Tal como lo hicieron con otros míticos y legendarios trabajos para la historia del metal, como “British Steel” (1980) y “Screaming For Vengeance” (1982), cuando cumplieron 30 años de lanzados, hoy es el turno de la reedición del tremendo “Defenders Of The Faith” (1984).
Se trata de una caja a todo lujo con el disco original remasterizado por segunda vez y, como espectacular bonus, un concierto completo de la banda de Birmingham, grabado el 5 de mayo de 1984 en la Long Beach Arena de Los Angeles, California, con una asistencia de catorce mil fans y transmitido en vivo y en directo por una radio de alcance nacional, con una audiencia estimada de cinco millones de personas, datos que el propio Rob Halford va entregado durante el transcurso del show.
Más oscuro y una cuota más pesado que su predecesor, “Defenders of the Faith”, desde su sensacional arte de tapa creado por Doug Johnson y brillantemente producido por Tom Allom, casi de inmediato se convirtió en un LP clásico del metal, y la respuesta jubilosa de los fans hizo que la banda lo entendiera así. Por algo, en la gira de presentación, nueve de las diez canciones del álbum fueron interpretadas en vivo (‘Eat me alive’ era parte de la gira de “Nostradamus”, de 2008). Así, el álbum se transformó en uno de los pocos de Judas Priest cuya totalidad cobró vida sobre el escenario.
Un librito con abundantes fotos y recuerdos de la época hará las delicias de los fans melómanos de la banda; el disco original de estudio, afortunadamente, no fue muy retocado y mantiene inalterable su espíritu original con un sonido un poquito más brillante. Aunque la guinda del pastel es el concierto, que en un doble CD reúne las 21 canciones del show. Este registro durante años ha circulado de manera pirata como bootleg, pero ahora las cintas fueron mezcladas con profesionalismo por el mismísimo Tom Allom, quien las hace sonar de lujo, con una calidad vibrante que refleja con fidelidad la excitación impregnada por la banda durante todo el show.
Pese a que aún faltaban algunos años para que Judas Priest encontrara su formación clásica y definitiva (lo que ocurrió en 1989 con el ingreso del portentoso Scott Travis, el ex Racer X con quien grabaron esa bestia llamada “Painkiller”), el estado de la banda en este show es pleno, con un Dave Holland aporreando su batería a su máxima capacidad, haciendo esos break con redoblantes sobre la caja que se convirtieron en su sello, siempre acompañado por el fiel y sólido escudero Ian Hill en el bajo, dejando la base servida para el lucimiento de la dupla de Tipton y Downing, cuyas guitarras Hamer se aprecian aquí en toda su maravillosa dimensión, sobre todo cuando se doblan las melodías. Un punto aparte es el propio Rob Halford, quien le hace honor a su título de dios del metal con una interpretación fuera de este mundo, llegando con sus agudos a notas simplemente imposibles, que reflejan el gran nivel en el que se encontraba en 1984.
Los temas de “Defenders of the Faith” aumentan su poderío en vivo. Ahí están las tremendas ‘Freewheel Burning’, ‘Jawbreaker’, ‘The Sentinel’ (con su extraordinaria introducción de guitarras), ‘Some Heads Are Gonna Roll’ y ‘Rock Hard Ride Free’ entre las más destacadas; pero hay otras gemas del catálogo Priest imperdibles, como esa acelerada y totalmente brillante ‘Desert Plains’, la mítica ‘Grinder’ o la siempre letal ‘Sinner’. Lo cierto es que, de principio a fin, aquí no hay un solo segundo de desperdicio. Es una forma sensacional de celebrar los 30 años de una obra maestra.
Por Cristián Pavez.
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