Es por lejos uno de los músicos más prolíficos de su generación, lanza álbumes con envidiable periodicidad y en cada entrega se esfuerza por eludir cualquier signo caricaturesco del pasado; incluso la solidez firmada en el “White Album” y su predecesor “Everything Will Be Alright In The End”, no fue suficiente para silenciar las demandas de esa (insufrible) secta de fans y críticos congelados en el power pop old school sacramentado en su debut y el dramático “Pinkerton”. “Pacific Daydream” es un nuevo signo rupturista para esta segunda juventud creativa de los californianos, dejando absolutamente de lado cualquier prejuicio y dejándose llevar por los estímulos recibidos en el último año.
““Please don’t ever make me go home / I need happy hour”, exclama ‘Happy Hour’, un obseso intento de pop rock tradicionalista alineado en el mensaje del buen Rivers Cuomo: recibir con vitalidad el cierre de los cuarenta; cada ejercicio en “Pacific Daydream” es un meticuloso rastreo musical moderno y los recursos son generosos. Las bases, sintetizadores y armonías con gancho de manual visten a ‘Feels Like Summer’, ‘Get Right’ o ‘Weekend Woman’, también permanecen algunos signos de riffs y la energía del “Green Album” en ‘Mexican Fender’, pero la intención total del disco elude cualquier aspiración escrita en el pasado.
Weezer lleva años incomodando a sus fans, pero es justamente ese (autoimpuesto) ejercicio de adaptación el combustible que mueve al equipo de R. Cuomo. Qué importa invocar el espíritu de Adam Levine o el pop lo- fi presente en figuras contemporáneas del R&B como SZA (Solana Rowe) en ‘La Mancha Screwjob’, acá nunca hubo ataduras.
El mensaje es claro. “Pacific Dream” extiende las inquietudes melódicas y personales de Rivers Cuomo, el eterno ideólogo y capitán de Weezer, ahora encaminado en una nueva y osada transición. Hay varias melodías ganadoras para mantener la esperanza y aguardar la siguiente jugada. Paciencia, tienen crédito de sobra.
Por Francisco Reinoso.
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