miércoles, 10 de diciembre de 2014

NEIL YOUNG - STORYTONE

Neil Young ha hecho otro álbum que nos dejará estáticos. Algo que no siempre es sinónimo de excelencia. “Storytone”, su disco número 35, se hizo en un estudio acompañado de una orquesta de decenas de músicos. 

Hay pocas cosas que puedan sonar más discordantes que el canadiense tocando la misma canción dos veces. En la versión deluxe que contiene 20 temas, en realidad, son 10 composiciones interpretadas de dos maneras: primero, con simples líneas de piano o acordes de guitarra, y luego con el lujo y el exceso de violines, trompetas, cellos, contrabajos y coros celestiales. Llega a sonar un poco obsceno; por momentos, Young luce fuera de foco. Sensación que tampoco le debe ser tan ajena, tanto a él como a sus fans.

Neil Young ya había experimentado con arreglos orquestales hace 40 años, eso no es lo que sorprende. Las orquestaciones de temas de “Harvest” (junto a Jack Nitzsche con la Sinfónica de Londres), a estas alturas, son algo legendario. Lo que sorprende es, más bien, la audacia de querer hacer la "cosa más diferente que he intentado", en las propias palabras de Neil. Sin embargo, diferente no lo hace siempre genial. Este esfuerzo, en sus versiones orquestadas, carece de alma. Los verdaderos protagonistas responsables en este affair son los orquestadores Michael Bearden y Chris Walden, los ejecutores de este atentado a los que Young les dio las armas, simplemente proporcionándoles historias personales de afecto y vulnerabilidad sin embalar. Ahí está el sabor amargo que deja este “Storytone”, como el de una escena que destaca por su sonido, pero la sustancia en sí se acaba diluyendo.

Young siempre ha sido un romántico empedernido. Ha creado maravillosas baladas como ‘Harvest moon’ y hasta álbumes enteros, como “Are you passionate?”, inspirados en el amor. En ese sentido, “Storytone” tiene 10 canciones que rezan en todos los idiomas del afecto y el amor: del amor por el medio ambiente o, no tan extraño, por los autos. Luego, están las de amor filial, de pareja. Por un lado la que se desintegra, con una canción que se cae a pedazos en el modo big band llamada ‘Like you used to’; por el otro, la que se encuentra con los mejores auspicios, como un tema llamado ‘I'm glad I found you’ que es, muy probablemente, un guiño a su nuevo romance con Daryl Hannah tras divorciarse de Pegi.

En “A letter home”, el álbum producido por Jack White este año 2014 también, Neil Young registró las canciones en una pequeña y añeja cabina de grabación. A años luz de distancia, en este “Storytone” parece que el canadiense grabó en cada esquina sonora y física que le fuese posible cubrir con un enorme contingente humano y técnico. En “A letter home”, había algo notable más allá de la sorpresa del registro de tan baja fidelidad: por primera vez en algún tiempo, Young sonaba como poseído por una pasión renovada. Sonaba casero, con su voz nasal que algo de fuerza pierde a medida que envejece, resonando con confianza entre las literales papas fritas, los arañazos del vinilo y el siseo de la estática. “Storytone” en cambio, tiene otra naturaleza: cuenta con la calidez o la pasión del compositor, pero trata de ser un experimento más ambicioso. Demasiado quizá. En alguna parte, el registro como un todo completo se convierte en un delirio de estética grandilocuente.

Un tema como ‘Who's gonna stand up’ es un buen ejemplo, la quintaesencia de un tema de protesta de Young en que su mensaje ecológico está minado por la sección de flautas y cuerdas aleteando con alardes sinfónicos. En la versión solista sí hay urgencia, y se transmite la fatalidad de la letra, pero no así en la toma orquestada en la que la desconexión entre la forma y el contenido redunda en la debilidad del registro. Si en algo se equivoca este “Storytone” es en que confunde instrumentación suave o mínima para significar vulnerabilidad, y la de orquesta o big band para sonar a sustancioso. Incluso el blues de ‘I want to drive my car’ y la ensoñación de ukelele de ‘Tumbleweed’ se rearticulan en una imaginería tan artificial que opaca la belleza natural de la composición original. La recién mencionada y ‘Like you used to do’ son prácticamente intercambiables; dos mid-tempos que, una vez más, presentan una extraña y forzada mezcla de guitarra de blues y el swing de la década de los treinta.

Es extraño, por decir lo menos, porque las piezas orquestales y las sonoridades big band hacen que Neil Young se escuche algo fuera de escena, sin encontrar un equilibrio entre el jazz suave de la orquesta y el tono potente de sus solos de guitarra en ‘Say hello to Chicago’ por ejemplo, más aun considerando que la versión solista es tan solo piano y voz. Si hay una excepción a esta falencia vital es la ya nombrada ‘I'm glad I found you’, en que la orquestación se mantiene en un sutil contraluz mientras Young se explaya en torno a la búsqueda de la belleza dentro de lo mundano de las relaciones. Es muy sencillo, la simpleza de la composición evocadora es lo que ha hecho del canadiense un gigante. Y, en ese sentido, “Storytone” presenta una posición creativa muy confusa porque, si hace poco en “A Letter Home”, quiso privilegiar y resaltar la melodía y las letras (la composición desnuda en definitiva), “Storytone” hace lo contrario, abrumando el alma de las composiciones originales del gran Young.

Como siempre, hay algo entrañable en su contundencia de canciones solistas: ese enfoque tan natural y sin filtros para componer melodías. Pero, aquí, el empalagoso sentimentalismo de la sobreproducción orquestal socava la pasión original de cada creación. Si tienen la posibilidad de conseguir la versión deluxe (doble CD), quédense con un disco o con el otro porque los dos en una sola sentada resultan de una impertinencia artística que puede llegar a ser insoportable. Recomendamos la versión solista, pero, si optas por la de banda y orquesta, no la escuches porque las diferencias pueden ser odiosas.






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