Desde que apareció el magistral “Loveless” de My Bloody Valentine, numerosos grupos chilenos han querido repetir la hazaña, o al menos acercarse a la impronta de Kevin Shields. Singles radiales como 'Cuando respiro en tu boca' de Lucybell o 'Por costumbre' de Solar (prácticamente una relectura de 'Soon') acusan su enorme influencia, perceptible además en nombres que van de Shogún a Trementina, de Sien a Inverness.
Velódromo son los últimos matriculados en esa escuela, y el EP homónimo con el que debutan permite apreciar su fluidez en el idioma shoegazer y llevarse una primera impresión en extremo positiva. Se trata de cuatro canciones plausiblemente facturadas, sin bache alguno, a la altura de un género conocido por su amistoso vinculo con el ruidismo, pero también por ser muy demandante en el aspecto técnico.
Aunque falta mejorar las letras, porque el exceso de imperativos (“ahórcame”, “muérdeme”, “fragméntame”) parece sacado del manual de De Saloon, y desarrollar melodías identificables que le hagan justicia a la memorable producción del registro, los 17 minutos que dura “Velódromo” le bastan al cuarteto para congraciarse como una apuesta a tener en cuenta. La voz de la bajista Bárbara Pérez de Arce es tan Bilinda Butcher en la rítmica 'Gémini' como Ana Tijoux en la parte hablada de 'Quisiste ver', y se puede afirmar algo parecido sobre sus compañeros: ninguno es mago de un solo truco. Detalles como el sorpresivo sampleo del baladista argentino Luciano Pereyra al final de 'Atila', o el uso de una segunda opción vocal (el guitarrista Sebastián Gaete) en la melancólica 'Catedral', hablan de un grupo con varios recursos a explotar en lo que parece un auspicioso futuro.
Por Andrés Panes.
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