viernes, 26 de octubre de 2018

ANTOFAGASTA, A 150 AÑOS DE SU POBLAMIENTO

Es la ciudad chilena más latinoamericana, por la nomenclatura de sus principales calles y por cobijar a miles de latinoamericanos, ayer y hoy.

El sesquicentenario de la ciudad de Antofagasta motiva varias reflexiones sobre su génesis y actualidad. Lo espontáneo de su poblamiento, por ejemplo, lejos de otras ciudades chilenas marcadas por su constitución colonial, deliberada y bajo encuadres que destacan la plaza de armas.

También el desafío de poblar la franja costera del desierto de Atacama y afrontar la adversidad del clima y del páramo, y su aislamiento. O su constitución demográfica, pues es el puerto de la inmigración, resultado de un proceso migratorio libre, de carácter privado, en sus inicios. La nueva población emerge, además, en un despoblado en disputa y como centro neurálgico del comienzo de la Guerra del Pacífico.

Y un último rasgo es el sujeto social que construye el habitar, quien transita desde sociedades con impulso minero, como Copiapó, y desde sociedades rurales tradicionales, pero al cual el desierto le forjará un proyecto personal/familiar más autónomo, alejado de la hacienda de los valles centrales.

El pionero Juan López se atrevió a sentar residencia en nuestra costa, siguiendo la migración de miles de chilenos -peones y mineros- hacia la provincia peruana de Tarapacá o al Departamento del Litoral que gobierna Bolivia. Entre 1868 y 1872, 30.000 connacionales llegaron a Tarapacá. Cobija, levantado por Bolivia en la década de 1820, se consolidó por aportes migratorios de europeos y de chilenos (para 1832 el 22% de su población era chilena).

Como pescador o minero, desde 1845 Juan López deambula por caletas y ensenadas. Recorrió el desierto y el litoral, trabajó en la industria del guano hasta 1856 y arribó a Tocopilla en 1861. Desde Cobija hasta Mejillones otea posibilidades, y la interrupción de las relaciones entre Chile y Bolivia en 1863 le obliga a suspender sus faenas en el gran depósito de guano que descubrió.

La disputa por la soberanía del desierto de Atacama entre Chile y Bolivia era el telón de fondo en sus acciones. Si bien Chile exhibía títulos jurídicos e históricos, en aras de la confraternidad americana -la Guerra contra España, 1865-1866, que unió a Perú, Chile, Bolivia y Ecuador- se avino a un arreglo diplomático que se tradujo en el Tratado de Límites del 10 de agosto de 1866 entre los gobiernos de Chile y Bolivia, el que determinaba en su preámbulo el tema del Utis possidetis iuris en el desierto de Atacama y que nos conduce hacia la probable fecha del poblamiento de Antofagasta.

En su Memorial, López señala para la posteridad: “Restablecidas al fin las relaciones de amistad entre ambos gobiernos, me dirigí de nuevo a este litoral, arribando a la caleta que hoy llaman la Chimba o Puerto de Antofagasta, la que me era conocida desde muchos años atrás y que desde luego la denominé ‘Peña Blanca’, la cual estaba desierta hasta el año de 1866; tomé posesión de ella fijando allí mi residencia permanente…”

Pero se sentirá postergado por el impacto del descubrimiento de salitre por José Santos Ossa y su arribo al sitio desde donde se va a desplegar la ciudad en definitiva. Con él llegarán cientos de migrantes nacionales y extranjeros. Posteriormente, el 22 de octubre de 1868, el gobierno de Bolivia va a fundar oficialmente la ciudad de Antofagasta, antes denominada Peña Blanca o La Chimba.

En este contexto, donde la empresa del salitre, agencias bancarias y comerciantes comienzan a delinear la expansión urbana, López siente la necesidad de ser reconocido por su proeza y sintetiza su lugar en la historia, de modo inequívoco y rotundo: “Del puerto de Antofagasta, yo he sido su piedra fundamental, yo labré sus cimientos, i el primer habitante que fundó su edificio”.

Chilenos, en su gran mayoría, se transformaron en vecinos de Antofagasta y los principales pobladores de Caracoles, desde 1870, seguidos por contingentes británicos, alemanes, españoles, croatas y franceses.

El desierto de Atacama fue poblado por chilenos mayoritariamente. El destino de su porvenir económico fue establecido por los nortinos Juan López y José Santos Ossa, y el sentimiento regionalista por Matías Rojas Delgado, desde 1872. Pero, también, está la lección de ser la ciudad chilena más latinoamericana por la nomenclatura de sus principales calles y por cobijar a miles de latinoamericanos, ayer y hoy. Una lección para el país y para los antofagastinos, cuando se discute qué hacer con la región.

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