Que ninguna notita atrae-clics lo ponga en duda: Los Tres habitan un sitial reservado para unos pocos elegidos de la música chilena.
Por supuesto que Álvaro Henríquez, como le pasa a casi toda la gente que gana millones de pesos con su trabajo, está desconectado de la realidad de la mayoría. En pleno 2006, no mucho después de una oleada de femicidios en nuestro país, firmaba en el disco “Hágalo usted mismo” líneas como “quién podrá matar a esa mujer sólo por matarla” o “tengo a una mujer que ya no quiero ver, que la parta un rayo, que la mate un tren”. ¿Pero no vive, por ejemplo, Morrissey en una burbuja también? Una donde, se supone, ni siquiera existen los impulsos sexuales. Y ahí está Moz, campante cabeza de cartel en un festival cool donde Los Tres jamás serían bien recibidos.
La historia de Los Tres, como la mayoría de las que implican a grupos muy exitosos (y rentables, por ende), es una historia de ascenso social. Claro que, como suele alegarse, mosquea verlos apoyar a Frei Ruiz Tagle o montar una Yein Fonda en Las Condes, pero seamos sensatos: Henríquez no tiene una mansión de ultra lujo ubicada en un gueto de multimillonarios como, por ejemplo, Mick Jagger. Si vamos a hablar sobre traicionar causas, ¿qué hay con un grupo como los Rolling Stones? De tener en sus manos las esperanzas de una generación, esa música rebelde llamada rocanrol que cristalizaba el anhelo de cambiar el mundo, ahora funciona como cualquier empresa: buscando el lucro por el lucro. Jamás se lee acerca de eso entre los que vapulean a los penquistas.
Con el EP “Por acanga”, el dúo que forman Álvaro Henríquez y “Titae” Lindl -no nos veamos la suerte entre gitanos argumentando que sigue siendo un cuarteto- pone las cosas en su lugar, como cada vez que se trata de hacer canciones y dejar que hablen por sí solas. Son apenas seis; el primer lado de un disco que en meses próximos develará su cara B, “Por allanga”. Sin embargo, alcanzan para desarticular el absurdo discurso de que están quedando obsoletos.
A menos de que se larguen a tocar dubstep, o algo así de radical, ya sabemos a qué atenernos cuando se trata de Los Tres. Incluso antes de darle play a “Por acanga”, conocemos la mitad de los temas porque ya fueron difundidos previamente. Ahí está, por citar uno, 'Hey, hey, hey', que por la polémica que causó su video, otra vez con motivos femicidas, asunto sensible con el que la banda ha hecho gala de falta de tacto (y que como temática fue abordada más o menos en la misma época y con resultados superiores por Los Dolores, en 'En el patio'), nunca fue analizado por lo que es: un digno descendiente de 'Smokestack Lightning' de Howlin' Wolf, en el que parece basarse el “uuuh” que aúlla Henríquez en el coro. Sorpresas mayores no hay que esperar, entonces. La curiosidad radica en saber si, como conjunto, estas novedades convencen lo suficiente como para mantener con tranquilidad al grupo en su elevado sitial. Si, cuando aparezcan en vivo, desteñirán o no al lado de hits noventeros absolutamente totémicos.
Las respuestas alegran. “Por acanga” no se tambalea al cargar en sus hombros el peso de una discografía tan valiosa como la de Los Tres. Tiene, de partida, dos canciones románticas, crepusculares e insomnes para sacarse el sombrero: 'Quizás con quién' y 'Cuento sin final'. Este año en Chile han salido canciones de amor más bonitas ('En los pastos de la plaza' de Maifersoni, para empezar), pero nadie en los últimos meses ha escrito como Henríquez acerca de romances malditos y con olor a podrido que, no obstante, quitan el sueño. Ambas son agónicas y contrastan con la electricidad de 'A palos con l'aguila' que es puro Led Zeppelin (de los que han hecho eco antes, cosa de escuchar el solo de Page en 'The Lemon song') vía Jack White, y con el paso veloz de 'Hey soledad', que en la original del cantautor mexicano Juan Cirerol es casi pura guitarra y voz, pero en las manos de Los Tres cobra nueva vida con más detalles instrumentales, como un acordeón escurridizo que pareciera querer arrancarse de la canción, y no pierde su cariz rural en la traducción.
Lograda con excelencia, 'Seguir hasta que salga el sol' transcurre en un mundo similar al de los libros de Dan Brown, con su historia sobre un asesino del Vaticano con ganas de rendirse a sus impulsos carnales. De las seis canciones de “Por acanga” es, quizás, donde más se nota la ausencia de Ángel Parra: está resuelta con una simpleza que probablemente no se hubiese alcanzado con él presente. Sigue sonando, en todo caso, muy a Los Tres como todo el material del EP. Si esa impronta parece predecible de parte del grupo es porque algunos están malacostumbrados al enciclopédico y amplio repertorio de estilos a los que echan mano. Cuando aparecieron en los 90, nadie abarcaba tanto, integrando al rock elementos del bolero o el jazz. Después fueron sumando y sumando ingredientes a la olla (desde grunge hasta cueca) hasta conseguir la deliciosa mezcla que son hoy, y que varios desinformados se atreven a tildar de aburrida. Lo cierto es que los 23 minutos de “Por acanga”, cuyos temas tienen una espontaneidad (o ilusión de ella) en común como hilo conductor, se evaporan en menos de lo que uno tarda en decir “Los Tres siguen siendo una de las mejores bandas de Chile”. Si la recién instaurada dictadura de Álvaro Henríquez va por este rumbo, por favor, que se mantenga en el poder.
Por Andrés Panes.
Si quieres escuchar su nuevo disco, haz click aquí:
No hay comentarios:
Publicar un comentario