Dave Grohl es un trabajólico, pese a que no se note en el tiempo que pasó desde la salida de “Wasting Light” (2011) a “Sonic Highways”. No solo eso, sino que también en cada álbum busca renovarse de una u otra manera.
Para su disco anterior, se plantó en el garaje de su casa y registró todo en sistema análogo –una vuelta a lo básico- mientras que este trabajo habla de expansión, comenzando por la idea de grabar los ocho temas en una ciudad distinta de Estados Unidos, hasta grabar un documental que registrara el proceso del álbum y que además, sirviera como un efectivo plan de marketing para la placa.
El plan es loable. Grohl eligió ocho localidades decisivas para el sonido de la música norteamericana –y en un buen porcentaje, mundial- para empaparse de su vibra: Chicago, Washington D.C., Nashville, Austin, Los Angeles, Nueva Orleans, Seattle y Nueva York, pero sin recurrir a lo obvio, no porque ‘Something From Nothing’ fuese registrada en la cuna del blues eléctrico, Chicago, ésta iba a sonar blusera, por ejemplo. Y, asimismo, se hizo acompañar por algunos de los grandes baluartes de esos sitios, Rick Nielsen de Cheap Trick en Chicago, Bad Brains en D.C. Pero esto no cambió el proceso que Foo Fighters realiza cada vez que vuelve al estudio: la música fue escrita primero, luego las letras. La apariencia es diferente, pero la esencia sigue siendo la misma.
Ése es el problema de “Sonic Highways”. Pese a lo sumamente atractivo del concepto, las canciones apuestan por lo seguro. ‘Something From Nothing’ y ‘The Feast and The Famine’, dos de los adelantos del trabajo, con lo divertidas y gancheras que llegan a ser, caen dentro de un formato que Foo Fighters nos ha venido acostumbrando en sus álbumes. Tal como reza Grohl, “no hay problema en sumar guitarras”, pero ¿cuál es el punto, si la canción, básicamente, sigue siendo la misma? ‘Congregation’, con el invitado Zac Brown, también es sumamente entretenida, con enorme vocación radial, y, hasta el momento, el más destacable del disco, pero con poco de arriesgado, que era la apuesta que se esperaba en “Sonic Highways”.
En adelante, ‘What Did I Do?/God As My Witness’ conserva ese gancho pop con el que viene ‘Congregation’, pero sumando la influencia Beatlesca a la ecuación multicultural con la línea de guitarra de ‘I Want You (She’s So Heavy)’ y la presencia de Gary Clark Jr. que se hace notar hacia el final. ‘Outside’ es la más rabiosa, y por qué no decirlo, la más Pat Smear del álbum, punketa y cruda. Todo bien, hasta el intermedio: ya se puede prever que Grohl comenzará a dirigirse al público cuando comiencen a tocarla en vivo, y donde el invitado de honor es el hombre de The Eagles, Joe Walsh. Un quiebre predecible para una canción que iba ganando impulso hasta ese instante.
‘In the Clear’, grabada en Nueva Orleans con la Preservation Hall Jazz Band, es de esas canciones positivas, de esas inspiradoras que también Foo Fighters ha sabido elaborar con el paso del tiempo. Ese ánimo da paso a ‘Subterranean’ (que cuenta con la colaboración de Ben Gibbard de Death Cab for Cutie), un tema mucho melódico y desnudo, incluso vulnerable, y es acá donde Foo Fighters se la juegan por completo, dando preponderancia a la voz en lugar del poderío de las guitarras, que acá acompañan a lo central, lo expuesto que Grohl está. ‘I Am The River’, prolonga la emoción de ‘Subterranean’ y cierran, en conjunto, como lo mejor de “Sonic Highways”.
Aunque el octavo disco de Foo Fighters no necesariamente destaca como uno de los esenciales de su carrera, sí marca un punto de inflexión en cuanto a lo ambicioso que puede ser Dave Grohl con tal de no marcar el paso y de darle vida a un género que Gene Simmons dio por muerto. “Sonic Highways” es un álbum muy entretenido de escuchar y de disfrutar, pero no es suficiente: El rock no está hecho solo de buenas intenciones.
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