domingo, 19 de noviembre de 2017

THE WAR ON DRUGS - A DEEPER UNDERSTANDING

A menudo se dice en la crítica musical que los discos que suceden a obras tremendamente aplaudidas llegan en desventaja. ¿Cómo batir al trabajo que ha sido considerado como clímax compositivo? En ese escenario llega el cuarto largaduración de los estadounidenses.

Curiosamente, tras la salida de Kurt Vile y de que Adam Granduciel asumiera el rol de vocalista, The War on Drugs se convirtió en una banda esencial. Su exitoso "Lost in the Dream" (2014) es un disco con un espíritu tremendo por apostar distinto, y que se perfiló no sólo como una jugada astuta, sino como una necesidad. Tres años después vuelven con "A Deeper Understanding", donde la jugada es otra: ir hacia lo simple, sin poner en riesgo su propio estándar creativo.

En esa noble búsqueda de la depuración de su obra, Granduciel suena más dylanesco que nunca, y la banda evoca al David Gilmour del “The Division Bell”, en canciones como 'Pain' que recuerdan a 'Poles apart', o ‘Holding on’ que es la mezcla perfecta entre ‘Born to Run’ y ‘Dancing in the Dark’ de Bruce Springsteen. Ambas, obviamente, con un impulso moderno acorde a estos tiempos. Pero no todo es retromanía. Este nuevo álbum sigue teniendo más de esa inquietud –rupturista y pretenciosa, a la vez- de concebir el rock alternativo como una obra de arte.

Prácticamente electrónica, ‘Up All Night’ –la primera canción- demuestra su solidez y espíritu innovador a través de sus beats, mientras que su opuesto se encuentra en la balada de aires setenteros ‘Strangest Thing’, que trae de regreso esa poderosa sensación de melancolía, soledad e introspección otoñal clásica de los de Philadelphia, entre etéreas burbujas digitales y la frágil voz de Granduciel, que le canta a amores imposibles o acabados, e invita a través de ellos a pensamientos más profundos y trascendentales.

Esa percepción se repite en ‘Knocked Down’, aunque luego intenta ser optimista en ‘Nothing to Find’. Entre esa tensión, florece en la segunda mitad del disco ‘Thinking of a Place’, hermosa canción de once minutos que vuelve a emparentarse a los envolventes sonidos floydeanos pero con un filtro oscuro (a lo Mark Lanegan), que van y vuelven, con teclados, sintetizadores y riffs de guitarra moviéndose de manera muy limpia sobre terrenos ya explorados en trabajos anteriores. Y a pesar de su minimalismo, es una pieza verdaderamente intensa.

Los tres últimos temas, de prolijas y bonitas melodías, luego de una canción tan grande como la que antecede, pareciesen quedar fuera de juego. Se vuelve forzado llegar a ese final, ya que dejan de ser arriesgadas, y aunque no moleste su simpleza y espíritu pop, redundan en una sonoridad ya mostrada.

Técnicamente perfecto en cuanto a su producción, el cuarto disco de The War on Drugs puede ser el que los ponga en el reproductor de un público más amplio. Sus pasajes etéreos de un rock sensible, bien construido, con presunciones aspiracionales pero que encuentra su razón de ser en la austeridad calculada, una estrategia surgida de la propia búsqueda de su creador sin la necesidad de tener que responder a comparaciones de ninguna índole. En el medio de todo eso, un repertorio que nos habla, más que de amor, de un estado de ánimo que se encuentra entre la belleza y el dolor. Un disco para disfrutar en la comodidad de la soledad, o de la adultez, asumiendo que sean sinónimos.



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