“La necesidad tiene cara de hereje” dice el refrán. Y lo cierto es que la frase sirve como una metáfora para ver como han cambiado los tiempos. Hace exactos 30 años atrás, en 1988, la prensa le caía encima al disco debut homónimo de Kingdom Come considerándolos unos clones de Led Zeppelin y acusándoles de querer lograr el éxito por el camino fácil.
Hasta el propio Jimmy Page decía que no le gustaba nada la banda del gran cantante alemán Lenny Wolf. Volviendo al presente, y en una escena carente de nuevas bandas rutilantes, el propio Page en una edad en que podría ser el abuelo de los hermanos Kiszka, dice que es un gran cumplido que Greta Van Fleet suene tan emparentado con Zepp y la prensa abraza a la banda con la esperanza una vez más de que finalmente llegue ese gran nuevo grupo que logre el éxito masivo, como no se ve hace un buen tiempo. Pero recordemos también que hace no muchos años, la prensa tuvo el mismo tratamiento con The Darkness y bueno, la cosa no resultó para nada auspiciosa como todos vaticinaban, y el grupo terminó relegado ante la presión mediática.
Todo ello puede terminar siendo un arma de doble filo para un grupo tan joven como GVF, porque antes de que editaran su disco debut, ya acaparaban portadas en todo el mundo, entonces tomando un poco de distancia y viendo el fenómeno en perspectiva, el grupo camina por una cuerda floja que los puede llevar al éxito masivo o a un rotundo fracaso, y ponerlos en esa situación tan radical, resulta un poco injusto con la banda, porque en su música se respira honestidad, pasión y que el corazón está puesto ahí, aún con la inocencia e idealismo juvenil que todos alguna vez tuvimos, por ello su música merece al menos una oportunidad de ser escuchada sin sesgos ni prejuicios. Tras dos EPs bastante promisorios “Black Smoke Rising” y “From The Fires”, ambos editados durante el 2017, finalmente el cantante Josh Kiszka, el guitarrista Jake Kiszka, el bajista Sam Kiszka y el baterista Danny Wagner, nos presentan su álbum debut bautizado como el “Himno del Ejército Pacífico” haciendo alusión a los fans de la banda que son los adolescentes de hoy, por más que su sonido sea totalmente retro y un regreso a las raíces de los 70.
Desde los primeros acordes de ‘Age of Man’ que inicia de forma climática el disco, el fantasma de Zeppelin ronda en cada surco, incluso en la letra está presente la frase ‘land of ice and snow’ que aparece en el clásico ‘Immigrant Song’, pero no es solo eso, por supuesto que la voz de Josh Kiszka recuerda a un joven Robert Plant, la batería de Danny Wagner tiene la misma ecualización que la del desaparecido John Bonham y la guitarra de Jake Kiszka parece una extensión de la de Jimmy Page, todo ello aderezado con ciertos pasajes de corte progresivo que también ponen en la mente a unos primeros Rush y con la voz también recordándonos a un joven Geddy Lee.
Bueno, los primeros discos de Rush también tienen bastante de Zeppelin en ellos, antes de que encontraran su propio sonido. Y es que todas la bandas parten desmenuzando sus influencias formativas, todas son elementos derivados de algo previo, entonces lo que más impresiona en el disco en la habilidad de los muchachos para matizar sus canciones con grandes arreglos y hacer que el material suene fluido, como queda de manifiesto en las excelentes ‘The Cold Wind’ y en el gran single ‘When The Curtain Falls’, reflejando una tremenda química interpretativa y una gran dinámica y variedad compositiva. El efecto de cítara en la guitarra en ‘Watching Over’ es otro gran momento del disco, que fue concebido por la banda como una obra conceptual donde el grupo refleja sus raíces, creencias y valores, su conciencia ecológica y sus deseos de lograr un equilibrio de igualdad entre todos los seres humanos. ‘Lover, Leaver’ suena como un cañón, con un groove infeccioso y pesado de puro hard blues, en otro momento álgido del disco antes de pasar a una más reposada y acústica ‘You’re The One’, algo que repiten en ‘The New Day’ para luego pasar al blues con guitarra slide en ‘Mountain Of The Sun’. Pero es cuando la banda muestra su costado más hard rock cuando aparecen sus mejores cartas, como en la áspera y contundente ‘Brave New World’ y en el genial cierre con con el reprise de ‘Lover, Leaver (Taker, Believer)’ en una versión mucho más extensa y con una gran jam en su sección central.
Recordemos que recién un año después de su edición “Appetite For Destruction” explotó y transformó a Guns N’ Roses en la banda enorme que es hasta hoy. Claro son otros tiempos, otras circunstancias, otros modelos de negocios y otras formas de consumir música, por lo que en una era exitista como la actual, donde todo es instantáneo y desechable, los GVF merecen al menos la chance de ser escuchados, junto con darles un tiempo de maduración y ver como van encontrando su propio sonido. Por lo pronto, su disco debut es completamente disfrutable y al menos la señora Greta Van Fleet -vecina de los chicos en su barrio de Michigan- y de la cual tomaron la idea para el nombre de la banda con su bendición, debe estar totalmente orgullosa de los muchachos. Un disco debut que para bien o para mal, no dejará indiferente a nadie.
Por Cristián Pavez.
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