lunes, 16 de febrero de 2015

UN SIGLO DE ANTI-ARTE

A pesar de la existencia de muy diferentes corrientes antiautoritarias en la historia, todas confluyeron en hacer la revolución a través de la creatividad y la espontaneidad del individuo, rechazando los esquemas de la sociedad capitalista y oponiéndose a cualquier forma de participación en un falso sistema político e institucional. 

Tal visión recogió conceptualmente el “arte”, cuya esencia anula el lucro para convertirlo en negocio, como una serie de piezas programadas que mantienen entretenido al individuo, haciéndole a menudo sentirse entendido. De esta forma, paralelo y, en ocasiones, enfrentado al arte y la cultura oficialmente representativo de determinado periodo, han surgido otras formas de expresión cultural de la mano de movimientos y movilizaciones antiautoritarias e inseparables de estas, como una forma más de expresión de la subversión.

Carteles, pinturas, manifiestos, canciones y otras formas de anti-arte surgen como forma de concebir una lucha, una reivindicación o una forma de vida, transformando meras obras contemplativas del arte oficial en representaciones de ideas, donde la subversión y la provocación serán el principal motor de búsqueda de la reacción en el observador, buscando su escándalo o su complicidad. Representada durante décadas en bares, lugares improvisados, salas de arte okupadas o en la propia ciudad, sus calles, peinados o ropas que transforman, en muchos casos, al propio individuo y su entorno, no solo en parte de la propia expresión cultural sino en parte activa de la forma de entender el mundo que quiere transmitir.

A finales del siglo XVIII el término “arte” adquirió su dimensión contemporánea y más completo significado, al surgir los primeros indicios de oposición a una concepción propia del Antiguo Régimen. El desembarco burgués en la bohemia, a finales del S. XIX, evitó un posicionamiento netamente anticapitalista que, aunque se proclamó, tampoco fue absoluto, en lo que refiere a escapar a la lógica del mercado, en posteriores movimientos pretendidamente antiautoritarios. Aunque estas corrientes surgieron en el seno de sociedades capitalistas se ocuparon generalmente de temáticas no dictadas previamente por los valores que el sistema propugnaba, marcando con su sello una tradición utopista cuyo frecuente aislamiento no implicó una existencia necesariamente aislada.

Los 10 millones de víctimas de la 1ª Guerra Mundial (1914-1918) removieron algunas conciencias intelectuales de la época, dando lugar a innumerables cuestionamientos de los valores que sustentaban la sociedad del momento. La Europa de entreguerras, marcada por la revolución soviética, el ascenso de los ultranacionalismos militaristas o el crack bursátil de 1929, alumbró desengañadas vanguardias que renegaban del orden establecido presagiando un pavoroso futuro. Aunque, en buena medida, opuestas entre sí, constituyeron inconformistas tendencias alumbradas por insurrectos coetáneos muy influenciados entre sí que, en líneas generales, asumieron una posición de denuncia frontal ante la disparatada contienda bélica y la condición autocomplaciente y estragada de la cultura y el arte, a excepción quizás del “futurismo”, corriente artística surgida en Italia hacia 1909 que evolucionó su concepción del arte como ensalzamiento del valor, la guerra o la audacia hacia posturas aliadas al movimiento fascista de Benito Mussolini.

Una provocadora democratización del arte rompió sus encorsetados límites de aplicación, gestando el desarrollo del incipiente cinematógrafo, inventado por los hermanos Lumiere a finales del siglo XIX, nuevas formas de peregrinación artística paulatinamente domesticadas desde la autoridad. Pintores, como el expresionista germano Ludwig Meidner, primaron visiones turbulentas que profetizaban, con exclamatorio patetismo y no poco acierto, el hundimiento del mundo moderno a través de un pavor milenarista predecesor de la Primera Guerra Mundial. Con voluntad de cultivar ficticias victorias y exaltando la pureza de la guerra, como “desinfectador” de occidente, algunos futuristas como Filippo Tommaso Marinetti, fundador del “futurismo” y responsable de la máxima ‘Un automóvil es más hermoso que la Victoria de Samotracia’, hicieron suya la causa del fascio desde 1919. Así, el inicial culto a la dinámica de la velocidad, la mecanización y el mundo urbano se transformaba en exaltación de la violencia, el imperialismo y la higienización social en pos de un nuevo orden futuro.


Por Jolly Roger.
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