Los detractores de Weezer podrían argumentar con liviandad que el sonido de la banda se limita a lo sumo -a menudo exagerando- a los discos Azul/ Verde, o al “Pinkerton”. Y lo que pasa es que no podemos hacernos los tontos: al menos hace una década este grupo ha merodeado en la irrelevancia.
No obstante, cuando Weezer son buenos, son brutalmente letrados, inteligentes, dinámicos hasta la exageración (para probar esto están temas como ‘The British are Coming’, ‘Cleopatra’ o ‘Da Vinci’ que conforman esta nueva placa) y… quizás lo más importante, la banda más divertida que podrías encontrar en… ¿un crucero? Si, un barco en medio de un vasto y tormentoso mar de rockeros shoegazing.
¿Qué hacer con el optimista “Everything Will Be Allright in the End”? Escucharlo y quererlo como es. Con esa simbólica ‘Back To The Shack’, como primer sencillo del álbum, sin duda una versión Weezer para rock de estadio. Con un Rivers Cuomo enfrascado en un confuso mea culpa que pese a todo no se siente como una disculpa auténtica por sus discos "irrelevantes", sino una bofetada en la cara para todos aquellos fans que no los siguieron ciegamente en su época de "indulgencia".
Las teorías del por qué o cómo Weezer ha hecho las cosas- después de haber amenazado con destruir cualquier credibilidad que tuvieran con ‘Maladroit’, ‘Raditude’, ‘Hurley’ y ‘Make Believe’- no importa, aunque el debate es interesante. Lo que importa es que han aprendido de sus errores. Como declara Cuomo en ‘Back to The Shack’, "Tenemos cabida en el mundo del rock / Hay mucho aún por hacer…". Rivers Cuomo sufre al perder estadios de adoración y, por lo tanto, sabe lo que la banda tiene que hacer: dar a los amantes de Weezer lo que quieren. ¿No es gracioso? Sí lo es, porque por desgracia, este tema con tufillo a ‘Beverly Hills’ pasado por la onda de 311 es una de las más mediocres del disco, que por cierto tiene cosas mucho mejores.
‘Ain't Got Nobody’ abre con una intención agresiva, y si bien no ocupará un lugar entre los mejores temas del grupo, su urgencia y guitarras frenéticas da a entender algo que probablemente sea la misión del disco: recordarnos por qué escuchamos a Weezer en el primer lugar. Con el productor Ric Ocasek (The Cars) de vuelta, el álbum pretende habitar el mismo ámbito sonoro del "Blue Album", aunque si fuera por eso, con suerte solo llegaría ser algo como una recopilación de los mejores lados B de aquella era. Pero si están ‘Lonely Girl’ y ‘Go Away’, la última un dueto con Bethany Cosentino (haciendo todo lo posible para ser Liz Phair) que son temas que no se pasan de revoluciones y que ven a Weezer acercarse a recuperar los días de gloria, el de puro power pop a la Cheap Trick.
¿La mayoría de las canciones contienen todo lo que esperamos de buenas composiciones de Weezer? ¿Son divertidas? ¿Innegablemente gancheras? ¿De intricadas guitarras? A todas estas preguntas podríamos responder que sí -más evidencia de esto está en ‘Eulogy For a Rock Band’ o ‘II. Anonymus’, pero ¿son ingeniosas? Solo en momentos. Quizá ‘Foolish Father’ sería algo destacable, quizá la mejor, tal vez la canción más personal, seria y honesta en el disco. Que además, remata tal como lo haría el principal tema de un álbum, con el coro masivo, que resuena con uno de los clímax más espectaculares: "Todo estará bien al final". Imposible no sentirse contenido en una aura alegre y optimista.
“Everything Will Be Alright in the End” puede ser mejor que cualquier cosa que la banda haya hecho en los últimos diez años, pero tampoco es un disco extraordinario; solo tiene unos tramos destacables, la trilogía del cierre por ejemplo, la que intenta ser otro pequeño lujo que se empaña en las buenas intenciones, porque le falta más vocación de canción en vez de tanto instrumental. Lo que sí se nota con este disco y la actitud con la que lo han enfrentado, es que la búsqueda de su camino de vuelta a lo de antes funciona. Así de simple.
¿Qué es lo que hizo a Weezer y esos primeros tres álbumes algo tan memorable? Sincera ingenuidad nerd, algo que es imposible mantener o recuperar una vez que se ha alcanzado el estrellato. Sería bueno si Rivers Cuomo y los suyos aceptaran esa realidad sin sucumbir a sus inherentes ganas de hacerse los graciosos. En esta pasada, los californianos no estaban interesados en hacer una obra maestra sólo para demostrar que aún pueden hacerlo y luego de ellos volver a los álbumes de crisis y mediocridad como en los últimos tiempos. No, “Everything Will Be Alright in the End” reaviva la esperanza de que un Weezer desesperadamente ansioso por hacer un álbum digno que destaque por sí mismo, sin ser conscientes del pasado de la banda, es aún posible.
Volver a las "raíces Weezer", al tan citado aquí año 1994, una señal de "rendirse creativamente" para muchas otras bandas, en este caso no diluye la integridad y talento que la banda puso en el registro esta vez. Este no es sólo el sonido que hizo Weezer populares; éste es el sonido que los hizo destacar como una de las mejores bandas de su tiempo.
Por Alfredo Lewin.
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