lunes, 16 de octubre de 2017

FOO FIGHTERS - CONCRETE AND GOLD

Foo Fighters es un caso excepcional en el rock. No sólo porque su líder sea un personaje del talante de Dave Grohl, sino porque de un momento a otro, se transformó en una de las bandas más importantes del género, y que asumió cierta posta de llevar las banderas del estilo en épocas donde el rock de estadio pareciese estar relegado a un segundo plano. Sin embargo, el hambre insaciable de estos músicos -sobre todo Grohl- sólo hace que quieran seguir escalando.

“Concrete & Gold” es su ya noveno álbum. Al igual que sus socios Queens of the Stone Age, para esta placa se ponen bajo la lupa de un productor fuertemente ligado al pop, como es el caso de Greg Kurstin, que ha trabajado con estrellas como Adele, Lily Allen o Sia, en lo que ya no es extraño pensar que nuestros señeros rockeros estén pidiendo oxígeno en el denostado pero transversal estilo. Pero, de la misma forma en que lo de Josh Homme no se convirtió en una boyband, Foo Fighters tampoco dio un giro agresivo a lo que ya venían mostrando. De hecho, este nuevo disco es como un regreso a finales de los 2000, en donde la potencia del hard rock y la elaboración de grandes riffs guiaban la composición, más que la experimentalidad y conceptualidad mostrada en “Sonic Highways”. Vamos por parte.

‘T-Shirt’ es una canción corta, que parte sigilosa, casi imperceptible en sus primeros segundos, pero que luego explota, antesala ideal para que entre la poderosa ‘Run’. El que fue su primer single, posee un tesón hardcore con un endemoniado e inolvidable riff, que juega a dos canales con un overdrive saturado. En medio, el ímpetu de Grohl de querer demoler todo, impronta inequívoca al gran Lemmy, y que grita desaforadamente “¡somos la fe de la nación!”. ‘Make it right’ es una canción de espíritu setentero, con unos coros que le brindan un toque pop –aunque imperceptible, acá aparece nada menos que Justin Timberlake-, y que incluso los emparenta al Muse de la época “The 2nd Law”, por su efecto en la guitarra y la batería de ritmo envolvente.

Hasta acá, el disco deja entrever que efectivamente la banda apostó por una composición más convencional. Pero justo comienza a sonar ‘The Sky Is a Neighborhood’, segundo single, y en donde la mano del productor se deja permear. La voz de Grohl se deja lucir más, y en el estribillo aparece un coro y unos arreglos casi orquestales. Una canción hecha para los estadios que ya suelen repletar. ‘La dee da’ empieza con unas voces distorsionadas y un ritmo que remite a ‘Millionaire’ de QOTSA, para luego mostrar la influencia zeppeliana. Nuevamente, pasa solapado el artista invitado. En ambos casos, la grandiosa Alison Mosshart (The Kills, The Dead Weather) aporta en los coros casi sin distinción. Una lástima.

De acá en más, el disco saca el pie del acelerador y se centra en las armonías. Destaca  ‘Happy ever after (Zero hour)’, sacada del manual beatle, entre ‘Blackbird’ y ‘Across the Universe’. Hasta se siente el aura de Paul McCartney, quien aparece nada menos tras la batería en ‘Sunday Rain’, otra canción de bajos decibeles, pero de melodía casi perfecta que remite a Wings, tanto por los juegos de voces, a cargo de Taylor Hawkins, como por sus líneas de bajo casi de marca registrada de Macca, pero a cargo del obrero Nate Mendel . Al parecer, el viejo Paul aportó más que algún consejo en el proceso, aparte de tomar las baquetas. Al final, aparece la canción homónima, algo distante del resto de las composiciones, por la presencia de un aura floydiana, bien lisérgica y donde el teclado de Rami Jaffee tiene una labor primordial (y de gran protagonismo en todas las canciones), cerrando el disco de tal forma que deja todo preparado para el repeat, y entre de nuevo el track #1. 

Foo Fighters en este nuevo álbum vuelve a su zona de confort. Se reencuentra con el viejo rocanrol, y ni siquiera lo trataran de esconder, sino que al revés: lo pone en evidencia. Aparecen las influencias que van de The Beach Boys a Led Zeppelin. O como ellos mismos declararon, “la versión Motörhead de Sgt. Pepper”. Si en su anterior trabajo Dave Grohl tenía la idea de rescatar la esencia de ciertos lugares emblemáticos, en “Concrete & Gold” aquel rescate es estrictamente musical. No es un disco arriesgado, pero sí muy serio y que logra sorprender. Tampoco entra en la vereda pop o más indie, que podría haberse supuesto por la presencia de Kurstin en producción, de gran trabajo al darle un hilo conductor al disco (lo beatlesco), y donde su mejor logro fue potenciar la voz del ex-Nirvana, dotándola de un vaivén e intensidad sicodélica. Menos es ese tanque sin frenos que fue “Wasting Light”, a excepción de 'Run', una de las más increíbles canciones que han compuesto en años (misma categoría que comparte 'La dee da' y 'Sunday rain'). Indudablemente, este disco da muestra de que han crecido en sus más de veinte años de existencia, y se transforma en uno de sus más interesantes trabajos del último tiempo. 



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