lunes, 9 de febrero de 2015

GAZ COMMBES - MATADOR

Gaz Coombes ya no es el simpático mozalbete que cantaba en Supergrass: está a punto de cumplir 40 y eso se nota en “Matador”, el segundo disco que edita en solitario. 

Si con su ex banda era capaz de escribir una canción sobre ser pillados por la policía al fumar pitos (la clásica 'Caught by the buzz'), ahora recurre a una de las fuentes de ideas favoritas de los compositores maduros, el imaginario bíblico, para hablar sobre su pasado amoroso en 'Seven walls', una brumosa evocación de recuerdos de juventud co-escrita junto a su esposa. Aunque no todo es tan distinto porque Coombes en esta etapa de su vida conserva, aparte de las patillas, el gusto por el humo: la letra del nuevo tema dice algo así como “compartamos unas fumadas, veamos el papel quemarse”.

“Matador” tiene poco que ver con el conservador “Here come the bombs”, el típico debut solista en que un músico acostumbrado a trabajar con otros busca su propio sonido mientras camina sobre huevos tratando de no romperlos. Esta vez, predomina la soltura de cuerpo y se dificulta la tarea de encontrar los referentes. O, más bien, hay que salir a buscar más lejos para hallarlos. Coombes siempre ha moldeado su música en base a préstamos: en Supergrass, era obvio y poderoso el impacto de The Jam, The Small Faces y otros mods insignes; en “Matador”, la balanza no se carga hacia ningún lado, pero es posible aventurar que detrás de su elaboración hubo varias horas de ambient y krautrock. Eso sí, nada suena directamente como una emulación de Brian Eno o Can.

Como en “Here come the bombs”, casi la totalidad de los instrumentos del disco fueron ejecutados por Coombes, salvo algunos aportes. Por ejemplo, Loz Colbert (el batero de los retornados Ride) figura en la batería de cuatro canciones. El resto es absoluta responsabilidad del autor, aventurado en una pesquisa identitaria que se nota mejor encauzada que en su esfuerzo previo: “Matador” transmite un nivel de confianza superior en las deformaciones electrónicas de 'Buffalo' y '20/20', en las que además hay un ligero espolvoreo de soul, o en el pulso de 'The English ruse', con un ritmo a medio camino entre el motorik clásico y 'Such great heights' de The Postal Service.

Si bien se apreciaba con claridad una evolución en Supergrass, un grupo de comienzo insolente y final apaciguado, su abrupto término acabó con el proceso. En perspectiva, la salida de “Here come the bombs” fue como dar un paso atrás para luego avanzar tres porque “Matador”, en temas como 'Detroit', 'The girl who fell to Earth' y 'To the wire', le da por fin continuidad a lo insinuado en los álbumes finales del cuarteto. Cierto que son composiciones más serias, pero Coombes ya payaseó lo suficiente: reconforta escucharlo en un plan tan ambicioso, y con un disco bajo el brazo que logra pararse de igual a igual con lanzamientos destacados de sus compañeros de generación (Damon Albarn, Noel Gallagher). No es nada fácil lograr algo así. Lo dice el propio aludido en 'Matador' durante los segundos finales del álbum: “la pelea más dura es aquella que peleas solo”. 






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