“Tiempos peligrosos demandan canciones peligrosas”, decía la web oficial de Prophets of Rage en el inicio de su travesía a mediados del 2016. Aunque se intuye que es un slogan comercial, también sabemos que en épocas de turbulencias, el arte popular se manifiesta de forma coaccionada.
Como a principios de los noventa, cuando Rage Against The Machine, Public Enemy y Cypress Hill, temiendo los sucesos que el mundo apenas comienza a vivir, gritaban a todo pulmón la necesidad de la disidencia como bandera de una música poderosa y furiosa, que hoy aún logra producir las más grandes ansias de romper las cadenas. Más de dos décadas después, las vicisitudes sociales pareciesen repetirse: un magnate cegado por el poder y su hedonismo, racista, misógino, conservador, xenófobo, y ultranacionalista, es el que maneja los hilos del país más influyente en el mundo. Cuando el enemigo de una causa se mantiene vivo, la causa se perpetúa. “No podemos quedarnos afuera de la historia”, dice Tom Morello, guitarrista y líder de este nuevo escuadrón de la radio guerrilla.
Aunque debutaron tímidamente con un EP, donde parecían más una banda de covers de altísimo nivel, ahora con su primer álbum homónimo se presentan con material propio y un sonido vernáculo que condensa en una peligrosa sucesión de rap y rock, lo que pasa en la actualidad. Con la misma furia de Rage Against The Machine, más el impacto de grandilocuencia del rapping de Chuck D y B-Real (quizás mayor que las rimas subversivas que Zack de la Rocha, pero no logrando su descollante impronta agresiva y comandante).
‘Radical Eyes’ y ‘Unfuck the World’ tienen ese sonido funkadélico intacto y sumamente efectivo, casi encapsulado en el tiempo. Los riffs imposibles y llenos de efectos de Morello, más las líneas de bajo llenas de groove de Commerford, son la base para que entren cómodamente los MCs provenientes de dos instituciones del gangta-rap, Public Enemy y Cypress Hill. Desde este inicio, se vuelve a sentir que la furia contra la máquina sigue viva en la insurgencia de Prophets of Rage, ya como un combo que es más que la suma de sus partes, cuya rúbrica fue posible, sin duda, gracias al trabajo en producción del eterno Brendan O’Brien.
La comunión de una banda ya lubricada se deja escuchar en ‘Living on the 110’ y ‘Hail to the Chief’, que son un viaje a 1999, a volver a escuchar actualizadas ‘Born of a Broken Man’ y ‘Calm Like a Bomb’. Acá, en el corazón del disco, explota la carga volcánica del peligroso tridente de Los Angeles, y los disparos en ráfaga saliendo de las gargantas de B-Real y Chuck D, turnándose para darle a quien se les cruce por delante. “All hail to the chief / Who came in the name of a thief / To cease peace”. Prophets of Rage, por muy onderos que sean, quieren demostrar su identidad política-militante. Porque no son otra cosa que una contraofensiva.
Pero desde la segunda mitad, cuando el rap toma más protagonismo, queda esa sensación que se vuelven deliberadamente ligeros en su mensaje. En comparación, quedan lejísimos de la actitud desafiante de Zack de la Rocha o de nuevos proyectos como Run The Jewels. Sus rimas parecen no incomodar, y la rebeldía libertina importada de los 90 está más cerca de la industria del entretenimiento que de un mensaje de desobediencia civil, que sí dejan entrever en la primera mitad, donde se percibe la subversión de una banda que ha construido su identidad con lo político. Ahora, las melodías de esta mitad son una sorpresa. ‘Take me higher’, por ejemplo, toma prestado los riffs de ‘Fame’ de Bowie, y es casi como esas primeras canciones de rap paridas desde el funk setentero. En consecuencia, el bajo de Commerford toma el protagonismo y se vuelve el hilo conductor, dejando a Morello libre para hacer malabares en las seis cuerdas. Otras que destacan son ‘Fired a Shot’, ‘Who Owns Who’ y ‘Hands Up’, aunque dejan de sorprender musicalmente, muestran el estado sólido de una banda que encontró sintonía.
El proyecto Prophets of Rage no venía con buenos antecedentes, pero este largaduración es una grata sorpresa. Es casi como el regreso de Rage Against The Machine en su texto sonoro, pero con otras voces vociferando con megáfono criticas el status quo y mensajes urgentes para construir un mundo más justo. Si bien en aquel discurso quedan rezagados –si entendemos que el arte transgresor debe tener ideas frescas, ser persuasivo e inspirador, y con una ira calibrada para que funcione-, es imposible no rendirse ante el poder sonoro de una de las mejores y auténticas bandas de rock que se han parido desde la disidencia.
Por César Tudela.
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