Hay una regla implícita en los títulos de los discos de los norteamericanos Kings Of Leon: son todas frases de cinco sílabas. “WALLS”, el nombre de su nueva placa, le da una vuelta a esta tradición, siendo un acrónimo de “We Are Like Love Songs” (Somos como canciones de amor).
Es una leve muestra de las intenciones de cambio en una banda que, cumpliendo 16 años de carrera, se embarca en un séptimo disco dándole un respiro a su tradicional productor Angelo Petraglia, para dejarle el puesto a Markus Dravs, el responsable de las perillas en “The Suburbs” de Arcade Fire y “Viva La Vida or Death and All His Friends” (junto a Brian Eno).
Kings Of Leon son unos de los sobrevivientes de aquella explosión de bandas post Y2K, grupos con intenciones fieras de escribir desde cero su propia historia como The Strokes, Interpol, The National, Band Of Horses, Franz Ferdinand, o Arctic Monkeys.
Sin embargo, el camino transitado por la gran mayoría de ellas, ha sido idéntico. Se trata de bandas de debut estrepitoso pero de desarrollo truncado, debido al tránsito apresurado del garage al estadio. Un frenesí que se vuelca en insipidez y conformidad, producto de una lucha interna que siempre termina volviendo insensible a la audiencia. Esta vez, esperando volver a las fuentes, la banda de los hermanos Followill (y su primo) intenta escapar del destino lodoso de “Mechanical Bull” (2013) y “Come Around Sundown” (2010), forjando una placa acotada en tiempo y depurada en sonido.
Se trata de 43 minutos que comienzan con energía en ‘Waste a Moment’, sutiles aires campiranos en ‘Reverend’ y talkingheadismo en ‘Around the World’. Un comienzo eficaz y bien pensado, apoyado en guitarras controladísmas y en el toque sureño de la voz de Followill. Pero, si hay un protagonista en este disco, ese es el tecladista de gira Liam O’Neill y las texturas subliminales que otorgó en el estudio a cortes como la electrificante ‘Find Me’, la U2-esca ‘Over’, o la atmósfera melancólica de ‘Conversation Piece’.
De entre todos los 10 cortes del disco, el folk digital con caja de ritmos de ‘Muchacho’ y la calidez del cierre en el track homónimo condensan con mayor exactitud el espíritu íntimo de este perfecto balance entre el arranque y la calma. “Ya no hay nada en el camino...cuando caigan las murallas”, repite en plegaria Caleb en el momento final del álbum, y es que “WALLS” parece el sonido de las paredes que caen y dejan atrás la ansiedad permanente de los Followill por estar en la cúspide del mainstream, su peor enemigo desde el comienzo. Al fin venciendo al toro mecánico.
Por Nuno Veloso.
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