Belle & Sebastian siempre fue como esos libros de velador, desgastados de tanto hojearse, pero permanentemente dispuestos a entregar refugio y compañía. Sus discos, construidos pensando en la dinámica lado A/lado B de antaño, contenían canciones-cuentos, historias de personajes alienados, enfermos y enfermizos, dignas de ser llevadas a la pantalla por Wes Anderson.
Hoy, a 20 años de que el alguna vez proyecto universitario de Stuart Murdoch comenzara su viaje para convertirse en una banda de verdad, su nuevo disco "Girls in Peacetime Want to Dance" pretende romper el molde, sin mirar atrás, como Dylan.
Con una portada que vuelve al color gris de su debut, "Tigermilk", los de Glasgow nos entregan esta vez una colección de temas provenientes de distintas fuentes de inspiración: composiciones más cercanas a la veta original de la banda, como ‘Allie’ o ‘The Cat with the Cream’, y nuevas inquietudes como la excelente ‘The Party Line’, que da en el clavo como un acertado experimento dance. Dentro de esta amalgama, el alguna vez afligido adolescente Stu (al borde de los 50 en la actualidad), se siente ahora lo suficientemente cómodo como para comenzar el disco con su propia historia, en ‘Nobody’s Empire’. Se trata de una canción acerca de sus primeros síntomas de síndrome de fatiga crónica, mal con el que convive desde sus últimos días de escuela, y del cual no fue muy dado a hablar durante mucho tiempo, ni siquiera con sus amigos más cercanos.
Sin embargo, no todo es otro día de sol. Ese confeso y esquivo sueño de Stu de transformarse en ABBA le juega una mala pasada en la monótona ‘Enter Sylvia Plath’, cuya longitud innecesaria de casi siete minutos hace que el disco pierda rumbo y coherencia. Un traspié que se repite en la segunda mitad, con la sorpresiva irrupción de la tropical ‘Play for Today’ luego de la cálida y velveteana ‘Ever Had a Little Faith?’.
No es algo nuevo, ya que desde “Dear Catastrophe Waitress” (2003) el grupo ha estado dejando atrás la influencia de Velvet Underground, Simon & Garfunkel y Nick Drake para buscar otros horizontes. Se trata de un viaje de autodescubrimiento que toda banda emprende de alguna forma u otra, el cual puede ser entretenido de compartir con los oyentes durante 40 minutos y fracción (como en todos los discos anteriores de los escoceses), pero que en estos particulares 70 minutos no termina nunca de cuajar. "Girls in Peacetime Want to Dance" recuerda, por momentos, a aquellos fallidos discos de comienzos de los 90, donde los artistas pretendían acomodarse al recién llegado formato CD, saturándolo de material.
Alguna vez, el filósofo Jagger dijo que no siempre podemos tener lo que deseamos. La musa, siempre escurridiza, aconseja a Stu en "The Everlasting Muse": le dice “sé popular, haz pop y ganarás mi amor”. Pudo haber sido un disco brillante.
Por Nuno Veloso.
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