Ha pasado un buen tiempo desde que Fernando Milagros, a la hora de explicar su propuesta, empezó a hablar sobre "folclor bastardo", y es cierto que esa etiqueta es aplicable en una u otra medida a toda su discografía entre "Vacaciones en el patio de mi casa" (2007) y "Nuevo sol" (2014), pero "Milagros" marca el inicio de una etapa en la que "folclor bastardo" es el único rotulo posible para clasificar al talcahuino de 37 años.
Aunque en rigor es su quinto disco, es el primero de sus lanzamientos que parece ocurrir en un mundo de su propia y única invención. Un mundo de fuegos sagrados, demonios bailarines y ánimas en contacto con los vivos que parece una secuela del post apocalíptico "San Sebastián". Es como si, después del desastre, las cosas hubiesen vuelto a ser igual de simples que al principio de los tiempos, y en vez de ruinas, el caminante que protagonizaba aquel disco del 2011 se moviese ahora a través de zonas salvajes, lejos de la urbe.
La búsqueda de sincretismo cultural de Milagros es subrayada por la presencia de músicos mexicanos, colombianos y peruanos que sustentan la noción del homónimo LP como un disco panamericanista. En 'Dime cuál es el secreto' está el grupo The Chamanas, que en sí mismo es un cruce de sonidos provenientes de Chihuahua y Texas; 'Despierto' tiene a Juan Galeano de Diamante Eléctrico, una de las bandas favoritas de nuestra redacción en el país cafetero, prestando su afilada impronta; y 'Nube blanca' está impregnada por la psicodelia andina del Kanaku y el Tigre, quienes, por cierto, andan más o menos a la par de Milagros porque autodefinen su estilo como "folclor errante". Pese a la cercanía geográfica, ninguno de los nombres extranjeros en el álbum es conocido, pero cada colaboración ayuda a enmendarlo. El anfitrión permite que sus invitados se presenten y muestren lo que los hace peculiares, y a la vez se acopla a ellos sin dejar que su individualidad se desvanezca. Sale bien parado del ejercicio: queda la impresión de un músico que está lejos de quedarse sin recursos. Al contrario, suma y suma facetas.
Las letras de este disco acuden, por lo general, a un lenguaje de connotaciones ancestrales y místicas. Las combinaciones de palabras hacen que "Milagros" exista en una elevada dimensión donde el umbral de la percepción es distinto, sus canciones son como hongos mágicos que incitan a un viaje en el que los sentidos se agudizan y todo se replantea. 'Querido enemigo', por ejemplo, ensalza las bondades de la rivalidad donde otros, al tocar el mismo asunto, usualmente se dejan llevar por el odio. También está 'Aurora', en la que un simple amanecer, algo que todos damos por sentado, es representado como un asombroso fenómeno capaz de cambiar a la gente. Hecho para sobrecogerse, "Milagros" materializa perfectamente la visión de su autor, una música mestiza que acorta distancias, no sólo con Latinoamérica sino con lugares tan remotos como el Sahara (no se entiende 'La bomba' sin el influjo del blues desértico). Desprovisto de cables y antenas, Fernando Milagros encuentra nuevas formas de estar siempre conectado.
Por Andrés Panes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario