Los separatistas prorrusos del Este de Ucrania han emprendido una ofensiva para ampliar sus dominios, que el sábado por la mañana alcanzó la ciudad de Mariúpol (en el mar de Azov).
Las cargas explosivas, que cayeron sobre un barrio del este de la ciudad, causaron 30 muertos entre la población civil (23 perecieron sobre el terreno) y 97 heridos, según la administración regional de Donetsk, el órgano de gobierno dependiente de Kiev, que trasladó su sede a Mariúpol a raíz de la toma de la capital regional por los insurgentes.
El alcalde de Mariúpol, Yuri Jotlubéi, atribuyó el mortífero ataque a los misiles disparados por los insurgentes con seis sistemas de lanzamiento múltiples (GRAD), que, según dijo, se retiraron después en dirección a la localidad de Novoazovsk (cerca de la frontera con Rusia) Tras el atentado que el viernes provocó la muerte de 13 personas en una parada de trolebús en Donetsk, los rebeldes anunciaron una ofensiva; aunque niegan ser responsables de la muerte de civiles en Mariúpol. El líder de la autodenominada República Popular de Donetsk (RPD) Alexandr Zajárchenko ha reconocido que dio “orden de atacar las posiciones ucranianas al Este de Mariúpol”, según Dan-News, una agencia de noticias de los insurgentes. Según un vídeo difundido por ese medio, Zajárchenko dijo el viernes que su gente “va con gusto al ataque” y, refiriéndose a Mariúpol, aseguró que “todo va según el plan (…) con todas las maniobras para despistar”.
Los líderes separatistas son citados de forma contradictoria. Según la agencia rusa Ría, Zajárchenko afirmó que no pensaba atacar Mariúpol, pero según dnr.today, lo que dijo fue que “hoy ha comenzado el ataque a Mariúpol, y quiera Dios que en un par de días completemos el cerco en Deváltsevo”. “Eso seguramente será el mejor recuerdo a los que perecieron, porque los vengaremos a todos”. Deváltsevo es un nudo de comunicaciones clave entre la RPD y la autodenominada República Popular de Lugansk (RPL).
Los servicios de agua, electricidad y gas de Mariúpol fueron dañados en el ataque, que produjo varios incendios, según la alcaldía. Las autoridades ofrecían ayuda para realojar a los ciudadanos que huían de sus casas en los barrios alcanzados por las cargas de artillería. El ataque dañó también la acerería Azovstal, del magnate Rinat Ajmétov, lo que agrava la ya crítica situación de estas instalaciones, unas de las más importantes de Ucrania, cuyos directivos afirman carecer de recursos para seguir produciendo.
Los sucesos de los últimos días han restablecido el nivel de violencia existente a principios de septiembre, antes de que se firmaran el protocolo y el memorando Minsk (5 y 19 de septiembre, respectivamente), los documentos que fueron la única base de diálogo entre todos los implicados en el conflicto. En una reunión de urgencia en Kiev ayer, el grupo de contacto trilateral, formado por Ucrania, Rusia y la representación de la OSCE, condenó la escalada de violencia, que calificó como “una clara violación” del espíritu y la letra de los acuerdos de Minsk. Por su parte, el primer ministro de Ucrania, Arseni Yatseniuk, pidió que se reúna el Consejo de Seguridad de la ONU, y el presidente Petró Poroshenko, que regresó apresuradamente de Arabia Saudí, pidió a la comunidad internacional “una respuesta decidida a los delitos de los terroristas” y un reforzamiento de “todas las formas de presión sobre los que los financian y apoyan”.
La ofensiva sobre Mariúpol reabre algunas de las incógnitas: a saber hasta dónde está el presidente ruso Vladímir Putin dispuesto a apoyar a los insurgentes prorrusos y en qué medida el Kremlin puede plantearse la apertura de un corredor desde Mariúpol hasta Crimea, a la vista del aislamiento de la península, ya que Ucrania ha cortado las comunicaciones ferroviarias y de autobuses, y el estrecho de Kerch es una zona sometida a inestables condiciones climatológicas que obligan frecuentemente a interrumpir la navegación de los transbordadores con los que Rusia abastece a Crimea.
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