaza a su propia existencia mercantilizada.

A nosotros no ha de importarnos si tal o cual acción genera una modificación en los mecanismos represivos pues eso lo harán se haga o no algo. Lo que debemos tener en cuenta es que si el poder empieza a aceitar su aplanadora nosotros debemos estar preparados. Pensar todos los escenarios posibles, no huir, al revés: afrontar y demostrar la superioridad de nuestras convicciones y capacidades ante los defensores del Capital.

Atacar al Estado y Capital en todo momento no ha de ser una consigna atribuible al insurreccionalismo. Atacar la realidad no es únicamente la destrucción material, es instalar la dislocación en las relaciones sociales, es poner en común nuestra existencia proletaria con los otros y conformar una verdadera red informal que tensiona lo establecido. Cada acto, gesto y acción es la potencia para que las contradicciones se hagan más fuertes y la representación mercantil de la realidad se resquebraje. No acumulamos fuerzas, simplemente creamos las condiciones para nuestra propia emancipación. Y aquello es un proceso que no es proceso pues no avanza hacia un final determinado, no es teleológico. Es la construcción de la insurrección, es el estar siempre preparado para la destrucción de lo que hace posible nuestra reducción a meras cosas.

No hay comentarios: