Slipknot repite una idea de manera casi literal en ".5: The Gray Chapter". Primero, Corey Taylor asegura que «nadie se siente como yo».
Lo dice en una espeluznante marcha fúnebre llamada 'XIX', con la que empieza el disco, marcada por el sonido que producen Craig Jones, quien estará muy ocupado en las siguientes canciones, y (lo que parece ser) un armonio que causa la misma sensación gratificante de sorpresa que las gaitas de 'Shoots and ladders' de Korn. Después, el cantante insiste, en plural: «nadie puede saber lo que sentimos», remata el segundo verso de la devastada 'Goodbye'. Y, si de algo podemos estar seguros, es de que habla con la verdad por delante.
Las sensaciones que dan pie a un disco como "The Gray Chapter", lo más intenso que han grabado los enmascarados en su carrera, sin necesariamente ser lo más frenético ni brutal, en serio son únicas. Un ejemplo de su peculiaridad se encuentra en Rolling Stone, donde Shawn Crahan confiesa que la muerte de sus padres le dolió menos que la pérdida de Paul Gray. Sumado al despido de Joey Jordison, que según los miembros del grupo fue una decisión forzada por las (aún desconocidas, pero muy rumoreadas) circunstancias de su convivencia, el sufrimiento se multiplica por dos. Y es esa sensación de quiebre la que Taylor insiste en definir como incomprensible para otros.
Con dos de sus mentes creativas fuera, había motivos para sospechar que extraviarían el norte a la hora de componer nueva música. Las dudas comienzan a disiparse a partir de las cataclísmicas 'Sarcastrophe' y 'AOV', cuando la agresividad se regula hasta alcanzar los niveles esperados. Son las primeras advertencias de que el extenso ".5" ofrecerá un festín pantagruélico de ideas diversas. Dos canciones en las que Taylor despliega el amplio abanico de habilidades de su entrenada garganta, las guitarras de Root y Thomson sobrevuelan distintas épocas del metal, Sid Wilson saca músculos en las muñecas y la carnicería sangrienta en cámara rápida da paso a fugaces instantes melódicos antes de volver con más fuerza. Nada podría sonar así excepto Slipknot.
Tampoco son los mismos de siempre. La dinámica del grupo en el estudio, a raíz de los últimos hechos, sufrió cambios notorios. Se permiten nuevas licencias: 'The Devil in I' amplía sus horizontes expresivos mezclando la agresión de "Iowa" con el desarrollo melódico de "All hope is gone" antes de acabar con una risa copiada de Vincent Price (y de alimentar rumores sobre una posible dedicatoria a Jordison), y 'Skeptic', además de conmemorar a Gray, aporta a la exploración acercándose -con hosquedad, obvio- al sentimentalismo fraternal. «El mundo nunca verá otro loco hijo de puta como tú»: con esa exhibición de sensiblería tosca despiden al fallecido bajista.
A pesar de las concesiones emocionales, la forma en la que empieza 'Custer', con Shawn Crahan proponiendo una idea para el tema y luego el grupo ejecutándola como si fuese así de simple, y su coro inolvidable y barbárico a la vez («Cut cut cut me up and fuck fuck fuck me up!»), sugieren que en ningún momento se ha perdido el instinto aniquilador. Aunque "The Gray Chapter" es a todas luces un disco de vocación expansiva, como demuestra el relato sobre lucha de poder y tentaciones de 'Killpop', que bien podría pertenecer a Stone Sour, mantiene a salvo los rasgos típicos de Slipknot en el clásico instantáneo 'The Negative One' o en esa especie de 'My plague' 2.0 llamada 'Nomadic'. Son justo esas dos canciones las que, concatenadas a otras (la inquietante 'Be prepared for hell' y 'Goodbye', respectivamente), le dan un aura conceptual al disco que camufla sus falencias atencionales. Pero la extralimitación creativa es sana en el caso de Slipknot: pone fin a una crisis en la que incluso se llegó a dudar su continuidad. Que sobren algunos minutos es un pelo de la cola.
Por Andrés Panes.
Si quieres escuchar algunas canciones de su disco, haz click aquí:
No hay comentarios:
Publicar un comentario