lunes, 6 de agosto de 2018

GORILLAZ - THE NOW NOW

“Demasiada información pasando por mi cerebro. Demasiada información me vuelve loco”, cantaba The Police en ese disco cargado a los bronces llamado “Ghost In the Machine” (1981). 37 años después de eso, la pesadilla es real. Bombardeo 24/7 a nuestros sentidos a través de las redes sociales nos impiden realmente apreciar cualquier estímulo y digerirlo por completo. 

En la música, el formato siempre se ha movido con los tiempos: los longplays y cassettes (en los años setenta y ochenta) permitían escuchar una obra en dos segmentos definidos, que requerían 24 minutos aproximados de nuestra atención, durante los cuales era posible diseccionar también el arte de cada entrega. El arribo del CD, en los años noventa, hizo más prolongada la sesión, pero entregó la posibilidad de rápidamente (y sin necesidad de tener buen pulso) saltar a la pista deseada.

En un mundo de déficit atencional, el arribo del streaming rompió con el esquema del álbum como obra, alineándose con la inmediatez de Twitter, Facebook e Instagram: todo track es ahora simplemente un ladrillo en un playlist interminable de Spotify. En ese contexto, “Humanz” (2017), el anterior disco de Gorillaz, parecía el soundtrack perfecto para la modernidad. Sin embargo, maximizando aún más la intención de “Plastic Beach” (2010), un disco ya exacerbado, atiborrado de colaboradores y de arreglos, no hizo más que dejar en evidencia la insensatez de nuestra supuesta interconexión: intentando apelar a la unidad entre los seres humanos en medio de tiempos turbulentos, dejaba en evidencia una alienación en ascenso y un completo caos, donde ninguna de las partes del todo (por sensacional que fuera contar con invitados como Grace Jones, Jean Michel Jarre, De La Soul o Noel Gallagher) parecía escuchar al resto.

“The Now Now”, en cambio, es un retorno a las básicas de Albarn: es melancolía pura, incluso en sus momentos más dulces, como en la canción que lo inaugura, ‘Humility’, junto a la elegante guitarra de George Benson. Sus frases no pueden ser más claras: “soy el gemelo solitario, la mano izquierda. Me resetearé y volveré al carril. No quiero este aislamiento, ¿ves cómo estoy?”. Los sintes densos de ‘Kansas’, la cabizbaja ‘Idaho’ -que recuerda mucho a los momentos más aletargados del “13” (1999) de Blur-, la emotiva ‘Magic City’ (con Graham Coxon en un par de compases) y la trilogía final compuesta por la oscura ‘Fire Flies’, la escueta ‘One Percent’ y la ansiosa ‘Souk Eye’ -derechamente, una canción de amor- resucitan aquí lo más enternecedor y sensible de Damon, una sustancia que hacía falta en este proyecto en particular, y que había quedado sepultada en altas dosis de instrumentación y verborrea. Aunque son los menos en esta ocasión, cortes ágiles como ‘Tranz’, ‘Hollywood’ -junto a Snoop Dogg y Jamie Principle, colaborando en el single que estrenó mundialmente en nuestro país- y la excelente ‘Lake Zurich’, aportan fluidez a una placa que sorprende por la calidez de su propuesta, lejos de la petulancia y efectismo. Mejorando el intento fallido de su anterior disco sorpresa, “The Fall” (2010), Gorillaz al fin se dejó de monerías y parece haber evolucionado.



1 comentario:

Unknown dijo...

Adoro a Damon y todo su trabajo ����