Un perfecto idiota, es decir, alguien “privado y egoísta”, desinteresado de los asuntos públicos o de los problemas de la polis. Es lo que idiota significaba en la Antigua Grecia y es lo que aflora a simple vista tras conocer detalles de la vida de Giuseppe Briganti Weber (22) el autor de los disparos que el jueves pasado, tras la marcha por la educación, terminaron con la vida de Ezequiel Borbarán (18) y Diego Guzmán (25) en las calles de Valparaíso.
El propio Facebook de Giuseppe es un verdadero retrato de ésta, la generación perdida del neoliberalismo chileno; sin estudios, con un historial de empleo precario, miembro de una familia disfuncional, pero a su vez fanático de los autos, el carrete, las armas y el blin-blin. Y de películas como “Rápido y Furioso”, las siete. Su muro es un culto al yo, al uno mismo, a la selfie idiota. Un griego autoexiliado de su polis.
Con varias detenciones por riñas callejeras y porte de drogas, Giuseppe asoma como la versión porteña y reguetonera del “no future” de Trainspotting. De las estaciones de trenes de Edimburgo a los malolientes bajos fondos del Puerto. Directo y sin escalas. “Nada más importa, podrían matarme y me daría lo mismo”. Fue lo que desahogó en su muro hace un par de meses, luego de sufrir amenazas de muerte por meterse “con una maldita zorra”, como él mismo lo señala.
Ezequiel y Diego, por su parte, eran estudiantes marchando por el derecho básico a la educación gratuita, pública y de calidad en un país que es paraíso mundial de los “bienes de consumo”. Paradójicamente, ambos eran “clientes” de la educación privada, aquel otro invento fantasmal del neoliberalismo criollo. Pacifistas, veganos, artistas, “cabros sin vicios”, como los describieron compañeros y profesores en los noticiarios, aun impactados por sus crímenes.
Ezequiel cursaba primer año de sicología en la Universidad Santo Tomás de Viña del Mar, era fanático del Colo-Colo y malabarista en sus ratos libres. Diego había integrado la Orquesta Sinfónica Juvenil de Quillota y era un activo militante comunal de las Juventudes Comunistas. Cursaba prevención de riesgos y solo le restaba su examen de título para salir al mundo profesional. Dos vidas interrumpidas y a balazo limpio.
En latín antiguo, la palabra idiota también significa “persona sin educación” o “ignorante”. Ello era también Giuseppe, un ignorante, cuyos fracasos escolares de a poco comienzan a salir a la luz pública, a la par de su nutrido prontuario delictual. Esa estupidez lo llevó a acribillar con su nueve milímetros a dos chicos que marchaban precisamente para erradicar la idiotización colectiva propia del modelo cultural vigente.
Los griegos veían como obligación de todo hombre sabio ser a su vez un hombre público y político. Ezequiel y Diego lo fueron, jóvenes sabios y políticos, preocupados y ocupados de los asuntos públicos de la sociedad en que les tocó nacer. Giuseppe, por su parte, fue y seguirá siendo a ojos de los griegos un ser humano casi desechable, traicionado por la ira del momento y por un modelo que supo moldearlo cruelmente a su imagen y semejanza.
Por Pedro Cayuqueo.
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