lunes, 14 de septiembre de 2015

NANO STERN - MIL 500 VUELTAS

“Llevo una mochila de emociones, y no necesito nada más”, canta Nano Stern en ‘Dando vueltas’, uno de los catorce tracks que componen “Mil 500 vueltas”, su sexto álbum, y sucesor de “La cosecha” (2013), un trabajo con versiones del cancionero popular latinoamericano. 

Su anterior disco de canciones propias, “Torres de sal”, sin embargo, se editó en 2011. Son cuatro años de distancia que separan dos obras en el misterioso viaje mágico del cantautor. Un tiempo que pasa “como una serpiente bajo el mar”, y que ha permitido a Stern incorporar en esta nueva entrega todo lo recogido en el camino, incluidos los amigos: Pedro Aznar y Beatriz Pichi Malen (Argentina), Jorge Drexler (Uruguay), Verónica Soffia (Chile), Susana Baca (Perú), Marta Gómez (Colombia) y Joan Baez (Estados Unidos).

Es una travesía en espiral ascendente la de de Nano Stern, que cual tornado ha ido creciendo, para esta vez sorprender de inmediato con complejidad y pulcritud. Pensado como un long play, con dos lados bien diferenciados, su primer bloque está cargado de mística y solemnidad, concentrándose en la búsqueda de respuestas (‘Mil 500 vueltas’), el reconocimiento de la dualidad (‘Ser Pequeño, con Jorge Drexler), el asombro ante el misterioso afán del tiempo (‘Pasa el Tiempo’, con una elaborada introducción de casi cuatro minutos), una visión del ser humano como un eslabón de agua (‘Vapor’), y una emotiva analogía al espíritu vasto de ‘The Song Remains the Same’ de Led Zeppelin (‘Todo Canta’, con Beatriz Pichi Malen en un fragmento en mapudungún). En la segunda mitad, con su energía lúdica, ‘Festejo de Color’, ‘La Serotonina’ y la nortina ‘Corta Las Cuerdas’ reflejan a cabalidad el dinámico sonido en vivo de la banda, cargado de matices. ‘Las Venas’, con Joan Baez, es un sobrecogedor lamento por las aguas oxidadas y una tierra marchita, que encuentra en ‘Plegaria para después de la lluvia’ su compañera, rebosante de luz y gratitud.

Producido por el propio Stern, y grabado en estudio Madreselva, por su colaborador ya habitual Alfonso Pérez, “Mil 500 Vueltas” es la cosecha de una madurez incipiente. Su factura ambiciosa está lejos de la vana pomposidad, pues su origen está inspirado por las portentosas fuerzas que laten en cada pequeño rincón de la existencia, donde cada paso fuera de casa, es como el primero. Más que un compendio de sabiduría extraído de la experiencia personal, estamos ante una invitación a recorrer el mundo, con el asombro intacto, y los oídos bien abiertos. Una nota a la vez, “todo canta una canción que no tiene final”.






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