Es una mentira decir que la Teletón la hacemos todos. Que la Teletón la hago yo, tú o el vecino de al lado. Es una mentira y un chantaje. Es una mentira porque, en Dictadura, a nadie le preguntaron si estábamos o no a favor de que una campaña publicitaria de más de 20 marcas reemplazara la Salud pública chilena.
Y es un chantaje porque bajo una fachada de ternura y amor, Don Francisco y los integrantes del directorio de la institución nos dicen que el volver a caminar de un niño accidentado sólo va a depender de la dádiva del pueblo, que del bolsillo ya diezmado de los trabajadores se debe pagar algo que debiera estar en el Presupuesto nacional: el derecho a la Salud. En vez de darnos orgullo, la noticia con que se refuerza el chantaje de este año nos debería indignar: “la marca más importante eres tú. Tú eres el 70%”. Cómo podemos estar tan desnaturalizados como seres humanos sujetos de derechos, que el evento más valorado por los chilenos según las encuestas nos trata como marcas ¡MARCAS! Marcas que valemos lo mismo que Elite o Confort, marcas que junto con otras marcas, debemos financiar a los doctores y especialistas que el Estado no financia.
La Teletón no la hacemos todos, porque la hace un directorio que tiene claros intereses en mantener un modelo en que la Salud queda sometida a la voluntad de algunos. No la hacemos todos porque la hace un grupo de empresarios que nos invita a financiar, con plata de nuestro bolsillo, un modelo de sociedad, un modelo en el que la Salud no es un derecho, sino la asistencia caritativa de los dueños de las clínicas privadas en donde un pobre no puede pagar por un traumatólogo. Para acceder al traumatólogo, nos dicen, antes hay que poner el rostro y la silla de ruedas junto a marcas de la más dudosa calidad humana. Antes, hay que hacerle publicidad a sus marcas. Y no necesariamente hay que ser pobre para acceder a los tratamientos que hay en la Teletón, donde sin dudas trabaja mucha gente con la más alta vocación de servicio, buenas intenciones y entrega profesional. En la Teletón hay tecnología y servicio de primer nivel mundial que no está en ningún otro recinto de Chile. Ahora, la pregunta es ¿Cómo permitimos que una institución presidida y dirigida por grupos económicos tenga la exclusividad de amplios tratamiento de rehabilitación? Lo permitimos, porque los sostenedores de la idea son los mismos que nos han abusado en otras gamas de derechos con la potestad de saberse dueños de país. Lo permitimos porque el ethos de la Teletón, como organismo privado suministrador de Salud, es el mismo que cruza todas las áreas de la morfología de Chile: la ausencia del Estado y la preeminencia de 1% de la economía como detentadores de la soberanía.
Es paradojal que la rehabilitación de los niños en situación de discapacidad sea financiada por un anuncio publicitario en una botella de cerveza, pero más paradojal es que las 30 mi familias que dependen de la Teletón, dependan de la administración de los recursos por parte de Alfredo Schönherr, tesorero de la institución y la vez director de Fasa, la firma dueña de Farmacias Ahumadas, líder del cartel que se coludió afectando a millones de chilenos con 206 medicamentos con precios inflados. ¿Esto gallos nos van a venir a pedir a los ciudadanos comunes y corrientes que financiemos su evento publicitario para garantizar un derecho arrebatado? ¿El director de la Farmacia que subió precios de medicamentos, dejando morir a la gente que dejó de tomarlos, va a administrar la plata que los niños de colegios juntan en un tarrito por los discapacitados? No.
Pero eso no es todo. También es director de la Teletón Rodolfo Rosenfeld, socio fundador de la Clínica Las Condes, la clínica más cara y discriminadora de todo el sistema de Salud chileno. ¿Va a venir a dirigir los destinos de la plata sacada por chantaje de los bolsillos del pueblo de Chile el fundador de una clínica que cobra $511.000 por un día de cama, $859 mil por un día en la UTI y $104 mil por una mamografía? ¿El va a administrar la solidaridad de todos los chilenos? Quizás no es tan paradojal, porque si uno lee más allá se da cuenta que un empresario de la salud puede cobrar eso sólo en un país que no tiene claridad de sus derechos, un país que cree que financiar de su sueldo la Salud de sus compatriotas es una virtud y no un abuso, un país donde el empresario que hoy nos dice que saca adelante a nuestros niños, hace veinte años dejaba morir a otros por no tener un cheque en garantía.
Pero hay más: también es director de la Teletón y administrador de la solidaridad Alfredo Moreno, ex ministro de Piñera y actual director de empresas Penta, la compañía de Délano y Lavín que robó cientos de millones a los impuestos pagados por todos los chilenos para financiar a la UDI, el partido con mayor propiedad en la Salud privada, y el que más rechaza la conversión del mercado grosero de la Salud en un derecho. La UDI, el mismo partido que en el gobierno de Piñera concesionó por primera vez un hospital y ahora habla sin vergüenza del mal estado de la salud pública. Después de revisar este dato no quedan dudas: el mantenimiento de la estructura de la Teletón como un evento solidario no refuerza nuestro carácter solidario; al contrario, consagra el entendimiento de la Salud como un bien de consumo, en el que si uno no tiene la plata para pagar la clínica de estos mismos gallos, debe recurrir a su obra caritativa para atenderse. El mantenimiento de la Teletón, así como está, es hacerle el juego a Alfredo Moreno y Penta, es hacerle el juego a los dueños de Penta, es hacerle el juego a Carlos Eugenio Lavín, gran benefactor que manda correos a Ernesto Silva para que éste interceda en el Congreso y no le coarten la posibilidad de subir el precio del plan de isapres más allá del IPC. Es hacerle el juego a su amigo Carlos Alberto Délano, hasta septiembre de este año presidente del directorio de la Teletón, renunciado tras demostrarse sus robos al Fisco para mantener el statuo quo del abuso en el Parlamento.
Mantener el respaldo a la actual forma de hacer Teletón es respaldar las palabras de Don Francisco en El Informante, cuando le preguntaron sobre la calidad ética de este directorio: “Discutir esto en este momento no le hace bien al país”. Es seguir aceptando algo para lo que ya no estamos: que la recuperación y rehabilitación de nuestros niños dependa de la publicidad, el morbo y el chantaje de la clase empresarial más espuria de Chile, la forjada en dictadura, que hasta el día de hoy sigue matando gente con sus abusos y colusiones, para al otro día recibir el aplauso de cien mil chilenos en el Estadio Nacional luego de anunciar el miserable aporte de $500 millones, un pelo de la cola frente a lo estafado.
Porque no debemos olvidar nunca que cuando Confort haga su aporte, este será un insulto a nuestra inteligencia y dignidad. Porque si aportan mil millones de pesos, representarán apenas el 0,2% de los 350 mil millones que robaron a Chile con la colusión del papel tissue. Estos son los organizadores de la Teletón, una institución con gente loable que hace un trabajo emocionante y fundamental, pero que sirve a la vez para mantener un modelo de locura: el modelo del abuso. Por eso yo digo, la Teletón no la hacemos todos. La hacen los mismos que se opusieron al fin de la selección en la educación escolar y que ahora a través de un spot muestran como un triunfo del amor que un niño con capacidades diferentes sea aceptado en un colegio. ¡Tenemos colegio! dicen los papás en el comercial, sin detenerse en que la posibilidad de no tener colegio la crearon los mismos dueños de la marca que están promocionando. Duele Chile.
Por Richard Sandoval.
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