Iba camino al cementerio para visitar a mi abuelita que hacía un mes que había fallecido, hace muchos años que no visitaba aquél recinto del descanso eterno. Recuerdo que la última vez que había ido para visitar a alguien era cuando mi misma abuela me llevaba para recordar a mi bisabuelo.
Bueno, el asunto es que entre tantos recuerdos de cuando era niño, siempre me acordaba de una animita muy bien decorada de un niñito que yacía casi al comienzo del "caracol" (por la parte de abajo), se notaba que al niñito lo querían mucho. Me interné entre todas las tumbas que habían en el lugar pero no pude encontrar el lugar, no sé que habría pasado con aquella tumba que tantos recuerdos de mi niñez me traía.
Con mi bicicleta seguí mi camino para lograr llegar al sitio donde se encontraba sepultada mi abuela. Subí la parte del "caracol" y al llegar al final, logré divisar una animita que estaba diseñada como una especie de castillo que me llamó mucho la atención. Me senté un rato en una de las bancas que había en el lugar, y me puse a mirar las fotos y mensajes que mucha de la gente desconocida les había dejado. Se apreciaba que en vida, a esta chiquilla la habían amado demasiado. La curiosidad terminó por ganármela, así que me acerqué al castillo y lo comencé a rodear junto a mi bicicleta, y en la parte de atrás, una de sus tías había dejado enmarcado su historia.
Verónica González fuma un cigarro tras otro. En su rostro no hay tristeza. Mientras habla, su hermana y su prima lloran tristemente. Ella permanece completamente seria y casi ausente. En el corazón de esta humilde pobladora, la rabia, la pena y la humillación sobrepasan cualquier otro sentimiento. Tal como lo ha hecho siempre, para hablar de Nicole lo hace en tiempo presente. Pero lo que antes era melancolía, hoy se transformó en furia, una verdadera ira.
Verónica está a punto de ser indemnizada por la muerte de su hija y el Servicio de Salud girará 74 millones 309 mil 620 pesos. La cifra más alta pagada en la región y una de las más grandes a nivel nacional por una negligencia médica ocurrida en el Hospital Regional. Este pago es el resultado de dos procesos que finalizaron con la misma conclusión: la muerte de Nicole Verónica Berríos González se debió a una falta grave por parte del personal médico, que llevaron finalmente a que la joven de 17 años, falleciera pasada las 1 de la madrugada del 10 de mayo del 2008, en el Día de la Madre. La muchacha había ingresado al Hospital la madrugada del 23 de enero del 2008, luego de haber protagonizado uno de los accidentes más terribles que se recuerde en Antofagasta. Esa noche fue una de dos sobrevivientes, del accidente que le costó la vida a tres jóvenes, tras caer más de ochenta metros en los acantilados de La Portada.
Al momento de ser trasladada hasta el principal centro médico de la zona, la estudiante iba consciente y pese a tener un tec abierto y una lesión lumbar, lograron estabilizarla antes de ingresar a urgencias. Luego de pasar las horas más críticas, Nicole siguió mejorando con los días, tanto, que aprovechando este buen estado de salud se le intervino el jueves 7 de febrero. Sin embargo, tras esta operación la muchacha empeoró debido a un problema que en ese momento se calificó como "inexplicable". Ni siquiera las jornadas de oración iniciadas por su familia bastaron para que Nicole se sobrepusiera a esta terrible negligencia, que terminó por arrancarle la vida el 10 de mayo, casi cuatro meses después de haber ingresado.
Disculpas Públicas
Esa misma semana, el Servicio de Salud, a nombre del Hospital Regional, dio una conferencia de prensa en la que aparte de entregar el dinero, pidió disculpas públicas por tan terrible error.
En dicha reunión se entregaron los detalles de este acuerdo compensatorio, que implica el pago de los 74 millones de pesos, los que ya habían sido aprobados por el Consejo de Defensa del Estado y la Contraloría General de la República.
Igual, Verónica González se demoró más de dos meses en firmar el acuerdo y no por que la cifra fuese insuficiente, sino porque ella estaba decidida a llevar hasta el final a todos aquellos que tuvieron que ver con la muerte de su ángel.
Para esto, la querella criminal presentada en el Juzgado de Garantía ya se había convertido en una investigación criminal, en un proceso en el que esperaba tener resultados pronto.
"Fueron tantas humillaciones, que no quiero y no puedo tener paz hasta responsabilizar a todos aquellos que le hicieron daño a mi hija", indica mientras se fuma su cuarto cigarro en menos de media hora.
La nicotina era lo único que la calmaba, mientras se quedaba con la mirada fija y con el ceño fruncido, el mismo que le ha sumado años a un rostro que siempre demostró un sufrimiento que ningún padre ni madre debería tener: ver morir a su hija.
Es por eso que al recordar su historia me emocioné, y debo decir, que me salieron algunas lágrimas al sentir tanta impotencia de una situación que hasta el día de hoy nunca tuvo justicia. Y como lección de vida, he decidido escribir este artículo y recordar a Nicole, una niña que a sus cortos diecisiete años dejó este mundo de una manera muy injusta.
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