"25 años y todo sigue igual" es el nombre del disco que, después de un conmemorativo 2016, corona la celebración del vigésimo quinto aniversario de Los Miserables. Las dos partes del título se leen como un hecho, el cuarto de siglo que cumple su existencia, seguido de una afirmación: que su entorno no ha cambiado.
Para sostener la tesis, 25 canciones que son, en sí mismas, argumentos para disputarle una conversación a cualquiera que intente decir que Chile ha mejorado como país. De esas canciones, 24 son clásicas del catálogo de Los Miserables elegidas por su público para ser remozadas. "25 años y todo sigue igual" es un disco hecho al modo on demand, una vía que sólo pueden permitirse seguir las bandas muy populares y con mucho repertorio. 'Mira, apunta y dispara' se llama el único tema inédito, un llamado al activismo que siempre han cultivado como banda. Un pedazo de la letra: "deja de llorar y muévete ya, si no mueves el culo, nadie por ti lo hará".
En esta retrospectiva armada a base de nuevas grabaciones, un ejercicio nostálgico y a la vez revelador sobre el estado actual del grupo, es posible palpar la autenticidad de los Miserables como expresión musical. Es un grupo con los pies bien puestos sobre la tierra y que escribe sus canciones desde una perspectiva documental, sin hermosear la realidad, aunque también eludiendo el feísmo que caracterizaba a muchas de las bandas punks de su generación. Lo que este compilado muestra es su agudeza como observadores de la condición chilena: resulta que prácticamente ninguna de sus letras ha pasado de moda. El hecho de que conserven su vigencia es, al mismo tiempo, un motivo para aplaudir a Los Miserables y un motivo para abuchear a los poderosos de este país, desde los millonarios que controlan el capital hasta sus siervos encargados de legislar, títeres que, respectivamente, quedan descabezados en 'Hey ud' y 'Chile no es una postal'.
Uno de los motivos del grupo para volver a grabar viejas canciones es que, dada la tecnología con la que trabajaron en los 90, muchas de ellas no fueron registradas con la calidad que merecían. Es cierto: pasa especialmente con el repertorio de "Futuro esplendor" de 1992. La perdurable mordacidad del tema homónimo, que apunta sus dardos hacia la estafa de las universidades chilenas, o de 'La iglesía de María', que habla de la religión católica como la fe de "los cuicos" y "los ricos", se ven beneficiadas por las actualizaciones que reciben y por la sensibilidad del grupo para mantener su esencia en la justa medida, pero sin olvidarse de mostrar que, como músicos, han evolucionado sustancialmente desde sus primeros años.
Más barrista que nunca, 'El crack' es retocada en clave ska con unos bronces que le vienen como anillo al dedo, mientras 'Los dos gallos' se electriza y 'Pisagua' se vuelve reggae. No todas las nuevas versiones son, necesariamente, un acierto, pero incluso las que dan lejos del blanco (como 'Carta marina' por culpa de las teclas o 'El otro lado del sol' por la acentuación de las guitarras) cumplen el propósito del disco, que es recordar el enorme arsenal de canciones significativas de Los Miserables. Si hay retoques que no funcionan, posiblemente se debe a que las originales ya eran perfectas. Tal vez por eso sea tan atinada la decisión de dejar 'El origen de la violencia', acaso su mejor letra, más o menos tal y como estaba a fines de los noventa. A veces está bien que todo siga igual.
Por Andrés Panes.
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